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El país de los abuelos

El país de los abuelos

Por Graciela Guerrero Garay   Fotos: De la Autora

Cada mañana en Cuba las personas que traen los cabellos plateados son más frecuentes. Es una realidad y como dice Armando González Bello, el amolador de tijeras, este es el país de los abuelos. El, con sus 86 años, recorre día a día, sin sombra de abatimiento, el Consejo Popular 18 en Las Tunas, uno de los más poblados en este municipio capital.

Su afirmación no trae la frialdad de las estadísticas y, menos, un posible signo de presagio sobre una vida a punto de terminar. En su mirada galopa esa esperanza entronada en el cariño, de quienes se sienten pilares de las familias que engendraron y ahora se les desgrana en nietos y bisnietos.

Las escuelas primarias son el más ilustrado ejemplo de la utilidad y el orgullo de ser abuelo y abuela. Todas las mañanas, muchos llevan de la mano a los pequeños vástagos de la casa mientras sus padres salen a ocupar sus puestos de trabajo. Es una tarea que los enorgullece y motiva a mirar la existencia con ojos diferentes. Con estos  roles necesarios, levantan la autoestima y asumen un protagonismo doméstico revitalizador y afectivo.

En Las Tunas esta imagen es tan aleccionadora como en cualquier lugar del país, donde hay más de dos millones de ancianos y cerca de mil 500 centenarios. Para ellos existe un programa de atención priorizado por el Ministerio de Salud Pública, que incluye consultas de Geriatría, Atención Primaria, Hogares de Ancianos y Casas de los Abuelos donde, sin exclusión, reciben lo mínimo indispensable  para un envejecimiento saludable.

 Fortalecer estos mecanismos y mirar con nuevas perspectivas el desarrollo poblacional en Cuba es una de las proyecciones de primer orden en los objetivos del presente año, pues los estimados apuntan a incrementar, para el 2030, la cantidad de cubanas y cubanos de la tercera edad, con tres millones y medio, dada la esperanza de vida al nacer de 78 años, 80 en las mujeres y 76 en los hombres.

Otra de las alternativas que tienen a mano los ancianos y quienes se jubilan después de los 60, como el propio Armando, es la incorporación al Trabajo por Cuenta Propia, donde vierten su experiencia laboral y mantienen un envejecimiento activo, aportan al sustento doméstico y propio y contribuyen a lograr las metas sociales locales y nacionales, planteadas en el VI Congreso del Partido.

La alegría de existir y poder ayudar a la familia les brilla en los ojos a las abuelas y abuelos cubanos. Por eso, cuando en las mañanas y las tardes muchos hilos plateados sonríen ante las ocurrencias de los chicos y chicas que llevan de las manos, hay certeza en aquello de que la vejez es un estado tan relativo como sueños se llevan en el alma.

Un papalote vuela alto. En la punta del hilo que lo empina, una manito tersa y otra llena de curiosas “cicatrices” hacen pacto de picardías y juegos. Así pasa un día común aquí, en Cuba, el bello país de los abuelos.

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