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Los sueños de ser Mamá

Los sueños de ser Mamá

 

 

Ser madre es un quilate divino, un don bendecido con la más fuerte de las emociones y es para siempre. Con esta crónica les envío mis votos de respeto y cariño a todas las madres que conozco, a las que quiero y las llevo conmigo aunque el diario vivir me las aleje y no pueda decírselos como quisiera; y a todas las madres del mundo. Todas, sin excepción, merecen la pureza sagrada de nuestros sentimientos.

¡Feliz Día de las Madres!   

Por Graciela Guerrero Garay    Fotos: Ángel Velázquez (Puchy)

Quizás porque el lirio le corresponde por tradición, como la esmeralda, el misticismo del mes de Mayo sea síntesis de ese único e inviolable amor que ata para siempre: ser mamá. No importa cuán altas sean las pruebas, ni cuánto hayan crecido esas semillas que un día enraizaron en el interior de una mujer. Para ella el tiempo no pasará jamás; se eterniza entre recuerdos, añoranzas, desvelos, besos, inquietudes, preocupación y cuidados desmedidos.

Para los cubanos, dados al apego familiar y al cariño profundo, el Día de las Madres es una fecha muy especial, que cada cual celebra a su modo y, a favor de la verdad, alguna que otra vez, con hipos de nostalgias insalvables. La distancia o la ausencia infinita hacen jirones la retina, aunque al final la vida gane a la tristeza, y continúe.

No es fácil escribir “algo diferente” un segundo domingo de mayo. Evitar adjetivos, demostrar veneración por esos seres divinos que nos trajeron al mundo, con el más fuerte de los dolores y la más sublime de las alegrías… Es un reto aprisionar en palabras o una historia de vida cada segundo de ese corazón enorme que, contra viento y marea, late para sus hijos, sin pensar siquiera que puede pasar después.

Esas son nuestras madres, las verdaderas, las que no cuentan los achaques y se levantan para dar un beso y desear buen día. Quienes renuncian a sus placeres, por complacer, dejan las golosinas intactas y aprenden el mundo de las piruetas y las pantomimas por tal de arrancar sonrisas o contener un llanto…

No cabe tanto en una tarjeta, ni en las mágicas. Magas son ustedes, dadoras de luz y con muchas manos para sostener lo que acariciaron con la ternura más sublime, sin saber siquiera cómo podía ser “ese pedazo del alma” que habitaba en el vientre. Un susurro  encantado sobre las desgarraduras, que perdona y ahuyenta tempestades...

¿Qué decir ahora, cuando las flores de mayo renacen y se aplaude la idea de entregarles un Día? Es difícil, una palabra quizás no apriete en mimos la gigante pureza de una madre. Mejor, entonces, dejarle acá un inmortal abrazo agradecido y esa deuda de todo cuánto les debemos.

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