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Julio Montes: Sin secretos para amar la vida

Julio Montes: Sin secretos para amar la vida

Por Graciela Guerrero Garay    Foto: Cortesía del entrevistado

Sus largas y finas manos todavía buscan el sueño de encontrar una guitarra aunque, como todos los seres humanos que llevan en sí una fuerte añoranza, la  dibuja en las tardes que no dedica al estudio. Le saca las notas y galopa en esas emociones propias de quienes no renuncian a lo que tienen dentro.

En estos viajes a los recuerdos y el reencuentro descubres, un día cualquiera, al doctor en Medicina y Especialista de II Grado en Neurofisiología Clínica Julio Montes Brown, un tunero que siente y entrega hondo la carrera que escogió y a la cual dedica todos sus esfuerzos, como profesor, en las consultas y en esa superación constante que no escapa jamás, ni en vacaciones, de sus hábitos cotidianos.

¿Es una vocación innata o algún hecho en tu vida te llevó a ella?

-          Mi infancia estuvo marcada por frecuentes y fuertes crisis de asma bronquial y, por esto, fui ingresado muchas veces en el único hospital que tenía Las Tunas en la década del 60 y 70, hoy el Pediátrico. Siento en mí la influencia de la atención que recibí allí. Creo que de alguna manera incidió en mi vocación y la decisión de estudiar Medicina.

No sabe bailar pero siente predilección por el baile, otras de “sus marcas” en un carácter que simula demasiado serio a un encuentro fortuito y que, después, te regala una fiel amistad y una cordialidad enorme, en conversaciones que pueden ser infinitas en cualquier tema, sobre todo si se trata de cómo entregar más a los pacientes y, de manera especial, a los niños y jóvenes.

Uno es, de alguna forma, lo que creció con uno durante la infancia. De esta etapa inicial, ¿hay algo que guardas con especial cariño?

-          Crecí en el reparto Casa Piedra. Allí transcurrió parte de mi infancia y la recuerdo con cariño. Sin embargo, el lugar especial lo tiene la esgrima, un deporte que siempre me hizo vencer mis limitaciones personales con el asma. Después del horrendo crimen de Barbados, me comprometí más. Tenía 13 años.

-          Con el florete, mi arma preferida, tuve satisfacciones enormes  en eventos provinciales, regionales y nacionales. Fue muy gratificante participar en los Juegos Nacionales Universitarios, Galenos 83, durante mis primeros años de la carrera, que comencé en el Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas (IPBC) Victoria de Girón, en La Habana.

Cuando no monta su bicicleta con la larga bata blanca que lo distingue, quizás nadie imagine que en este hombre sencillo se acumulan mucha profesionalidad y conocimientos, aún sin cumplir sus 49 años. Desde 1988, al obtener el título de Doctor en Medicina, decidió atesorar una vasta hoja de servicios y fomentar su talento.

Al año de graduarse deja Las Tunas por un tiempo y comienza a trabajar como Médico Residente en Neurofisiología Clínica, en el Instituto de Neurología y Neurocirugía de La Habana. En 1993 regresa y el hospital Ernesto Guevara de  la Serna recibe a un Especialista de I Grado en esa especialidad.

¿Cómo valoras estos primeros pasos en tu carrera?

-          Esenciales. Es una experiencia grande y satisfactoria decir hoy que también inicié en esta etapa mi labor como profesor Auxiliar, en la Universidad de Ciencias Médicas Zoilo Marinello, y desde 1996 disfruto el deber de contribuir a la formación de médicos especialistas del territorio.

Julio Montes es sencillo. Su pasión por aprender sobresale en la mínima tertulia. Logra una empatía singular con sus pacientes, a pesar de que no anda siempre con una sonrisa pegada en el rostro. La delicadeza de su trato, su talento y educación lo identifican y lo “pegan” en esos archivos enormes donde guardamos a las personas respetadas y queridas.

Luchador, como el floretista que pervive en su pecho, no descansa. Un día se le encontró por Holguín, en el Centro para la Investigación y Rehabilitación de las Ataxias Hereditarias  y desde allá vino para dejar huellas en la atención y caracterización clínica- epidemiológica de las Ataxias Espinocerebelosa tipo 2 en la provincia.

Contribuyó también con el inicio y expansión del proyecto doctoral relacionado con el diagnóstico de la función autonómica cardiaca, estrechamente relacionado con la morbi-mortalidad de origen cardiovascular.

En las Neurociencias sus aportes teórico –prácticos son vitales. La muestra está en contar con más de diez publicaciones como autor y co-autor en revistas internacionales, e igual cifra en las nacionales. Tiene ocho Diplomados, más de dos mil cien horas en cursos de postgrado en diferentes categorías y asistió hasta hoy a 25 eventos científicos del país y foráneos.

Toda esta intensa actividad parece no dar margen para más. ¿Qué hay con el esposo y el padre, el militante?

-          Me planifico. Impartir también más de mil 500 horas de cursos de postgrado con carácter provincial y nacional, no me impidieron asumir con orgullo y responsabilidad el cargo de Secretario del Partido en el Hospital y ser Vice- Director. Ayudo en la casa, me gusta cocinar y creo que como padre se me quiere y he ganado un lugar, sin ser exactamente un padre biológico.

La sonrisa le ilumina los ojos y contrasta con su tez bien morena. Está igualmente muy contento de obtener alta calificación en su tesis de Máster en Didáctica de la Educación Superior y ser el primer Doctor en Ciencias Médicas, formado en la Universidad de Las Tunas.

Con tantos éxitos, ¿vas a descansar un poco?

-          No. La investigación para mí es una necesidad. Un médico jamás puede renunciar a ello y más ahora que cada minuto surge algún adelanto científico, un nuevo medicamento y hasta una nueva enfermedad.

-          Mis principales líneas hoy son la evaluación de la función autonómica cardiaca, en enfermedades neurodegenerativas, y la función del sistema auditivo y vestibular. Este último estudio está muy asociado al Programa Nacional de Implantes Cocleares, en el que la nación invierte enormes recursos para incorporar a niños hipoacúsicos al mundo de los normo-oyentes.

-          Creo que por todo esto, por el valor de la medicina cubana y la nuestra, la tunera, que tanto ha crecido en los últimos años, me honra poder decirte que actualmente formo a los nuevos Licenciados en Logofonoaudiología, una joven carrera que en nuestro país se dedica al diagnóstico y rehabilitación de los trastornos del lenguaje y la audición.

Y entonces me arrastra allá, a la consulta que tiene en el Pediátrico, donde acaricia esas cabecitas tiernas que no saben del mundo del sonido y que Cuba, con doctores de su talla, le siembran la esperanza de manera gratuita para devolverle, en la medida de lo posible, los buenos colores del ruido y el placer de la escucha.

Montes Brown puede contar la alegría de los padres ante una certeza clínica y, allí, él vuelve a poner el alma como todos los días.  Y esa guitarra, su guitarra perdida, toca un vals… el vals de las mariposas.

 

 

 

 

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