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El regreso del profeta Alfredo

El regreso del profeta Alfredo

 

Por Graciela Guerrero Garay      Fotos: De la Autora

Alfredo Lorenzo Mejides solo tiene diferente las “nieves” que le adornan su negra cabellera. Es el mismo profeta inquieto, empático y decidido a darlo todo por el mejoramiento humano. Dimensión esta que, en su caso, significa trabajar sin medida mientras un chaparrero necesite de los servicios del Taller de Reparación de Enseres Menores.

Hace catorce años tuve el placer de entrevistarlo por sus relevantes logros como innovador destacado de “La Aguja”, uno de los locales más visitados del municipio Jesús Menéndez por ser la coordenada exacta donde se arreglan las ollas eléctricas – las llamadas reinas- y las arroceras que, día a día, garantizan la comida de la familia.

Sin embargo esta vez no está contento, aunque sí satisfecho de que su carta de alerta y denuncia la publicó el diario digital Juventud Rebelde, bajo la rúbrica del destacado colega Alejandro (Pepe) Rodríguez, y en la cual pone al desnudo cómo las compras inadecuadas de los insumos y materias primas para reparar los equipos electrodomésticos, no solo afectan la economía del país, sino que conllevan a que la atención al cliente sea como el socorrido cuento de “la buena pipa”.  

Los trece años que mantiene su Condición de Vanguardia Nacional, ese andar inquieto y previsor, junto al gesto exacto y la palabra imprescindible, hacen de Alfredo un hombre querido y popular más allá de Chaparra, donde vive con el orgullo de que sus hijos encajen en los sueños que tuvo para ellos: “Alfredito, el mayor, me estudió en la escuela Camilo Cienfuegos y es hoy de la Marina Mercante, y Alejandro pronto será Estomatólogo. Son mi orgullo…”

Como tocado por un hada, abre el portafolio y me muestra a su pequeña nieta de cuatro años, quien no simula la necesidad de ir tras las huellas del abuelo y con sus expresivos ojos achinados posa para la foto, “que fue la carátula de mi último trabajo para el Fórum. Toda una sensación de chiquilla inteligente y curiosa. Ahí la vez intentando sacar un tornillo para reparar la olla. Es otro de mis grandes amores”.

Alfre – como llaman con cariño a este apasionado innovador- confiesa no dormir tranquilo hasta que en el país no se generalice su “nueva y probada idea” de sustituir el microinterruptor de la olla arrocera, modelo MGTP, por el presostato.

Al indagar sobre su inventiva dice: “En todas las provincias hay cientos de ollas arroceras de ese tipo rotas y, de aplicarse esta innovación, se resolvería el problema. Ahora el microinterruptor que se compra es de dos patas y dura muy poco. Los almacenes nuestros tienen el presostato. Solo se trata de cambiar una pieza por otra, y se ahorran millones de pesos por concepto de importaciones, al tiempo que la mujer trabajadora, que es la benefactora primaria en este caso, ya no sufriría más al momento de cocinar.

“Esta es la razón por la que siempre estoy en la búsqueda de alguna solución para estos equipos de cocina, porque son varios los modelos y muchas las vías de adquirirlos por la población, pero cuando se rompen es el verdadero caos, pues no siempre hay coherencia entre lo que entra al país para nuestros talleres y las piezas que se necesitan para una reparación de calidad y duradera. Este es un tema que hay que resolver. El pueblo se queja, reclama y uno no tiene respuesta, realidad que deteriora el prestigio del taller y sus mecánicos. Es un problema nacional, créame.”

Firme y sencillo, este chaparrero- tunero, como gusta decirse de vez en vez, tiene varias decenas de certificados de reconocimiento a su trabajo, la Medalla 55 Años de la CTC, el sello Forjadores del Futuro, la Medalla de la ANIR e incontables innovaciones que ocuparon titulares en los Medios Nacionales, Provinciales y Locales a lo largo de sus más de 30 calendarios como técnico, resumidos en más de veinticinco importantes soluciones en el Fórum Provincial de Ciencia y Técnica y ocho trabajos con categoría de Relevante en esos eventos.

Sin embargo, Alfredo Lorenzo Mejides no se vanagloria. Su amor es el eterno oasis donde la satisfacción de los clientes pervive a diario. O lo que es igual, decir que su energía vital depende de las sonrisas que les regalan quienes, por centenares, visitan el Taller La Aguja de Chaparra y vuelven a casa con sus ollas listas para cocinar. Por eso es un profeta en su tierra y gracias a su divino don de hacer el bien, regresa con nuevas ideas en su mente, como una estela de luz que trasmuta las oscuridades de la dificultad y logra el milagro de que sus paisanos tengan el alimento a tiempo sobre la mesa.

 

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