La epopeya de un arma
Por Graciela Guerrero Garay Foto: Norge Santiesteban
Cuando aquel lejano 4 de marzo de 1886 en Río Chico, Venezuela, se corrió la noticia de la muerte del Mayor General Vicente García González tal vez se pensó que su legendaria vida mambí, su inclaudicable patriotismo y su bravura jamás trascenderían al futuro.
En aquellos tiempos de constantes luchas por la independencia y una Cuba sumida a la metrópolis, era casi imposible prevenir que el arma que tantas veces acompañó al toque de "A Degüello" hoy, después de un siglo y más, fuera la pieza museable que resulta más atractiva entre las expuestas en el memorial que lleva su nombre en la ciudad de Las Tunas.
Para la investigadora Margarita García Laguna es la magia del machete y esa fuerza de fuego que se desprende de sus raíces, enaltecidas con el ejemplo, la valentía y el cubanismo especial que caracterizó a Vicente, el llamado León de Santa Rita. Para más de un visitante es la historia misma de la libertad de la Patria y la enigmática belleza que la distingue.
Así, dentro de su urna de cristal, el machete del insigne mambí tunero parece revelar los secretos de la guerra del 68 y no arrepentirse de las incontables gotas de sangre que lloró por la independencia en la manigua redentora.
AL GALOPE DEL AMOR
Lejos de los miles de visitantes que llenan a diario la sala de la casona natal del Mayor General Vicente García, enclavada en la arteria principal de la ciudad de Las Tunas, hay otra historia.
No fue precisamente un museo tunero el que tuvo el honor de exponer esta importante pieza por primera vez. El mérito correspondió al " Emilio Bacardí", de la hermana provincia oriental de Santiago de Cuba, donde fue donado por Rosa, la hija del patriota, quien viajó a la Isla junto a su madre, Brígida Zaldivar, después de la muerte del padre y había decidido traer consigo el arma de guerra, que Vicente guardó con mucho celo una vez que llegó a Venezuela.
En aquellos tiempos, era el museo "Bacardí" el encargado de recibir las pertenencias de los mambises de la región oriental y ambas, al establecerse en Santiago, entregan el machete a la institución. Desde entonces se supo que era de fabricación alemana, con cabo y clavos de plata y enchape de carey, con 82 centímetros de largo por 3 de ancho.
REENCUENTRO
No fue hasta el 14 de noviembre de 1987 que el machete del insigne mambí llegó a la ciudad que él quemó antes de ver esclavizada por el poderío español, luego de permanecer en el indómito Santiago desde el 18 de octubre de 1915.
Hoy el toque de "A Degüello" parece retumbar en las remozadas paredes de la antigua casona y cada cubano o forastero, a la vista de la lujosa pieza, rememora este reencuentro con su historia que hace la ciudad más clara y convincente porque no tiene la esquina rota del olvido.
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