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No me sueltes las manos, papá

Por Graciela Guerrero Garay

Tu pecho fuerte es el almohadón de estrellas que me regalas, cada noche, con ese cuento de maravillas que cierra, poco a poco, mis ojos. Tu figura, sobria y dulce, me hace sentir más hondo los regaños o los ¡Upa!, cuando un tropezón me lleva de bruces al suelo.No sabes cuánto disfruto esa compañía tuya, aunque te mire “torcido” por tantos consejos, advertencias, cuidados y hasta una que otra palmadita en la espalda. Es tan bueno sentir que uno tiene un papá…Día a día crezco contigo, tal vez por eso desde ahora creo que siempre querré ser  pequeño para ti…para que no nos perdamos entre el apuro de la vida y pueda, quizás, alguna vez, sentirte lejano… Nadie puede sustituirte, jamás le creas eso a quien te lo diga.Ahora mismo, ya soy viejo y tu estas ahí, para suerte mía, más viejito aún y me pierdo en tus canas… pensando…buscando en la memoria cuando me llevabas a pasear en las tardes, a jugar pelota, a la escuela…, cuando inventaste aquel juguete de palo del que me antojé…cuando le curaste el “yayay” a la muñeca…me ponías los zapatos, me montabas en el velocípedo…Papá, querido papá… no importa la edad, no importan los tiempos, no cuentan los modos…algo más inmenso que la vida misma nos abraza y confunde, nos une y multiplica, nos hace perdonarnos, nos funde para siempre…Por eso este día, el Día de los Padres, estás en mí como el aliento y la sal, la risa y el llanto, el hoy y el mañana…solo te pido algo… estés donde estés, no me sueltes las manos, papá. 

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