Jamás olvidaremos el crimen de Barbados
Por Graciela Guerrero Garay Foto: Tiempo 21
Las Tunas.- Todos los 6 de octubre, aunque no me veas y aun cuando no esté, puedes decir que yo, Maricela, hermana de Carlos Leyva, nunca voy a olvidar el crimen de Barbados. Esos malditos terroristas le arrebataron su juventud a él y a sus compañeros del equipo, pero también mataron la alegría de 57 familias cubanas, 11 guyanesas y cinco coreanas. Enlutaron a Cuba. Desde ese negro día de 1976 jamás tuvimos paz.
Las palabras y aquel brillo difuso cansado en los ojos, marchitos y húmedos, de esta tunera me sacuden los recuerdos. Nadie lo creyó hasta que Fidel estremecía más el dolor y la rabia con aquella frase contundente: “¡Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla! Y la desgarrante noticia fue un hecho: el vuelo 455 de Cubana de Aviación, procedente de Barbados con destino a La Habana, nunca llegaría. Le pusieron una bomba y explotó en el aire. Murieron las 73 personas que estaban a bordo.
Es uno de los actos terroristas más violentos, desgarrantes y sin pasado que marcan la historia de odio contra la isla gestados por la Agencia Central de Inteligencia Americana (CIA). Sus actores Luis Posada Carriles, Orlando Bosch, Freddy Lugo y Hernán Ricardo ni después de muertos expiarán sus culpas. El tiempo tampoco seca las lágrimas ni las añoranzas de los seres queridos de las víctimas. La memoria y la condena de los cubanos por el vil ataque son también eternas.
Las Tunas perdió a dos jóvenes esgrimistas campeones. Carlos Leyva y Leonardo Mackenzie traían sus medallas de oro del Campeonato Centroamericano y del Caribe. Sus nombres reviven cada año entre quienes los conocieron y las generaciones actuales del terruño. Es una historia triste, pero por nuestra es contada y respetada, más allá del Museo Memorial Mártires de Barbados que la guarda donde fuera la casa natal de Carlitos, en la calle Lucas Ortiz 344.
Marisela rechaza tomarse una foto. Para ella su rostro tiene todas las cicatrices que lleva en el alma, más cuando la partida del hermano, poco a poco, enfermó y causó la muerte a su padre. Ella sabe que así están todos los familiares y amigos. Demasiado duro, inesperado e injusto para olvidar o conformarse.
Toma las flores y sale camino al cementerio. Con ella vamos todos. Cuarenta y tres años después, sigue vivo aquel grito de dolor y desespero profundos. Cuba igual condena al maldito terrorismo y jamás olvida el aciago 6 de octubre de 1976.
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