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Rafael Ferrero, un escultor de luces y sombras

Rafael Ferrero, un escultor de luces y sombras

Este era mi amigo. Un hombre luchador, un maestro, no solo de las artes plásticas ni de la escultura monumentaria, sino de la vida misma, a quien le aceptó todos los retos.

Hace tiempo no le veía y su muerte - que jamás será verdad porque llenó de buenas huellas cada pedazo de suelo que estrenó en sus mañanas y sus atardeceres, en sus noches creativas, siempre...- me ha dejado el deseo de saludarle con un beso. Los ángeles se lo darán por mí.

Y como no me dejó tiempo para escribirle unas líneas, aquí les dejo con una entrevista que le hiciera mi ya colega Yelaine Martínez Herrera, una joven periodista tunera que no me cansaré jamás de decir que fue mi alumna y mi diplomante. Sencillamente, porque es linda y lleva el periodismo como lo que es, un Quijote para todos los tiempos.

Estarás en la luz, amigo Ferrero. Solo estás escondido entre tus esculturas. Seguiremos contigo. Y te encontramos. (Graciela Guerrero Garay)

Por Yelaine Martínez Herrera  Foto: Peña.

Hablar con uno de los fundadores del movimiento escultórico en Las Tunas me producía cierto espanto, pero el carisma del interlocutor y su manera tan natural de contestar mis preguntas, me tranquilizaron un poco.

 “La escultura es difícil, produce katacomba, churre, piedra, escombros...” Así comenzó Rafael Ferrero Lores su entrevista. Ahora no creo que haya muerto. Ni siquiera el cáncer que ayer apagó su vida podrá borrarlo. La Gimnasta, el Pato Yuyuyo, la fuente del Hotel Tunas, la obra Vuelo, el Monumento a la batalla de Palo Seco y otras piezas, llevarán su insignia  por siempre.
Desde aquel 21 de febrero de 1945, fecha en que nació, estaba destinado a ser grande. No le gustaba la escultura, pero siendo tractorista en Las Parras, Majibacoa, descubrió la pasión por los cinceles y nunca más se apartó de ellos.

Ya en 1977 participa en el Tercer Encuentro Nacional de Escultores, inaugurado con la prueba de surtidores y luces de La Fuente de las Antillas, realizada Rita Longa Aróstegui, quien se desempeñaba como presidenta del Consejo Asesor para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental (CODEMA) en la provincia. Allí brotaron los cimientos para que Las Tunas se convirtiera en la Capital de la Escultura Cubana. Sobre aquellos inicios comentó:

“Antes de los encuentros nacionales, había dos o tres escultores que hacían obras por encargo, pero no se convocaba a salones. Algunos profesores de escultura camagüeyanos intentaron hacer un evento. AZORÍN, una empresa de cerámica de esa provincia, asesoró el hecho; pero muchas de las piezas se rompieron o se perdieron. En Santiago de Cuba nació algo, los artistas se reunían, hacían bocetos, pero predominaban las obras para ambientación, con figuras de héroes. Prácticamente había desaparecido la escultura en Cuba.

“A raíz de eso, en el año 69 empezamos a hablar con Faure Chomón Mediavilla –entonces secretario del Partido en Las Tunas– y le propusimos hacer un evento en el territorio, pero no como Camagüey, sino con carácter teórico, científico. Entonces empezamos a convocar a todos los que tuvieran obras en los últimos tres años, después lo extendimos a cinco y en el año 1976 nos reunimos alrededor de 70 escultores de todo el país. Nos dirigimos a las provincias porque no teníamos un nombre que dar. Así, por ejemplo, vino Iñigo, por Guantánamo. Hubo lugares sin representantes porque no existía ni un escultor.

“El evento se realizó sin plenario, sin presidencia, no sabíamos organizar todo eso… aunque tuvimos el apoyo del esposo de Rita, que había sido Embajador de Cuba en la ONU y nos dividió por temáticas. Pero el impacto de la manifestación en el país nació o renació el 24 de febrero de 1977, con La Fuente de las Antillas. Esa obra cambió la idea que teníamos de la escultura y empezaron a hacerse piezas a escala urbana. Además, cada participante donaba una obra a la ciudad. Ya en los 80  se desarrolló en Las Tunas un evento internacional de escultura donde participaron personalidades de diversos países: Alemania, México, la URSS... “

Hace un alto en la conversación, enciende un cigarro y me mira como queriendo desentrañar el objetivo de la entrevista. Corría el mes de junio del año 2011.
“Tú empiezas a hacer una obra cuyo dibujo sea desagradable o chocante y no es una escultura; la escultura es para que la modele la luz, para que tú interpretes hasta la sombra.
Ahora bien, ¿de qué forma atacamos el arte? hay muchas personas que influyen en la escultura, desde un vecino que tiene un mural, hasta un funcionario que no le da importancia. Restaurar una pieza es hacer las cosas igual y cuántas fachadas nos encontramos alteradas por ahí. Me parece que no hay educación al respecto, que las personas sepan que no se debe amarrar un caballo en el entorno de una obra, que no rayen las paredes…

“Además, muchos hacen cultura para vivir o para comer, sin interesarle tanto si las cosas salen bien. Por eso, ante todo se deben hacer estudios sobre qué hemos perdido, en qué podemos ganar y qué nos caracteriza. Darle promoción a las obras, a sus autores. Desde la cultura, mostrar más respeto por la escultura. ¡Señores, hay que conservar lo que tenemos! “

Lo veo reír. Me recalca que el artista no siempre tiene las condiciones para crear, pero debe seguir haciéndolo por respeto a su público. Con su voz previsora evalúa el quehacer de las nuevas generaciones y nos deja sus consejos a manera de despedida.

“Las Tunas se ha caracterizado por poseer  jóvenes con mucho material que moldear. Algunos se acomodan a nuevos conceptos y tienen la idea “no me entiendas que yo soy el artista”, pero hay quienes tienen buena mano. A esos hay que guiarlos, que participen en talleres, realicen exposiciones, plantearles retos técnicos y que  trabajen, siempre trabajen”.

La Escuela Taller de Artes Plásticas Juan José Fornés, de Holguín; el Museo Taller de Escultura de Las Tunas; el Museo Nacional y los diversos sitios donde dejó su estampa, sufrirán su pérdida.  A los tuneros les queda el compromiso de la conservación, para que hombres como Armando Hechavarría y Rafael Ferrero no hayan donado su vida en vano por ver renacer a una ciudad.

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