Che, siempre Che
El óleo de la pasión
· En Las Tunas, el Balcón del Oriente de Cuba, Maikel se aferra a las cuerdas del corazón y le da forma a cada detalle de una de las imágenes que, quizás, esté en todos los lugares de este mundo: el médico guerrillero argentino – cubano Ernesto Guevara de la Serna
· Hoy el hombre que dejó su tierra y profesión por todos los americanos cumpliría 80 años. No está muerto ni es un dios. Es un excepcional revolucionario.
Por Graciela Guerrero Garay Fotos: Lloansy Díaz Guerrero
Maikel Milanés González mira hacia el infinito. Sus negros y achinados ojos parecen estar entre una bruma de centellantes estrellas. Lo admira tanto y le ha leído tanto que, ahora, con el pincel sobre su rostro, teme traicionar la virtud que ha convertido a Ernesto Guevara de la Serna en un excepcional revolucionario, un ideal constante, un guerrillero eterno, un talismán perenne.
“Tengo muchos cuadros del Che, no me canso de pintarlo. Siempre busco perfeccionar el trazo, hacerlo más real, más nuestro. Ahora lo pinto en grafito y cartulina, pero el óleo de mi pasión lo tengo en mi oficina. Admiro al Che, es un símbolo”, me dice mientras se aleja un poco de la pintura para analizarla una y otra vez.
Este joven tunero no es el único que dedica horas enteras a reconstruir esa imagen que, quizás, hoy esté de alguna manera en todos los lugares de la tierra. Nada ha podido enlutar su nombre y este 14 de junio, enhorabuena, América entera le recuerda y hace de su ideal la nueva bala a poner en la mirilla de combate.
Cuba, de manera especial, lo trae consigo. Muchos niños y jóvenes como Maikel le dibujan con respeto y cariño, con ese galopante amor que dejó mientras recorría el continente. Otros lo invocan en poesías y canciones. Le dedican el cumplimiento de una meta, la semilla de un árbol que tendrá frutos mañana. Un día después, como Che enseñó. Un nuevo amanecer para construir y forjar, para aprender y crecer.
“¿Ser como el Che?, no creo que sea una consiga ni un lema. Es una convicción, un sueño posible. Hay que ser muy grande, muy virtuoso, sacrificado, militante, humano y revolucionario, pero aunque es un gran desafío alcanzarlo, pienso que intentarlo es ya una manera de ser mejor”, dice este joven tunero que empíricamente un día lo visitaron las musas o fue tocado, quizás, por el encanto de Apolo o la sabia inteligencia de Minerva o Atenea.
Posible o no, Maikel no ama por amar a Ernesto Guevara. Lo aprendió a querer desde la escuela, trató de hacer realidad ese respeto miles de veces cuando, con su pañoleta de pionero, hizo suyo “Seremos como el Che”. Lo descubrió en su diario de combate, en su obra…en cada detalle que hoy en esta Isla, Cuba, se realza para que el guerrillero de América vuelva una vez más a levantarse por los pueblos.
No es casual que ahora mismo estén tantas antorchas encendidas. El óleo de Maikel y toda la colección de miniaturas y cuadros que sus manos le han dedicado al Che es amor, el legítimo amor que sembró el guerrillero para él. Y el pincel toca, como el rocío de la primavera, la rojiza ceniza del habano que exhala su Comandante Guevara.
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