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Se muestran los artículos pertenecientes a Julio de 2016.

Amores más allá del barro y la tentación del caminante

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Por Graciela Guerrero Garay    Fotos: De la Autora

Trascienden por encima del tiempo en que ganaron titulares de primera plana. Los imagino ahora, juntos como van en la vida y el arte, sacando de una nube el próximo sueño para enriquecer ese llamativo teatro de calle que, en cualquier plaza o escenario, arranca emociones y obliga a detener al peatón de paso.

Aymara Jiménez Pérez y Maikel Ávalo Santana convierten el barro en una expresión vívida del lenguaje corporal, con un donaire propio que arranca parpadeos de admiración y pone brillo en los ojos curiosos. Magistrales, como esos retratos de damas y caballeros antiguos, caminan, se detienen o interpretan a Masica y Loppy, protagonistas de El Camarón Encantado, uno de los cuentos de La Edad de Oro, de José Martí.

Loppy llora… su personaje sufre; y para más de un espectador las lágrimas conmueven, ahí, bien cerca, naturales, tal como las saca Maikel, quien ya no es… Masica le hiere hondo. Ella es tal cual… ambiciosa, y el camarón encantado debe pagarle a su humilde esposo el precio de salvarlo de la muerte.

“Estudiamos dos años en la Compañía Teatro Callejero de Morón. Amamos el encanto de pintarnos de barro, y la gente demuestra gustarle mucho esta sensación de estatuas vivientes que escenificamos, según la obra y el ambiente. Nos sentimos bien y vamos a superarnos mucho”, dice Aymara.

Maikel la secunda con sus gestos.  Ahora – agrega- trabajamos con el Proyecto Colibrí y trajimos a Las Tunas lo que aprendimos. También fue valioso recibir las enseñanzas de Juan Manuel Maestre cuando éramos aficionados de la Casa de la Cultura, y estar por primera vez en la Feria Internacional del Libro, mostrando a los niños nuestro arte.

Se toman de la mano y cogen calle arriba, teñidos de un amarillo ocre. Van despacio, como suspendidos en un mundo mágico. Magia hay en este joven matrimonio de artistas de las tablas. La diferencia es que su escenario puede ser tan infinito como la ciudad, y la escenografía el mundo real, alucinado por la sensualidad de las huellas de Aymara y Maikel.

El teatro callejero ya no es un sueño. Masica y Loppy salieron de La Edad de Oro y caminan sobre un mar de asfalto donde hay “camaroncitos” encantados por doquier… tú, yo, aquel… nosotros, los tuneros admirados de su obra y el magnetismo de esa arcilla ocre parda hecha a la medida del hombre y la mujer.  

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“El Chino” abre puertas para bien comunitario

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Por Graciela Guerrero Garay    Fotos: De la Autora

El Mercadito “El Chino” siempre tiene un cliente en el mostrador o delante de la tablilla. Hace dos meses, la población enclavada en los edificios del Distrito Camilo Cienfuegos, perteneciente al Consejo Popular 18, recibió doblemente agradecida sus puertas abiertas, en tanto la mañana despertaba con olores a pintura fresca.

Una construcción elegante, sencilla y moderna, con una amplia variedad de surtidos de primera calidad y precios “para todos los bolsillos”, trajo la novedad para quedarse. Los chorizos con queso, jamón y diferentes formas y precios (de cinco, diez y quince pesos MN) se llevan las palmas, aunque los productos ahumados y las mortadelas no van muy atrás.

Javier Joaquín Vázquez es un joven marcado por el encanto de saber vender y atrapar a sus consumidores, quienes igual caen en la tentación del jamón california (con queso), los jugos de frutas y los dulces, sobre todo por la factibilidad del costo y la flexibilidad de la oferta, adaptada al pedido y posibilidad económica de cada cual. Este detalle distingue a “El Chino” y lo salva de la competencia que en las últimas semanas le hace la venta liberada de carne de pollo, embutidos, picadillo de res, jamonada y jamón en la carnicería estatal, ubicada a escasos metros.

Con 29 años y su primera experiencia en el trabajo por Cuenta Propia,  dice sentirse “cómodo porque el horario es abierto y el salario también me reporta más beneficios”.  La entrada al local de las personas que se vuelven adeptos habituales detiene temporalmente sus palabras. Nadie pude poner en dudas el beneficio de esta alternativa de empleo y aportes económicos al presupuesto local y nacional, y a las comunidades elementalmente.

En Cuba, según datos difundidos recientemente en los Medios del país, ya están vinculados más de medio millón de cubanos a esta actividad, en tanto el portal digital Tiempo21, de la radio en Las Tunas, publicó en febrero último que este territorio, sin ser uno de los de mayor cantidad de patentados, jóvenes como Javier llevan el protagonismo en convertir el cuentapropismo en un beneficio redondo para el barrio y la nación.

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El bongó de Javier de Jesús anda de alturas

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Por Graciela Guerrero Garay   Fotos: De la Autora

Cuando el sol juega a encontrar el crepúsculo y, muchas veces, la luna simula el esbozo de los labios de Javier de Jesús, el armonioso toque de un bongó inunda la barriada. El ritmo viene de alto. Los vecinos, desde los balcones, buscan al protagonista, igual que el transeúnte de la populosa Avenida Primero de Enero.

En la cuarta planta del Edificio 64 vive el autor de la cubanísima melodía, causante de tal revuelo de admiración y sano orgullo de sus padres, Masleydis Alarcón García y José Hernández Rosabal, quienes lo llevan a las clases que recibe en la Iglesia Bautista y estimulan al pequeño de seis años, aferrado desde ya al sueño de ser “un gran músico cuando sea grande”.

A veces, entre las sábanas tendidas en el balcón, la menuda figura se pierde en las sombras del anochecer. El bongó delata su presencia y acompaña las notas de la guitarra de su hermana Yosselín, la cual anda por los caminos del arte desde muy niña y exhibe importantes presentaciones en las Jornadas Cucalambeanas, como parte del Proyecto Sociocultural La Monedita, dirigido hasta su muerte por Juan Manuel Herrera en la Casa Iberoamericana de la Décima.

Creo que eso viene en la sangre – dice Masleydis -, pues tres de sus primos de la familia Cutiño- Alarcón son músicos. Javier está en primer grado y aprende con facilidad. Su pasión ahora es el bongó y tiene a todos encantados con su interés y éxitos.

En el seminternado Rafael Martínez Martínez estudian ambos hermanos y comparten igual la vida escolar, aunque el próximo curso Yosselín irá a la secundaria, pero para él eso no es problema “porque tocamos en la casa, en las fiestas de la familia y en San José”, dice con esa timidez que sale al instante disparada cuando toca el instrumento.

Yosselín lo mira y “defiende” su parte: “Yo estoy en el Grupo Raíces, en el barrio San José y Javier va y toca, pero yo soy la tresera del grupo, toco el tres. Quiero mucho a mi hermanito y me gusta como es aceptado y toca la música cubana. Será un buen músico”.

Para que nadie lo dude se toman una foto juntos, mientras la tarde se va en el hilo de luna que adorna el cielo. Dentro de un rato el bongó de Javier de Jesús llenará de ritmo la barriada. Otra vez la pasión de este niño tunero tendrá a los vecinos en los balcones y la gente que pasa por la calle elevará la mirada. Siento entonces que un manto de alegre esperanza saluda otra de las bellas noches cubanas y esta ciudad de poetas y embrujos del oriente.

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CRITERIO: El reto de lo imposible

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Por Graciela Guerrero Garay   Fotos: De la Autora

Cada vez que monto en cualquiera de las rutas de ómnibus urbanos que circulan por la ciudad especialmente la ruta 7, recuerdo el bocadillo humorístico del actor tunero Ramy referido a …quien no (…) no sabe lo que es la vida. Realmente con un calor tan “inhumano” abordar una “Diana” – mejoradas con una puerta de salida- es para no salir de casa.

Al menos, estoy convencida de que aunque multipliquen por nueve la cantidad de guaguas, la demanda siempre será superior a las capacidades reales de este servicio. Su diseño no está acorde con el fenotipo y la cultura social de los cubanos – digo igual tuneros- ¡Y por suerte observo que los super-obesos no montan con frecuencia en este medio de transporte público!

En el bregar cotidiano de un verano con vacaciones masivas para una parte importante de la población, ante la reducción del combustible y las demandas de un ahorro que debe guiarse, más que con el raciocinio, con la vergüenza de la dignidad que permita aflorar una voluntad consciente  para planificar y trabajar por el bien de todos, la actitud de mayorías deja mucho en qué pensar.

Cualquier comedia o película de terror fuera un éxito tremendo en taquilla si se filmara en bruto lo que pasa dentro de las guaguas. Ancianos con bastones y limitaciones físicas visibles a quienes muy pocos tienen la gentileza de brindarles un asiento.  Embarazadas que, la más de las veces, reciben tal cortesía de las propias mujeres pues los hombres, al parecer, son ciegos. Carteristas, broncas por un pisotón, los repudiados “repelladores”, niños y niñas que se asfixian y tampoco encuentran un ser cortés que los cargue y salve del molote… y mucho más.

En tanto, los choferes piden junto a los que “están abajo” que caminen al fondo y con buena imaginación uno siente que está en una competencia de estatuas. En fin, trasladarse hoy hacia el trabajo, al hospital, a cualquier sitio y a cualquier hora es mucho más que el tiempo de espera en las paradas, el “salvase quien pueda” para coger el ómnibus y el ejercicio a toda prueba de acrobacia y dinámica corporal. Es una demostración en vivo y a sudor de una de las indisciplinas sociales más comunes de la sobrevivencia cotidiana.

¿Solución? Difícil empeño, pues ni los “amarillos” ni los inspectores pueden evitar la alta demanda y el déficit de medios de transporte, agravada por la insensibilidad de los carros estatales de recoger voluntariamente a quienes, seres humanos como ellos, necesitan moverse para vivir el día a día. Falta de persuasión, llamados a la consciencia y hasta medidas coercitivas jamás faltaron desde el pasado siglo.

Todo sigue igual. La tolerancia a lo mal hecho es tan popular como el dulce de coco o la ausencia de palabras mágicas: buenos días, permiso, por favor, gracias… ¡Y de valores se habla por las cuatro esquinas! Ignorar que el mundo anda patas arriba y hay una lucha sin caretas entre el bien y el mal es, a mi juicio, pecar de ingenuos. Más, seguiré preguntándome dónde están las profundas herencias de humildad y fraternidad que nos legaron los abuelos.

Sin embargo, como José Martí creo en el mejoramiento humano y los buenos somos más que los malignos. Por eso, aunque las guaguas no alcancen y la gente haya perdido el sentido de ciertas normas elementales, algún mañana cercano la ternura que brota como manantial de los más pequeños

... (... continúa)

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El duende de Guatiní: Ernesto Rodríguez del Valle

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Por Graciela Guerrero Garay       Fotos: Del Autor

Jalisco juega con las musas. Es un perro fiel hasta la médula. El olor a sopa de ternilla le hace mover el rabo, como si leyera en el estómago del poeta. ¡Hay banquete sobre la mesa de los Rodríguez del Valle! El mejor reloj del mundo es la mente… de ahí el tiempo no escapa aunque pasen los años.

Un fuerte olor a café invade la habitación. A veces, se congela entre las olas del mar y escribe… una… dos…tres cuartillas. Los tinajones son barcos que vienen y se van, como el sonido de la máquina Singer de su madre, ahora confundido con los trinos del sinsonte y las catarsis. Ernesto, el Maestro Ernesto, pinta décimas con tinajones y adoquines.

SIN ROSAS EN EL JARDÍN

No creo en las casualidades. Conocí a este hombre – hoy mi amigo gracias a Dios- en uno de esos tantos intentos que hacemos quienes apostamos por sueños y hacemos literatura sin saber siquiera si alguna vez, con algún golpe de algo, podemos encontrar el camino para publicar un primer libro.

Fue tal cual es: cubano. Un ser formidable que sigue trepado en las mismas palmas donde creció y regala amor con sus vibrantes poemas, décimas y libros, y ese puente de eterna voz, la Revista Literaria Guatiní. No percibí – lo confieso- que mantenía correspondencia electrónica con un escritor hecho a coraje por sí mismo. En los correos sobresalía su mano solidaria y honesta, dispuesta a halarte para que supieras que podías intentar, al menos, escalar la montaña.

La necesidad de entrevistarlo se convirtió en un reto. No importa si mis líneas son unas más entre las miles que le dedican por doquier sus discípulos, admiradores, lectores, editores… Ernesto Rodríguez del Valle es un personaje literario de carne y hueso. Un protagonista vivo de la creación artística y una cascada de interés público, humano, social y poético.

Vale la pena correr el riesgo de quedarme en la dermis del encantamiento, entre las 90 millas que me separan de estar frente a él con una cuartilla en blanco.

SU DESNUDO MUNDO

 

Nada de rosas en el jardín de su infancia. Detrás de esos bellos poemas y décimas rotundas, alumbradas, hay muchos hipos apretados, tristes.  Al final cuenta su fuerza y la determinación de crecer, tal como las fantasías de la gallinita ciega bajo la luz del poste de la calle, donde jugaba con los primos y las primas.

“En “Aquellos muchachos que somos”  está Jalisco escondido todavía, porque el libro permanece inédito. Le gusta el color de sus memorias. Queda en silencio y cuenta: “Era feliz con pocas cosas. Recuerdo remotamente, era muy pequeño, que me llevaban con una señora que tenía su aula en la misma sala de su casa, en el barrio Villa Mariana de Camagüey, donde pasé mi infancia hasta cerca de los doce años. Luego di clases con la tía Rosa, hermana de mi papá. Tendría cinco o seis años, pero oficialmente cursé grados en la Escuela Pública del mismo reparto…”

Puerto Príncipe…la espada y la mariposa de su obra. Un amor imprescindible como el de la familia. Discurre sus secretos descubiertos y lo imagino delgado, entretenido en el brillo de una flor. No trae aquel susto de chiquillo inquieto al entrar en el colegio episcopal de San Pablo, para matricular del primero al quinto grado. No sé aún si soñaba con ser poeta. No lo ha dicho. Ernesto Rodr&ia

... (... continúa)

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