EL TONTO Y LA MONEDA: Un vaso lleno de saber
Siempre intercambiar conocimientos, enseñanzas, experiencias y algún gesto humano, al menos una vez al día, sería un excelente modo de demostrar a uno mismo y a los demás que lleva fibras en el alma, no para que muerdan como los lobos, sino para que demuestren que detras o en ellas mismas hay sentimientos, virtudes, solidaridad y amor a uno mismo y los demás.
Por eso, en años, tengo muchos hermanos que apenas les conozco, pero me basta saberlos ahí, echando a rodar la virtud por la red para que todos seamos mejores. Son muchos nombres y de diferentes estudios y países. Son los miembros de los grupos Extrasensoriales de yahoo.
Pues uno de ellos me envío este email que puso a circular con tan bella y ejemplar lección. Acá se los dejo para que puedan también, hoy, beber de estas aguas limpias. (G.G.G)
El tonto y la moneda
Se cuenta que en un pequeño pueblo, un grupo de personas se divertían con el tonto del lugar, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía de hacer pequeños recados y limosnas.
Diariamente algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 50 reales y otra de menor tamaño, pero de 200 reales.
Él siempre cogía la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos.
Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y este le respondió:
- Lo sé, no soy tan tonto, vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba y no voy a ganar más mi moneda.
Esta historia podría acabar aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias moralejas:
- La primera: Quien parece tonto, no siempre lo es.
- La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos tontos de la historia?
- La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos.
Pero la conclusión más interesante es: Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo.
El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto, delante de un tonto que aparenta ser inteligente.
0 comentarios