Con tus ojos en los míos canta el mundo, Mamá.
Por Graciela Guerrero Garay
Las Tunas.- Es mayo, justo su segundo domingo, hermoso en lo eterno por ser el Día de las Madres en una buena parte del mundo. ¿Mundo? Sí, está ahí sacudido por un virus que se pinta de corona y no sé si es el rey o la reina de la analogía. O si llegó para dar lecciones y es como un aula, los aventajados aprenden pronto… los otros, un poco después o nunca. Y entonces llega la fecha del tesoro mayor de todos, mamá. Y es difícil no concebirlo como siempre, con besos, regalos, cake, abrazos, encuentros...
O sin flores nuevas en los cementerios. O sin los paseos con los nietos. En fin, la realidad se impone a la costumbre, pero está lo más cierto todavía. Ella, la de los más cálidos cariños y la incansable guerrera del hogar y la sociedad, está ahí, ahora más cerca que nunca, quizás porque la pandemia nos ha puesto la precisa necesaria: quedarse en casa.
Esa dicha hay que multiplicarla. Es un privilegio enorme, porque muchas estarán en la exhausta y amorosa vigilia de cuidar a los enfermos del Covid – 19. O en los laboratorios, unidades militares, centros de elaboración de alimentos, misiones internacionalistas, puntos de control, aeropuertos, aduanas, campos cañeros y agrícolas, mercados, preservando el orden público… en cualquier sitio donde el momento exige… ¡y en cualquier sitio hay una mujer… madre desvelada, guapa, decidida, con el corazón apretado de añorar…!
Mayo es el camino para acercarnos más…justamente cuando el amor tiene dimensiones infinitas y un gesto puede ser el ombligo del planeta, la caricia perfecta, el respeto mayor… Mamá y nosotros en ese palacio que fundó con sacrificio, sostenido muchas veces con las lágrimas y las alegrías que solo reserva para sí, con el coraje cotidiano de cumplir dobles jornadas, tutelar, suplantar roles, caer y levantarse… Empero, siempre dadora de la devoción perfecta, esencial en ternura, titánica por sus hijos.
Día de las Madres y las palabras no alcanzan para expresar alturas y sentimientos, aun cuando la vida nos la devuelva en una estrella o el dolor interminable de la ausencia. Es mamá. Y por ella, ante esta sacudida inevitable del domingo de mayo infectado por un virus letalmente universal, amémosla…
Lo esencial es invisible a los ojos, se ve con el corazón… Entonces, pongamos en sus manos las flores del alma, la luz de la esperanza, el elixir de cuanto hermoso conocemos en afectos y consideración humanos. No importa la edad ni los oficios, es la confianza nuestra, el sendero recto, la vida en sí…
Un buen pensamiento, una mirada, una voz… un simple gesto lo dicen todo. Todo depende del pecho donde broten… No hacen falta orgías ni cumplidos. Mamá merece ese divino abrazo que nos salva y ese todo de todo que nos brinda. Con tus ojos en los míos canta el mundo. En tu divino pacto no existe la maléfica tristeza de este virus. Es tu día y hasta el dolor dibuja una sonrisa. Es tu magia, mamá, en esa dimensión puntual de la confianza. ¡Te amamos! ¡Felicidades Madre!
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