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Periodismo en Las Tunas

Periodismo en Las Tunas

 

 

Justo Premio a un “bichito”

 

Por Graciela Guerrero Garay  Fotomontaje: Chela

 

No hace dos meses desde que el Día de la Prensa Cubana nos traía a todos con los amores revueltos. A lo largo y ancho del país se hablaba de Patria, ese periódico que fundó José Martí en el exilio para dar voz pública a las ideas de independencia que sustentaban al Partido Revolucionario Cubano, en el lejano 1892. El 14 de marzo justamente terminaron las actividades de una Jornada que cada año  es más vital y necesaria entre quienes ejercemos el periodismo en la Isla.

 

Encuentros entre colegas, con los lectores, talleres, exposiciones… en fin, la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) agasaja a sus miembros y se dan los resultados de los concursos nacionales y provinciales, como los de la emulación entre territorios. Enhorabuena, los tuneros llevamos años consecutivos en la lista de los ganadores y sin que el ego se suba en la marea alta, vale decir que nos sentimos muy orgullosos de ello pues por muchísimos más fuimos un dato nominal dentro de esa estructura.

 

En esta Jornada, todavía fresca en la memoria, afloró ese esfuerzo gigante que solo quienes estamos dentro del sector y lo miramos sin paños tibios sabemos, porque en realidad se partió y levantamos desde cero, no solo en la Delegación Provincial, sino en las de base, en los órganos de prensa. La buena mano de Adalys Ray, como presidenta, y la sumatoria de largas horas de sacrificio, desvelo y ahínco de muchos colegas trajo flores y frutos y ubicó a Las Tunas entre las mejores de la nación.

 

Son cosas que tenía por decir desde el acto provincial por la efeméride. Ese halo de bienestar que se siente cuando se escucha un informe objetivo, crítico, inconforme con lo hecho a sabiendas de que se puede hacer más y que no siempre se “tira” parejo, pero que a la vez no quita el regocijo por el cumplimiento ni la alegría ante los avances.

 

Por eso y más, aunque estuve entre la lista de premiados, recibir la noticia de que mi querido colega Freddy Pérez Pérez, ganó el bien ganado y merecido Premio Provincial de Periodismo Rosano Zamora Padín por la Obra de la Vida, me llenó más de felicidad que el mío. Y no es un arranque de zalamería ni falsa modestia. Sencillamente, desde que empecé a caminar como estudiante entre los pasillos de la redacción del Periódico 26, allá por el año 78, veo al mismo Bolo – como cariñosamente le decimos – pegado a la cuartilla, enfrentando problemas de todos los tamaños, luchando contra lo que sea, pero ahí, alimentando con mucha dignidad, ese “bichito” que llevaba dentro desde que corría descalzo por los montes de su Santa María, en el municipio de Jesús Menéndez.

 

Más que el visto bueno de un Jurado – que trabajó para mi concepto con mucha limpieza, mucha ética y mucha responsabilidad – o el aire de triunfador que pudiera saltar en el iris de los ojos de Freddy, ver a este viejo y querido amigo, a este periodista de corazón y espíritu, de pluma en ristre y adarga al brazo, con ese diploma – otro lindo trabajo de la UPEC- en alto, frente a sus compañeros del periódico 26, de la Radio y la Televisión en la provincia, fue tremendo porque, sin egos demás, hace años sentía la necesidad de este momento. Hace años defendía un galardón así, a la medida de la talla y el trabajo de Freddy.

 

Y también disfrutar de la certeza de que en su modesto hogar dos mujeres que forman su vida y su historia, su esposa y su hija, le abrazarían fuerte, muy fuerte y quizás hasta llorarían de emoción y plena dicha.  Ellas, con paciencia, amor, soledades y serias limitaciones de salud, igual que el Bolo, ganaron el premio, ese que no tiene rostro público, pero allí, entre las paredes del hogar, el cotidiano bregar de la familia, van cosechando con su apoyo espiritual, moral, revolucionario.  

 

Este acuse se lo debía a este decano del periodismo tunero. A uno de los que yo llamo los viejos troncos de 26, igual que al maestro Juan Emilio Batista, tintas puras de los minuto a minuto  de nuestro semanario, antes diario y vocero por excelencia de ese pulso que, día a día, hace nuestro pueblo por su propia vida e historia.

 

Y como estas líneas las robé de las memorias de mi agenda, - sin pedirle permiso a Freddy para decirle, con el mismo cariño que su ahínco se me convirtió en ejemplo y reto durante tantos años, que le agradezco el formar filas de este gremio de las letras impresas y darme la oportunidad de sentirme su amiga y colega - , republico la entrevista que le hice a raíz de los 30 años de nuestra casa común, el Periódico 26. Vale la pena asomarse a los mosaicos que hacen de su andar profesional una primavera de sueños. Y es otro aplauso y justo premio a ese “bichito” que nos dejó conocerlo, quererlo y respetarlo desde un buró lleno de cuartillas en el Salón de Redacción. ¡Felicidades, Bolo, un millón de Felicidades, bien que te las ganaste!

 

ENTREVISTA A FREDDY PÉREZ, DEL SEMANARIO 26 DE LAS TUNAS

 

30 Aniversario Periódico 26

¡Testarudo “bichito” el del Bolo!

 

Por Graciela Guerrero Garay  

 

 

Se ganó mi admiración y respeto cuando, siendo aún estudiante, empecé a descubrir su historia de saltos altos para llegar a sus sueños. Allá por Santa María 7 ½, del municipio Jesús Menéndez, solo había caña y esos yanquis Hits, Williams, Nelson, Apercué, dueños de los antiguos ingenuos azucareros Chaparra y Delicias, de la Cuban Sugar Mills Company,  que lo hacia sentir esclavo.

 

Su padre había sido claro: “te voy a afilar una mocha liviana para que a partir de mañana, cuando me lleves el desayuno a las 7:00, me ayudes a cortar caña porque nos morimos de hambre”. Tenía once años y apenas había podido aprender a juntar letras, como se decía entonces. Las libretas escolares se trocaron en afiladas mochas desafiando la lluvia, el frío de aquellas heladas madrugadas, a pesar de mis crisis de asma y los azotes del paludismo junto a mi papá y de otros que corrían igual suerte.

 

 

El “bichito” que venía en su genoma, a pesar de tanto y todo, estaba ahí. Ese niño curioso, investigador, buscador del porqué de las cosas, entre más se metía en los cañaverales, más soñaba y se aferraba a encontrar la luz. Llegó enero de 1959. Ya no podía recuperar los juguetes que no tuvo, ni la juventud de travesuras y divertimentos, pero podía aprovechar la historia nueva. Eso hizo.

 

Primero, la Campaña de Alfabetización, luego la Batalla por el Sexto Grado; más adelante la Secundaria Obrero Campesina y la Facultad. Nunca abandonó los cortes, pero en 1966 fue liberado y empezó a trabajar en la granja agropecuaria Mario Pozo. La vorágine revolucionaria de los 60 – 70 me incentivó a comenzar el oficio noticioso. Escribía mis notas en grafito y las trasmitía por teléfono de magneto a  Radio Libertad, de Puerto Padre. Mi mayor satisfacción era escuchar el mensaje en el estelar vespertino de esa planta, ese fue el estímulo para desempeños mayores.

 

 

Freddy Pérez Pérez no se detuvo más. En 1968, el Partido lo designa Corresponsal del municipio Jesús Menéndez para reportar para el periódico Sierra Maestra y las Radios Revolución y Libertad. Su osadía le gana un espacio en el rotativo Granma y, en 1970, recibe un carné que lo acredita como Corresponsal Voluntario. Su felicidad se traduce en más esfuerzo, más desafíos, más superación, hasta licenciarse en Periodismo.

 

 

Cuando este Semanario se funda como diario en 1978, este colega testaferro y apto para peleas de grandes ligas, pasa a formar parte de su colectivo de redactores. Con esos remolinos de amor en la piel y el alma, maduro y sapiente, me confiesa que han sido 30 años de intenso trabajo y de ejercicio constante de lo que en definitiva siempre soñé, y posible solo por esa madrugada de la Santa Ana.

 

 

El Bolo – como un día le bautizaron sus colegas por cariño y esas grandes y hasta imposibles anécdotas que hay detrás de la vida de los periodistas-, es un testimonio vivo de cuanto se puede hacer por una meta….y aquí está con más de 67 años confesando que no me siento realizado ni satisfecho, sino solamente agradecido de cuánto me han servido… siempre estaré en deudas y deseoso de dar algo más por el mejoramiento humano.   Este colectivo lo tiene probado, ni su enfermedad, ni los años, ni las dificultades, lo han detenido. ¡Manera de ser gigante el “bichito” este!     

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