Semanario 26: La espiral del nuevo año
Por Graciela Guerrero Garay Fotomontaje: De la Autora
Es imposible ser parcial y lo confieso sin pena. Corre el año XXXVI y todavía tengo en la piel el calor de los primeros linotipos, con ese sonido peculiar embarrado de plomo y el tic-toc de los caracteres al caer. Despierto la memoria y veo a Roberto y a Justo, dos grandes compañeros de siempre. Tampoco encontré nunca la cinta métrica que pudiera medir los kilómetros, de empatarse, que caminamos por y entre los metros cuadrados del taller.
¡Tanto tiempo y parece ayer! Somos y no somos los mismos, aunque apuesto que a nadie se le ha matado el hambre de ser pueblo y buscar la manera más elegante y digna de vender la noticia como el pan caliente. El Semanario 26, Órgano del Comité Provincial del Partido en Las Tunas, hoy cumple un nuevo aniversario y, cada vez, se pone los tacones más altos.
Con aires de las novedosas tecnologías que ganaron el juego del desarrollo en el siglo XX, ahora las viejas máquinas de escribir son fantasmas queridos en los recuerdos de quienes rompimos cientos de cuartillas pautadas en la búsqueda interminable del verbo perfecto o la palabra más ilustrativa. La guillotina del formatista Elmer Almaguer –ya jubilado- no llena de recortes de papel fotográfico el área de Redacción y, menos, hay que esperar el proceso de revelado y secado de las fotos en el cuarto oscuro. La cámara digital es un invento noble que llenó de brillos los ojos de Norge Santiesteban, Alexis Peña y Ernesto Peña, los vitalicios fotorreporteros.
En tanto atrapó a Yaciel de la Peña, Ramón Ochoa y Reynaldo López también enamoró a los periodistas y al corrector Ángel Chimeno. Cambios… muchos en estos largos almanaques donde se perdió el diarismo y se redujeron a la mitad el número de páginas, por culpa de la carencia de las bobinas de papel y la llegada del Período Especial. Sin embargo, el replanteo de la Carta de Estilo y el estilo de trabajo no borraron el frenesí de andar detrás de “última hora”, ni las angustias de Oscar Góngora –el Jefe de Redacción- para atajar las desviaciones de la Gramática y esperar que se escriba la noticia.
En un proceso hermoso, automatizado según se incrustan los adelantos técnicos en las rutinas productivas y brincamos el “cemento” de los retos, las dificultades, la censura y los nuevos códigos que imponen la dinámica de un mundo bien apurado, eventual, sorprendente y promiscuo según las coordenadas donde sucedan los hechos. Este colectivo, el mío y el de cuantos estuvieron y no están…o los que siguen y llegan… crece y su público le da puntajes mejores cada semana.
Claro, puede que una errata llene de nostalgia a Arturo Báez y a las hermanas Marlene y Marilú Hernández. O en el Departamento de Internet se halen los pelos Yunixander Díaz, Reynier Pozo o Reynaldo López porque no hay conexión, mientras en sus alrededores igual impaciencia tengan Maryla García, Leonardo Mastrapa, István Ojeda e Iris Hernández; y los periodistas estemos con el estrés por el techo para entregar el trabajo y bajar la loma del Poligráfico, al noreste de la ciudad y a donde llegó después de la Calle Colón, donde nacieron su Redacción y Taller primogénitos.
Otro cumpleaños… vívido en mis colegas Nelson Marrero, Juan Emilio Batista, Francisco Valdés y Freddy Pérez - ya jubilados -. Desafiante para los diseñadores Roberto Escobar y Jorge González por aquello de no repetirse. Bienvenido siempre para ese personal de servicio tan utilitario - choferes, archivo, administración y secretaria- y retador como la vida misma para quienes les llenamos sus planas en blanco con el suceso del día o la semana: periodistas y fotógrafos.
En fin, 26… un árbol de semillas fuertes, germinadoras por excelencia y con unos imanes tremendos, tan grandes que siempre tiene lugar en el alma de cuantos caminaron sus pasillos y le dieron su voz, aunque partieran a otros Medios o ya no estén entre nosotros. Gigantes… al punto de mantener ahí contra viento y marea a Ramiro Segura, el Director y el más añejo del país en esos “líos”...
… Especial, tan especial que ahora mismo quisiera contarle tantas cosas que esconde en su larga barba de tinta seca, fresca, mojada, virtual y escrita que, sinceramente, no tendría tiempo para que ustedes, los lectores amados, puedan leerlo hoy cuando los cubanos están de fiesta por el Día de la Rebeldía Nacional y mi querido Periódico es un grano de maíz, donde cabe la gloria de su nombre y arrastra a un piquete de gente hermanada en misiones, cuerdas flojas y complejos caminos de una profesión a la que llegas y no quieres irte nunca.
Mi Semanario es así, y para suerte nuestra sus 35 mil tiradas vuelan y los tuneros la esperan, aún cuando no se sientan satisfechos porque no le pusimos delante de los ojos el tema que esperaban. De cualquier manera, la torta está y tenemos que dejarle las velas encendidas… hay que salir corriendo detrás de la noticia. Apenas me llevo un embarre de merengue en los dedos, pero no dejo de gritar que me guarden mi pedazo para cuando regrese. Leonardo Mastrapa, el actual Jefe de Información, “monta” si me demoro un segundo más.
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