Virus AH1N1: Influenza
Atentos, también tenemos parte
Por Graciela Guerrero Garay
Cuba no vive en una urna de cristal. La pandemia gripal tipo AH1N1, Influenza, reporta casos en el país y, según estudios y pronósticos reales y científicos, comienza su segunda ola de incidencia en estos últimos meses del año. El Sistema de Salud cubano está activado y es totalmente confiable. Se reportan hasta la fecha 468 casos confirmados de la enfermedad, entre ellos más de 150 menores.
Hay muchos rumores y mucha certeza: son tiempos de alto riesgo en casi todo. Pero lo esencial es que ante eventos de una magnitud como las enfermedades contagiosas, TODOS tenemos parte en prevenirlas y evitarlas, en cortar su propagación. Y no es replicando anécdotas de posibles casos, hablando lo que nos cuentan o pensando que al vecino es a quien “le tocará la más fea”, como nos ayudamos y cumplimos con nuestra responsabilidad social.
Hay que ser RESPONSABLES, en mayúscula y con toda seriedad. Sin distingos de edades. Hasta a los niños hay que enseñarles a cuidarse, cuidar a sus compañeritos y mantener una disciplina consciente respecto a las orientaciones que se dan al respecto.
Desde el nefasto anuncio del azote mundial de la pandemia de la gripe tipo A H1N1, la llamada Influenza, nuestro país alertó y activó todo el sistema de Salud para evitar daños mayores. Continuamente, se informa sobre el comportamiento en el país y la provincia, por su parte, no escatima esfuerzos para hacer ver que de nosotros depende minimizar lo que es inevitable: el riesgo de que este mal nos toque a la puerta.
Sin embargo, muy pocos asumimos en serio las medidas preventivas. Llevo días observando todo cuanto me rodea. Seguimos tosiendo en plena calle sin taparnos la boca, continuamos “besándonos” sin pensar en que este hábito, tan nuestro, es ahora un enemigo potencial y no exactamente una muestra de afecto. Como nos queremos, es mejor demostrarnos el cariño con los ojos y la voz. Nos cuidamos y cuidamos al ser que queremos.
No siempre tenemos a la vista una palangana de agua para lavarnos las manos, pero podemos NO tocar objetos que son potenciales trasmisores: pasarelas de las escaleras, jardineras públicas, pasamanos o asideras de lugares comunes, recipientes de uso colectivo, depósitos de desechos y esas miles de cosas que están a la intemperie y devienen reservorios ideales para parásitos, bacterias, virosis, animales portadores y agentes contaminantes.
En estos tiempos tampoco es saludable dar las manos a “diestra y siniestra”. Es difícil, porque son costumbres muy arraigadas en todos, pero con un cordial y sincero saludo vocal o un gesto a distancia, cumplimos el cumplido de ser cortés y afectivo y estamos cortando la posible cadena de un contagio.
Nada de vivir con miedo ni en constante alarma. Es ser responsables de nuestros deberes ciudadanos, de nuestra salud y de quienes nos rodean. Somos confiados por naturaleza, descuidados diría yo, porque a través de años y años disfrutamos de privilegios sanitarios y gratuitos, de una atención médica solvente e integral y, eso, de algún modo, nos crea una auto inmunidad preventiva que ya es hora de irle cerrando pasos. Científicos y hechos están hablando claro.
El cambio climático y todo lo que está aconteciendo en este mundo en que vivimos, nos EXIGEN cambiar modos, costumbres y sentido de asumir la cotidianidad en todos los sentidos. Es una realidad tan objetiva como los riesgos epidemiológicos a los que está sometido el planeta. Ignorarlos sería dar el primer paso de un viaje sin regreso.
Todos tenemos parte en evitar que esta influenza nos ataque y deje huellas. Desde ese gastronómico, estatal o privado, que vende alimentos, hasta los cocheros que transportan a diario cientos de personas y que continúan, muchos, sin cumplir las normas sanitarias. Los grupos de inspección deben ser guardianes de la higiene.
Urge, en una palabra, que nos sintamos parte de esta lucha común. Es, como todo, podemos ser la próxima víctima, pero también el primer guardián de nuestra salud y la de los demás. Son temas que hay que hablar en familia y cultivarlos en niños y jóvenes. Ellos serán los gestores de la sociedad futura. Atentos, pues.
Y usted, amigo que nos lee allende al mar, cuidese también. Ayúdese a vivir y contribuya con las normas y la salud de su nación. En este pequeñísimo Planeta Azul en que vivimos, no hay nada diferente. La vida es un regalo de Dios aquí o allá, o más allá. Vamos a unirnos todos, sin fines comerciales, sin tremendismo, sin especulación, para salvarnos de esta pandemia del siglo XXI. Lo que es útil en Cuba lo es también en toda la tierra. El amor responsable nos salva. Puede creerme.
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