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Frutitunas I: panacea natural para el verano

Frutitunas I: panacea natural para el verano

 

Por Graciela Guerrero Garay        Fotos: De la autora

Las Tunas.- El calor hace “lengüitas del diablo” sobre la carretera. Junio le cobra a tuneros y foráneos unos buenos calores, con esa sensación de asfixia que se comenta en voz alta entre quienes transitan a cualquier hora del día por este Balcón de Oriente. No es de extrañar, entonces, que la juguera Frutitunas I, ubicada en el barrio San Antonio de El Cornito, justo a la entrada de la ciudad, sea una panacea para calmar los sofocos y la sed de vecinos y transeúntes.

Todos agradecen los jugos fríos y excelentemente elaborados en esta suerte de parador necesario, más cuando el verano se impone con temperaturas que sobrepasan la media histórica del sexto mes y tomar un refrigerio al filo del camino es casi imprescindible. Así lo testificaron los viajeros entrevistados, provenientes de Camagüey y provincias tan distantes como Matanzas.

Andrés Lompiche, un rastrero que habitualmente lleva mercancías a Santiago de Cuba, asegura que nunca pasa de largo frente a la juguera. “Siempre hay más de una oferta de jugo, y desde que probé el de coco me convertí en cliente. Para mí es la mejor del camino. La calidad es lo máximo, buen trato, precios más baratos y mucha limpieza”, reafirma.

Perteneciente a la CSS Omar Pérez Pérez y administrada por Yeynier Rodríguez Cruz, a un año de su reinauguración es un lugar de bien público con grandes beneficios comunitarios y, fundamentalmente, deviene alternativa alimenticia para cientos de tuneros que trabajan, estudian o se mueven por el oeste de esta capital, además de  los visitantes que circulan por la vía central desde occidente a oriente y viceversa.

Sobre estos valores utilitarios y la constancia del buen servicio que brindan los cinco trabajadores de Frutitunas I nos habla Walfrido López Figueredo, delegado de la circunscripción 53 y presidente del Consejo Popular 17, que abarca la Zona Industrial y los repartos Aguilera y San Antonio de El Cornito.

Esta juguera se creó en el 2010 – dice – y con el tiempo se deterioró y estuvo dos años cerrada. Después se reconstruyó y es hoy la única unidad que brinda productos gastronómicos, a una población de tres mil 100 habitantes. Es de gran beneficio social además de generar fuente de empleo en la demarcación.

Es muy importante en la circunscripción – enfatiza Walfrido – por su aceptación y la oferta de calidad que mantiene. La comunidad la valora mucho, más ahora que el verano y los fuertes calores golpean y por aquí no hay nada donde se pueda tomar un jugo bien hecho. Hay que decir que se trabaja con seriedad y las frutas salen de aquí mismo, de los finqueros y parceleros del barrio, ya sea el mango, el coco o la frutabomba.

El delegado hizo hincapié en el servicio que presta a los pasajeros que transitan a largas distancias y se detienen a consumir. “Ellos manifiestan que de La Habana para acá es la mejor, por la calidad de los jugos. Esto se logra con este colectivo de trabajo, que es muy unido y cuidan mucho la imagen del lugar. Siempre limpio, con variedad de ofertas y hasta de la minindustria hay productos  como mermeladas, jaleas, puré y condimentos”, destaca.

DETRÁS DEL MOSTRADOR

La reapertura de Frutitunas I le cambió la vida a Lisandra Rodríguez.  Llevo tres meses aquí como dependienta. Trabajaba en la ciudad y pasaba mucho con el transporte. Apenas supe de la oferta de empleo hice la solicitud, es una ventaja estar cerca de la casa. Hay mucha venta, pues la gente del barrio viene a comprar las meriendas de los muchachos, y los carros paran mucho. El que llega una vez, vuelve. Antes no había opción, ni para ellos ni los trabajadores de la zona. Hasta los estudiantes del politécnico Simón Bolívar se llegan acá para tomarse un jugo”, indica esta joven con una sonrisa de satisfacción.

Los bocaditos de pan con jamón a 5.00 pesos es otra tentación para Héctor González Lluch, chofer de la cooperativa Eduardo Pérez Sánchez. “Son muy buenos y los más baratos que se venden en Las Tunas. El jugo riquísimo. Nunca esta juguera estuvo como ahora. Yo vivo por aquí y lo digo responsablemente”, resalta.

En el rostro de Yeynier – el administrador- un sonrojo iluminado denuncia el agrado con que escucha las diversas opiniones. Ellas encierran el reconocimiento a sus agotadoras horas detrás de las frutas frescas, los detalles de los convenios de trabajo y la contratación con la CSS, la cual representa con orgullo y para regocijo de una comunidad alejada de los ruidos urbanos y opciones multipropósitos.

Para este joven dirigir su empleomanía jamás será cualquier cosa. Madruga y recorre kilómetros con las primeras clarinadas del sol para llegar temprano y garantizar que el local brille, los jugos estén fríos, los bocaditos bien hechos y cada cosa en su lugar. A las siete de la mañana, cuando los clientes buscan un sano y fortalecido desayuno, les esperan atenciones esmeradas, con esa cultura del detalle que se quiere lograr por todas partes. No acepta la foto. La mía es esta, la gente feliz y satisfecha, y que este proyecto siga adelante. Cada vez mejor, señala.  

SAN ANTONIO DIFERENTE

No hay lujos. A Frutitunas I lo distingue un  diseño sencillo, a mi juicio, hasta carente de alguna que otra mesa para descansar el soplo acalorado del camino, pero me aclaran que estos establecimientos no están concebidos con esa estructura. Es venta rápida, entrar y salir. Lo esencial está en el corazón del colectivo.

Walfrido muestra optimismo en que con el estudio sociopolítico a punto de terminar sobre la zona se puedan acercar a estos moradores otros servicios como el de bodega y farmacia, hoy distantes por radicar en la otra circunscripción que divide a San Antonio de El Cornito. Para él, entre los logros de sus 11 años como delegado, está el prestigio y la estabilidad alcanzados por la juguera.

Las “lengüitas del diablo” simulan enfurecerse mientras el sol alcanza el meridiano. La gente, por momentos, llena la cancha y agradece los precios. “Yo vengo en la carretera desde Santa Clara – dice Pablo Pérez – y un jugo así, a dos pesos, no lo hay. Y le digo más, el bocadito de jamón a cinco, tampoco”. Y es como dice Walfrido, Yeynier ha logrado que el amor y la calidad sean banderas cotidianas, en una comunidad donde hacia mucha falta  tener a mano alimentos saludables, para no sentir que se vive del otro lado del mundo y hoy puedan hablar de razones concretas que les mejoran la vida.

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