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Ese día de la luz y Santa Ana

Ese día de la luz y Santa Ana

 

Por Graciela Guerrero Garay       Fotos: Archivo de la Autora

A la memoria de los que no están. A todos los fundadores.

Las Tunas.- Otro nuevo julio hace caminos y despierta memorias. Las esencias son las mismas, aunque nada es igual. Bueno… los desvelos sí, son un dulce karma en quienes un día, con razones propias y por sus veredas, decidieron llevar la pluma en ristre y una agenda bajo el brazo, en la cartera, el portafolio o la mochila. En aquellos primeros años casi siempre la traíamos en las manos. Era el talismán.

Esta mañana de la Santa Ana seguimos en éxtasis, a pesar de las 45 cruces que forman la cadeneta de cumpleaños de un periódico que trae en su cabeza un número bien fuerte: 26. Una historia que por mucho que repitamos no pierde preponderancia ni deja de ser novedad para la mayoría de nuestros coterráneos.

Incontables noches con sus amaneceres sucedieron desde entonces para el equipo que fundó a golpe de letras y palabras de plomo, en un linotipo de 90 caracteres, el histórico diario de los tuneros, quienes tampoco son aquellos de 1978, aun cuando perdure la pasión de esperar en los estanquillos la edición impresa de los viernes, tal como lo hicieron antaño.

Lo cierto es que nadie durmió en la  víspera del 26 de Julio. No estaban de parranda por la llegada de la fecha que cambió la ruta del país y acercó la alborada de enero de 1959. Andaban expectantes, con los ojos muy pendientes del editorial de la primera plana, la selección de las mejores fotos, las noticias, los cambios de último minuto.

Imposible marcharse de aquella redacción de la Calle Colón 157, entre Julián Santana y Francisco  Vega, puro corazón de la ciudad, justo donde radican hoy los estudios de Radio Victoria. La "pegatina" no era solo para periodistas, correctores, fotógrafos, formatista, tipógrafo, y directivos. Todos tenían que hojear aquel papel caliente que en algún momento saldría de la vieja rotativa, una mole ruidosa de hierro con más de un siglo de vida llamada Dúplex.

Nadie se fue. El café que salía del pantry-comedor simulaba ser efímero como los cigarros de los fumadores. El tiempo y la duda se abrazaron muchas veces en la columna vertebral de aquel grupo de "periodistas a…" que aceptó el reto de amar la "fabricación de noticias y el leed capsular" sin experiencia alguna y solamente unos imprescindibles cursos de adiestramiento, cuyo éxito fue más lindo por el coraje que traía a la novel redacción que los conocimientos en sí.

Estos se consolidaron con los años y la licenciatura que hicieron todos. Otro mérito indiscutible de esta casa editora: la superación constante de su colectivo en cualquier tiempo.

Cuatro décadas y cinco años después hacer el 26 no pierde tensión ni hermosura.  Mucho menos los "corrientazos" del estrés.  Del taller dependía todo. Allí estaba la última palabra y la valía de las 37 horas ininterrumpidas de insomnio que tuvieron. El calor era insoportable, el ruido peor. Cada minuto los acercaba a la mañana de la Santa Ana, al nombre glorioso y al compromiso contraído con el Partido y el pueblo. No se podía fallar.

La planta baja del edificio era prácticamente un almacén de tinta y papeles partidos, como embarrados de chapapote. Todos perdían la cuenta de las veces que bajaban allí para saber qué pasaba con la parte final del proceso, titánico, que los llevaría a la victoria. El incesante empeño de Eduardo Infante, el mecánico más mágico del mundo que conoció 26, y la agitación de Roberto Leyva, el osado y optimista jefe del área de la imprenta, eran la suerte y la esperanza. La calma y el desespero.  

"Los leones", los hermanos Alcides y Melquiades Labrada, ponen al máximo  sus capacidades  de operarios y no dejaron tampoco que la vieja Dúplex se saliera con la suya. Entre sofocos, con el sueño y el cansancio amarrados en el techo, empezaron a caer los primeros ejemplares de un acontecimiento que olía a leyenda. Las Tunas saluda con un diario impreso el Aniversario 25 de la gesta nacional.

Y hasta la Ciudad Escolar 26 de Julio, en Santiago de Cuba, fueron horas más tarde aquellos periódicos primigenios. El ya fallecido Comandante Faure Chomón Mediavilla los esperaba en el Acto Central por la efeméride. A él, con su apoyo, le deben los tuneros la circulación de su vocero principal, nos dijo José Infante Reyes, quien no está entre nosotros y fue su primer director, en una entrevista que le hicimos a razón del cumpleaños 40 de ese trascendental momento.

Meses atrás, desde mayo, comenzó el estudio del proyecto, con los análisis debidos y el acondicionamiento del local, donde se reparaban televisores y equipos de refrigeración. En la época prerrevolucionaria radicó allí la ferretería La Bomba, propiedad de una familia de origen polaco.

El martes 25 Justo Peña (fallecido), el único linotipista del esperado diario, trabajó ininterrumpidamente 24 horas en parar en plomo los materiales periodísticos, en letras de ocho puntos para dos páginas. Abel Fernández y Omelio González lo hicieron a mano, letra a letra, y las planas las conformaron Reybel Torres y Ricardo González. 

Esta edición primogénita  tuvo un tamaño estándar: 120 picas de alto; y 79 de ancho; con cinco columnas de 15 y cuatro páginas. Dieron luz a este pionero de la prensa diaria en la novel provincia, Omar Pérez y Manuel Tamayo. Se tiraron tres mil ejemplares, los cuales fueron doblados a mano y empacados por los reporteros y demás trabajadores.

Entre las banderas rojinegras que ondeaban por la ciudad y un día feriado que recordaba al día más lindo de la historia, en los estanquillos cientos de manos lectoras acariciaban con emocionado asombro su papel periódico.  Ya había un pregón informativo por las tierras Cucalambeanas, un hito para el desarrollo cultural en presente y futuro.

En el transcurso de los meses de 1978, con el mismo esfuerzo y verbos y gerundios relacionados con ajustar, acoplar, remendar, perseverar, trabajar e innovar crecieron las fortalezas de la inolvidable mañana de la Santa Ana, así como el gremio periodístico, los trabajadores de servicio, del taller y las metas editoriales  de  un 26 que cumple sus 45 años con la misma gente, activa y jubilada, o en esa dimensión donde siempre serán parte de esta historia.

El primer 26 diario fue un legítimo parto de fe y amor,  tal como ahora sucede con el Semanario impreso de los viernes o la  edición  digital diaria y sus sitios en Internet. Los reporteros que llegaron después ya van canosos sobre el camino de retos, caídas  y levantadas. Honran la primicia de luz que sacudió el alba de ese miércoles rebelde de 1978. Por los que partieron y  los que están SEGUIMOS.   

FUNDADORES DEL TALLER

Roberto Leyva, Sergio Hernández, Juan González, Abel Fernández,  Omelio González y Eduardo Infante. En el linotipo Justo Peña y Roberto Escobar. Omar Pérez y Manuel Tamayo pertenecían a la Unidad de Propaganda, muy ligada siempre a la editora, y ante la inestabilidad de la rotoplana y la  premura de ir a Santiago de Cuba ayudaron con la primera tirada.

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