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El educador de nuestras vidas

El educador de nuestras vidas

 

Por Graciela Guerrero Garay        Fotos: De la Autora

Es matemáticamente puro. Dos y dos son cuatro y nada más, algo muy lógico y cierto pero nada cómodo cuando de canjear asuntos domésticos se trata, o liberar de un castigo (medio injusto) a los muchachos, bajar a mi querida Baby (mi perra Husky Siberiano) o quedar tabla en alguna rencilla de época. Pero con todo, no lo cambio por un leguleyo. Es mejor que el cuente y yo hable.

No es un chiste. Mi profesor, el profesor preferido de mi hijo y de mi nieta, no entra en canje ni lo someto a riesgos hipotecarios. ¡Después de 32 años tratando de encontrarle la tangente a la hipotenusa de las bodas de  Cobre!, tremendo despilfarro. Más cuando ahora se le pegó  aquello de ser como el África… misterioso y abultado y dejarse un “candadito” a lo Sylvester Stallone en sus tiempos de barba.

Es bueno tener un educador en casa, sobre todo cuando se empeña en darte clases de cocina y se convierte en el ejemplo cotidiano – no solo comiendo- sino haciéndote los platos bien ricos y librándote de lo que para una es una tortura diaria. ¡Y si es el café!, punto y aparte. No soy la única que le dice que si monta un negocio con esas coladitas, se lleva el gato al agua. Mi profe es un diamante en bruto, lo que, como todo, se me torna a veces una piedra pesada que aligera la masa con ser un excelente padre y abuelo, decir que me soporta y andar estos caminos en las buenas y las malas.

Benito, así le llaman las generaciones de generaciones que ha enseñado matemática en el Escambray, Cienfuegos, Isla de la Juventud y Las Tunas, como la mayoría de sus colegas y amigos, quizás por no confundirlo con otros “Juan” igualmente matemáticos con los cuales comparte profesión y responsabilidades, algo para el más sagrado que sí mismo y de las cuales se ha alejado temporalmente por enfermedad, porque mi profe gracias a Dios es un trinquete y tiene una voluntad a toda prueba.

En sus 44 años de ejercicio tiene todas las  medallas y reconocimientos establecidos por el MINED, ha trabajado en todas las enseñanzas y gana fama de lograr que sus alumnos entiendan la más complicada de las materias, una gracia que en efecto le va como las bromas,  las maldades y la prisa, aún cuando tenga todo el tiempo del mundo para cualquier cosa.

Nuestro Juan Benito es algo esencial dentro de las paredes de la casa y cuando sale por algunos días hay demasiado silencio para ser bonito, aunque en esta friolera de años perdí la cuenta de las veces que por señas, a voces y hasta con maña he pedido al universo que me le de vacaciones...jejejeje. Nada, al final ando – andamos- de pedacitos porque cuando el profe se va queda un espacio vacío. ¡Hasta Baby anda moco caída y arrinconá!     

El educador de nuestras vidas, por suerte, hereda sus genes matemáticos y nuestros tesoros Lloa y Sheila salieron “tacos” como el abuelo, mientras yo me aprovecho de esa calculadora viviente que enhorabuena escogí para formar mi hogar y mi familia y aquí estoy haciéndole estas letras ahora que renunció a la jubilación y se ha reincorporado como el primer día, pues uno de sus grandes e inmortales amores es sin dudas el magisterio.

Epa, pues viejuco, un abrazo bien grandote de esta tropa que te quiere mucho y te agradece más, hoy justo cuando esperamos tu nueva clase de amor a tu modo…un amor que te hace imprescindible aunque todavía, después de 32 años a tu lado, no me haya podido convencer que la matemática es más importante que el periodismo y que N a la nueve o “pi” son más concretos y tangibles que este Felicidades del alma que te regalamos un 22 de diciembre.

 

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