Formación vocacional (II)
¿Por dónde le entra el agua al coco?
Por Graciela Guerrero Garay
Sin aprender a leer y escribir nadie puede alcanzar una meta eficaz en su vida y, con mucha suerte, podrá acceder solamente a oficios rudos y de baja calificación, muy escasos en una época donde la preparación profesional es la llave de las mejores ofertas de empleos y, por consiguiente, de una remuneración salarial alta, aspiración que ocupa hoy el mayor puntaje en la escala de intereses personales.
Aunque parezca obvio, la necesidad de un maestro es esencial para tener un día en el futuro. Alguien tiene que enseñarnos para ser lo que soñamos.
Sin embargo, es muy difícil que esta irrefutable verdad encuentre una respuesta aceptable entre los estudiantes. Que el profesor sea otro; yo no, simula un estado de conciencia colectivo, al menos entre quienes llevan los mejores resultados académicos en las boletas. De aquí que las Comisiones de Captación tengan que hacer un profundo trabajo político y persuasivo, que muchos padres califican de manipulación e intimidación.
En las secundarias básicas, donde se seleccionan y forman los destacamentos que ingresarán en el Preuniversitario Pedagógico, se da el caso de que quienes aceptan la propuesta son alumnos con problemas de rendimiento escolar, incluso malas conductas sociales. El resto, los competentes, alegan valorarlo con la familia y vienen diciendo al siguiente día que sus tutores no quieren o no los dejan.
Estas eventualidades inquietan a los directivos del sector de Educación, pues la posible cantera de reemplazo para el próximo quinquenio, muestra una tendencia digna de tener en cuenta, a partir de la cantidad de docentes que saldrán inevitablemente de las aulas por cumplir los requisitos de la jubilación. Pero más que cifras, preocupa la calidad cognoscitiva de los que se preparan para ejercer el magisterio y hasta dónde es verdad que sienten ese evangelio vivo que es educar, porque los sondeos investigativos apuntan, en un gran número, a cierta tendencia de aprovechar las facilidades estatales de esta opción o verla como la tabla salvadora para obtener una carrera universitaria.
¿EL POLLO DEL ARROZ CON POLLO?
Sobre la formación vocacional dedican interminables horas de investigación cientos de pedagogos en Cuba y otras geografías del mundo y, sin embargo, todavía parece no encontrarse el termómetro exacto que defina el complejo tres y dos de los adolescentes cuando de decidir qué se quiere y puede ser en el futuro.
Incluso, al indagar el asunto con profesionales de vasta experiencia y éxitos en su desempeño, muchos confiesan que jamás pensaron en ser ingenieros, arquitectos, doctores, maestros. Para la gran mayoría de los encuestados, fue algo que los motivó, tuvieron la oportunidad y apostaron por sí mismos. Tampoco, en una cifra considerable, la tradición familiar ni la escuela tuvieron que ver según sus puntos de vista. Todo ello hace comprensible la enredada madeja psicológica y social que se teje alrededor de los estudiantes, la mayoría con grandes dudas al momento de hacer cruces por su destino intelectual.
Lo que sí está claro, como plantea una investigación del doctor en ciencia Iosvani Hernández Torres y otras autoras, publicado en la página digital ilustrados.com.monografías, es que la orientación profesional es condición importante para el desarrollo armónico de la personalidad de niños, adolescentes y jóvenes; no en vano constituye un componente básico del proceso educativo.
Nadie puede cuestionar la prioridad estatal por todo lo que tenga que ver con la educación y la instrucción integral de los cubanos y, de manera especial, la novel generación, pero en temas de formación vocacional nada es tan sencillo como pudiera parecer. La influencia del medio, la propia evolución social y práctica de las profesiones, las experiencias, criterios y hasta conclusiones que reciben de los titulados y los cambios graduales y dialécticos de la sociedad, exigen su cuota en el justo instante de elegir.
Todo ello sale a flote, lamentablemente, cuando de estudiar magisterio se trata y más ahora que los códigos de valores de vida cambian, si bien mantienen sus esencias. Las inevitables transformaciones económicas que se sucedieron tras la desaparición del campo socialista y el establecimiento de un Período Especial han marcado, sin dudas, el pensamiento y las aspiraciones de la gente. Ya el estímulo moral y el social no son los únicos que deciden al momento de buscar una plaza o estudiar una carrera.
Ello no lleva implícito una absurda descodificación de preceptos y principios éticos, más bien, creo, que todo gira en el realce de algunos empleos de los nuevos tiempos y la desventaja, en todo lo que signifique aporte material, que tiene todavía un significativo número de empresas, organismos y puestos de trabajo, ubicadas estas diferencias en el prisma de las necesidades domésticas actuales, el poder adquisitivo real de la familia y sus perspectivas de mejoramiento en un tablero comercial donde, las más de las veces, el mercado alternativo de oferta y demanda es quien le saca el sudor de los bolsillos.
Por aquí anda la tendencia a rechazar toda oferta que no represente, de algún modo, un aliviadero para el desarrollo del hogar y propio. Y de esta manera de pensar cómo se vive, para vivir como se piensa, como reza una frase de Gabriel García Márquez, copian los jóvenes, sobre todo los que ya entran en la última década de la primera juventud y quieren lucir el último grito de la moda, divertirse por lo grande y sentir alguna peseta en la cartera, cosa que no siempre puede asumir la mayoría de los padres que dependen, exclusivamente, de un salario, aun cuando se incrementó recientemente.
UNA DIRECTORA CUENTA…
La secundaria básica urbana Carlos Baliño, en esta ciudad, tiene una matrícula de 710 alumnos. Daymé Suárez Linton la dirige hace tres años y, cada curso, elabora su estrategia de formación vocacional y la específica para las carreras pedagógicas, cuyo objetivo es garantizar el relevo de los educadores a partir del ingreso de los estudiantes en los institutos preuniversitarios con este perfil y la continuidad de estudios en la Enseñanza Superior.
El diseño es inteligente, abarcador y multidisciplinario al involucrar a todos los factores del centro y promover un vasto plan de actividades que lleven, de manera integral, a despertar motivaciones en el alumno de este nivel y al de noveno, en particular, hacia las ciencias de la pedagogía. Destaca, en primer orden, que el papel de esta labor corresponde al colectivo, a partir de su ejemplo personal y trabajo diario. En un sondeo con 20 chicos y chicas de esta enseñanza en diferentes escuelas del municipio nos percatamos de que todos tienen alguna queja de su profesor, ya sea por el exceso de tareas que deja, la exigencia, la benevolencia, el estilo de impartir las clases, la personalidad, el carácter. Solo una alumna dijo que le gustaría ser como su maestra de Historia. Los demás, me miraron con desconcierto y hasta con desconfianza.
De estas realidades no vive ajena esta joven directora, quien tiene el privilegio de tener una madre maestra y una hermana, quien luego de ejercer la enfermería decidió definitivamente formar a sus colegas. Daymé acepta los resultados de la encuesta: hay resistencia familiar frente a las carreras pedagógicas, sobre todo en los educandos de altos resultados, pues los que optan no son los de mejor preparación.
Se dan muchas situaciones complejas, cuenta. Esto no es un problema local ni territorial, en todo el país hay un llamado a fortalecer el sector por el déficit de profesores. La determinación familiar es esencial, porque la edad de estos estudiantes no les permite tener autonomía, además de que muchos muestran inseguridad en la elección y cualquier presión tutelar en contra, malogra el proyecto y el buen trabajo que puede realizar la escuela, argumenta.
Sobre el debilitamiento de los círculos de interés también reconoce que hay problemas. La complejidad de los horarios actuales conspira contra el buen desempeño de los mismos, independientemente de que ya no funcionen los Palacios de Pioneros y la intención sea, justamente, convertir cada centro en un palacio, donde cada grupo monte sus colectivos especializados y el docente sea el más comprometido junto al instructor.
La falta de locales idóneos o la carencia de ellos, al incrementarse el número de aulas por las transformaciones de la enseñanza que exigen un máximo de 15 educandos en cada una, es otro detalle que aleja a esta actividad de la calidad que tuvo en décadas anteriores, más cuando se le dedicaban 90 minutos y ahora solo 45 sin contar que el cúmulo de actividades docentes apenas deja margen para una atención extraescolar, después de las 4:30 de la tarde, explica y agrega que esta es una de las razones del porqué en todas las escuelas no se hace.
Es verdad que muchas veces estas estrategias son documentos de gaveta -argumenta-, por eso el director tiene que controlar, está establecido, diseñado. Y hay que aprovechar los centros de los alrededores, en la comunidad. Acá tenemos convenios con las instituciones cercanas como la Fábrica de refresco, la Unidad de bomberos, el MININT y el círculo infantil Zapaticos de Rosa.
La Secundaria tiene el deber de dar continuidad a los círculos de interés que vienen desde la Primaria, pero no siempre es así y esta etapa de la adolescencia es muy cambiante y no hay una vocación definida. Al preuniversitario llegan muchos educandos que no saben qué estudiarán y lo concluyen con estas lagunas. Por eso la vocación debe empezar a defenderse en la familia y que luego la escuela haga lo que tiene que hacer, recalca esta mujer que se ha crecido dentro del sector y pasó seis años trabajando en la Enseñanza Media Superior.
OTROS APUNTES
Jorge Cano es un excelente muchacho y forma parte del Secretariado Provincial de la FEEM. A la altura de sus 15 años ha querido ser escritor, actor y maestro. Ahora piensa en la Medicina. Sus criterios corroboran lo expuesto por otros entrevistados, estudiantes y profesionales en ejercicio. A los círculos de interés le falta profundidad al momento de motivar al pionero. Su primera inserción estuvo relacionada con temas del derecho y piensa que esa ansiedad de los niños por ir a la escuela sea, quizás, la causa de que en la infancia todos quieran ser maestros y jugar a la escuelita. Ya en noveno es diferente, dice.
Para él, todo este proceso responde más a emociones de curiosidad que a sabiduría consciente de los oficios y profesiones.
Carlos Fernández Roselló es metodólogo provincial de la Organización de Pioneros José Martí y deja clara la diferencia entre formación vocacional y orientación profesional. No es lo mismo, recalca. Falta información sobre las diferentes carreras que pueden estudiar, tanto en alumnos como en profesores. La formación vocacional, con sus limitaciones actuales y el deterioro inevitable del Palacio y el Centro de Exploradores por la falta de recursos y los años de explotación, funciona alguna vez en cada escuela, aunque no tenga la calidad ni las condiciones de años atrás, dice y reitera que, sin embargo, la orientación profesional no se prioriza como debe ser.
La investigación del doctor Iosvani Hernández cita lo planteado por Agudelo Mejías, quien testifica que la orientación profesional es la función dirigida a ayudar a un individuo a elegir un tipo de educación o una formación profesional de acuerdo con sus aptitudes, capacidades, intereses y las oportunidades de empleo, con el fin de facilitar su adecuación y adaptación al régimen de educación o formación profesional, de desarrollar sus potencialidades y prepararlo para la vida profesional.
¿Se cumple esto con el hecho de montar centenares de círculos de interés? No. Estos colectivos complementan la misión, afianzando los intereses primarios por una profesión. Puede que aquí esté la verdad sobre el porqué, si me pasé seis grados queriendo ser y jugando a ser… al final se opta por otra cosa. Los propios alumnos lo han dicho, la tentación por lo nuevo y la persistente curiosidad de los niños sustenta, en la mayoría, la afiliación a los círculos de interés. Incluso, a veces se debe al instructor que llegó primero a la escuela a mostrar y a captar.
¿LA VERDAD ABSOLUTA?
Muy difícil, siempre es relativa. Cierto es que la necesidad de reemplazo de profesores para los años por venir requiere de una interiorización profunda y no de campañas que mutilen la calidad, la empatía y la idoneidad que exige y merita una profesión de este tipo.
Verídico también que hay una resistencia familiar y, hasta social, por ingresar en carreras que no generan ingresos en moneda libremente convertible o muestren, de algún modo, la posibilidad de un mejoramiento económico en lo personal y doméstico. El magisterio no escapa de esta lista y se le pueden añadir muchas insatisfacciones en el orden material, comparado con la jerarquización que tiene la atención al hombre en otras profesiones. Por años no se le vende una muda de ropa a los docentes. Si bien el salario creció, también lo hicieron los deberes laborales y los precios. La entrega de viviendas es otro talón de Aquiles en espera. El éxodo de maestros, y las posibles razones de cada quien, son puntos de miras para la juventud. En el campo, pasan mucho trabajo para trasladarse hacia las distantes escuelas a causa del transporte.
Todo ello forma, sin dudas, estados de opinión, menoscabo de la imagen del profesional ante sí mismo y el medio en que se desempeña. Crea una falsa, quizás subjetiva o ególatra, competencia y al poner en la balanza la toma de decisiones, gana la que mejor se ajuste a los intereses personales, aspiraciones y modos de asumir la vida según las circunstancias. Y estas huellas oscuras están a la vista de los jóvenes, quienes, seguro, sacan sus propias conclusiones. Todavía hay historias que contar.
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