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Panes de letras moldeados con perfume de mujer

Panes de letras moldeados con perfume de mujer

 

Es la educación primaria la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Son las escuelas la base de la civilización.

Domingo Faustino Sarmiento

Por Graciela Guerrero Garay     Fotos: De la Autora

Ninguna obra humana puede ser perfecta pero, al menos, una cala la fuerza de voluntad por hacerla mejor. La mañana que compartí un poco más de lo habitual con las maestras y maestros del seminternado Rafael Martínez Martínez, de esta ciudad de Las Tunas,  reafirmé que los educadores tuneros tienen garras en el alma para moldear esa arcilla que late en cada ser humano, sobre todo si son niños.

No resulta siempre fácil lidiar con alumnos de diversas edades y cumplir el horario extendido de los seminternados, centros donde los escolares llegan en las primeras horas de la mañana y salen a las 4 y 20 de la tarde, incluso un poco después, en dependencia de la jornada laboral de los padres, pues estas instituciones existen justo para beneficio de las madres trabajadoras y son una protección social para las familias obreras.

En el centro laboran 97 trabajadores entre docentes, auxiliares pedagógicas y personal de servicio, con una matrícula de 570 estudiantes de primero a sexto grados.  Estos días de diciembre tienen el color del homenaje y el cariño que se les entregan a quienes escogieron la profesión de enseñar y educar, metas enormes y llenas de retos colectivos, personales y sociales para superar el concepto de que la escuela es únicamente un lugar para aprender a leer y escribir.

LOS TACONES ALTOS DE ANA ANTONIA BOSSÉ

Guarda cada recuerdo de su familia haitiana allá en el municipio Manatí, donde nació y heredó de sus raíces paternas la pasión de ser maestra. “Todos estaban ligados al magisterio y con ellos me crié. Jamás olvido la influencia de una tía de mi papá, cuya descendencia se inclinó por esta hermosa profesión. Empecé en un aula y de ahí a directora, donde estoy ahora”.

De ademanes suaves y una sonrisa a medio dibujar, Ana Antonia Bossé  siente algo especial por sus 26 años dentro del sector de Educación y dirigir hoy uno de los seminternados de referencia en el municipio Las Tunas, no solo por los servicios que presta a las madres trabajadoras de una de las zonas más pobladas de esta capital, sino porque aquí cursaron sus primeros estudios una considerable cifra de los profesionales que llevan – y llevaron- el empuje económico social de la provincia.

Con un claustro de 73 maestros, de los cuales  once son máster, se empeñan en  consolidar aún más la aplicación de la Resolución Ministerial 186, encaminada a organizar el proceso educativo a partir de la cobertura docente, al tiempo que fortalecer el trabajo metodológico y la superación son objetivos constantes.

Trasmitir sus conocimientos a los estudiantes es la mayor satisfacción de Ana, una mujer que ama su trabajo y lleva el orgullo de no contar con alumnos desaprobados en el centro, mientras aspira que los cuatro niños de meseta baja que tiene en la matrícula venzan sus grados y aprendan con calidad.

Cual tacones altos su sueño es crecer e ir adelante, para que el “Rafael Martínez Martínez” mantenga el prestigio y niñas y niños desde el aula y en las actividades extraescolares puedan ser mejores ciudadanos, con sólidos conocimientos y basta cultura como necesita la provincia y el país. Este curso escolar trabaja fuerte para ello.

“Mi familia me apoya mucho y a pesar de que no siempre una tiene todo el tiempo que desearía para estar en casa, comparto la felicidad de mis dos hijos que estudian medicina sirviéndoles de paciente. Así ellos estudian y practican sus clases y yo disfruto sentirme realizada como madre y profesional”, dice y otra vez una sonrisa adorna su rostro.

ENTRE LAS ALGARABÍAS Y LOS MAESTROS

En la educación no hay epílogos. Gota a gota el cada día hace el camino y la hora del receso es una algarabía multicolor de juegos, voces y uniformes en la plaza, mientras otros forman fila delante del comedor. Las maestras y auxiliares pedagógicas andan como catalejos activos detrás de cada movimiento para, en escasos minutos, volver a las aulas.

Según el horario, la intranquilidad o el silencio hacen galas. El momento de los deportes especializados es después de la jornada de clases, cuando cae la tarde y los pasillos se llenan de madres, padres, abuelas, abuelos... Entonces es el encuentro para saber, cara al maestro o maestra, cómo van la disciplina y el rendimiento escolar. Para algunos, una mirada de alerta y “regañona”. Para otros, una suave caricia en la cabeza, un apretón o un beso.

Al final el pan de la enseñanza llena el alma entre perfumes de mujeres, porque el “Rafael Martínez Martínez” lo marca la fuerza femenina, sin que sus maestros pierdan ese protagonismo hermoso que, todos, hacen del arte de educar una luz infinita, aunque diciembre sea el elegido para compensarles el interminable amor que entregan la vida entera.

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