Las horas del alma en el Gustavo Aldereguía
Por Graciela Guerrero Garay Fotos: Cortesía de la entrevistada
Las Tunas.- No la conocí con el uniforme verde y el nasobuco, a pesar de sentirla muy cercana desde sus andares como enfermera de mi consultorio. Solo la mirada profunda que reestrenaba, de puerta en puerta, durante las campañas de vacunación contra la poliomielitis o en las visitas de seguimiento a pacientes y embarazadas permitió que la identificara. Al regresar de la misión en Venezuela fue a trabajar al policlínico Gustavo Aldereguía. Hace mucho no la veía y noté sus ojos diferentes. Estaban mucho más desvelados y pasionales que de costumbre. Luego supe el porqué.
Acordamos hablar por el chat. Carmen Delgado Acosta no tenía tiempo para más. Ella forma parte del gran equipo que en ese centro asistencial del reparto Santos, en esta ciudad, integra la barrera humana contra el Covid -19. Trabajan 24 horas y desde el Cuerpo de Guardia de aislamiento, en fortaleza con el grupo de respuesta rápida, desborda en retos que pueden complicarse de un momento a otro. Hay mucha tensión en la aparente calma que diluye los minutos. No hay lugar para encuentros de viejas amigas. Solo caben el compromiso profundo por la profesión y la vigilia.
El “Aldereguía” – como le llama el pueblo comúnmente – es una suerte de hospital para los más de 15 mil habitantes que residen en los repartos Santos y Buena Vista, las zonas urbanas más pobladas de la parte Este de esta capital. Allí, tradicionalmente, buscan el socorro a sus dolencias por la integralidad de los servicios y la cercanía comunitaria, además de la calidad humana y la preparación de sus trabajadores, quienes en estos tiempos de pandemia lo convierten en su “casa verde”.
“Nuestro objetivo es atender en el cuerpo de guardia – cuenta Carmen - a quienes llegan con síntomas respiratorios o los casos sospechosos de coronavirus. Aplicamos los protocolos establecidos. Somos un equipo bien unido, la doctora Anitza Vázquez, yo como enfermera y Reyna Caballero, que es la auxiliar de limpieza y trabaja a la par y todas corremos el mismo riesgo, pero nos entregamos con igual amor a nuestra misión.
“Es muy intenso todo, pues el proceso comienza aquí y hay que hacerlo rápido y con mucha profesionalidad. Al menor signo de algo sospechoso, aislamos al paciente, y los viajeros interprovinciales se llevan a los centros habilitados para su control y observación. Desde aquí sabemos que de nosotras depende mucho que la vida de los tuneros no se comprometa y no exista contaminación local”.
En sus palabras mediante el video llamada está la misma perseverancia y altruismo que la llevaron a destacar en su misión internacionalista. Reencontré a la enfermera que no descansaba desde que entraba al consultorio y jamás subestimó la labor de sus colegas.
“Bueno, también es meritorio el trabajo del Equipo de respuesta rápida. Esto no es solo mi labor, sino la de muchos. Es fuerte porque somos humanos, sabemos que la familia está inquieta por nosotros, que los que atraviesan por estos riesgos están desesperados. Por eso detrás de estos trajes hay muchos sentimientos y responsabilidad.
“Te puedo hablar de las tres jefas del Grupo Básico de trabajo, las doctoras Lisandra Guerrero, Iliana Luis y Yulit Basalo. Las supervisoras, Gelsy Cordero, Yanelis López y Yoandra Leyva. O de los licenciados en Higiene Yaneisy Santiesteban, Ailen Villagómez y Daili Fernández. Es un equipo grande, unido y muy entregado. No nos importan las horas. Estamos conscientes de lo que significa nuestra misión para la provincia y el país”.
Y de pronto encuentro su mensaje apurado: “No olvides poner a los choferes, a los compañeros de vectores, a todo este policlínico Gustavo Aldereguía que lucha por la vida y confía en que el Covid – 19 será una victoria para cada trabajador de la Salud en Las Tunas y Cuba. Ahh, y más allá de los mares”.
Son las nueve de la noche. Los balcones de mi barrio retumban de aplausos. Pienso en Carmen, mi amiga y mi enfermera. En todos esos rostros que hoy uno ni identifica así de pronto. En los abrazos que congelan en el alma, como ella, quien apenas disfrutó sus vacaciones al regresar de Venezuela. En los riesgos y esa mezcla de dolor inevitable que les invade en los silencios del corazón a todos ellos cuando, sin conocer al paciente, saben que ponen en sus manos y talento el destino de sus vidas y muchos más.
Entonces comprendí porque su mirada profunda estaba húmeda. Son las horas del alma en el “Aldereguía”.
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