La gloria de un grano de maíz
Por Graciela Guerrero Garay y Esther De la Cruz Castillejo
Fotos: Angel Chimeno y las autoras
Las Tunas.- El aporte cultural de los hombres y mujeres que han nacido en esta comarca ha sido mayúsculo. Algunos, desde el silencio cotidiano, el apoyo constante o la llegada imprevista, marcan épocas por la dedicación de sus vidas al crecimiento espiritual y el desarrollo de nuestros coterráneos.
En el Día de la Cultura Cubana las páginas de 26 apuestan por contar la historia de tres empeñados. Lugareños sencillos a través de los cuales queremos se vean representados los muchos nombres, anónimos o laureados, que tejen con fervor los hilos intangibles de la cultura tunera.
BLANQUITA BECERRA, LA REINA DEL PO, PO, PO…
Era otra en el escenario. Aquella mujer que llegó a Las Tunas por iniciativa del Comandante Faure Chomón, después de destacar por décadas entre lo mejor del teatro vernáculo cubano, supo brillar como nadie. Comenzaba a actuar y lucía más joven. Su versatilidad y fuerza realzaban a la muchacha nacida en San Antonio de las Vueltas, Las Villas, y que había robado más de un corazón en sus memorables actuaciones en el teatro Alhambra.
Su casa, ubicada en la calle Gonzalo de Quesada, se convirtió en un sitio obligado de los trasnochadores de los años finales de la década del 70 y los primeros del 80 del pasado siglo.
Son míticas las interpretaciones de temas entrañables de la época, especialmente Si me pides el pescao te lo doy, todavía en el recuerdo de quienes añoran un espacio así, para y desde el arte. Las Tunas la considera una de sus hijas más queridas.
Blanca Rosa Anastasia Becerra Grela, era su nombre. Siempre maquillada, con sus collares, pulsas y todo tipo de adornos. Parecía dispuesta a marcar el pulso de los escenarios. Nació y vivió su existencia como una gran vedette.
No por gusto su Patio de la Trova fue el centro cultural más prominente de aquellos años en que todavía no se hablaba de proyectos comunitarios y del talento descubriéndose en los rincones de cada lugar.
Sus puertas invariablemente estuvieron abiertas; lo mismo al consagrado artista que al bisoño cuyo arrojo le llevaba a compartir allí sus inquietudes creadoras. Fue maestra, cómplice y enamorada de generaciones de tuneros.
Preguntar por ella despierta añoranzas, sonrisas y hasta inconformidad por la carencia que tenemos de un sitio así. Un espacio que fue cuna de lo mejor de la cultura tunera de la época e hizo vivir emociones y esperanzas, en un territorio hasta entonces casi olvidado en el movimiento de las artes en Cuba.
La huella de esta mujer no podrá contarse sin la presencia de Héctor Suárez, el guitarrista, tunero por demás, que la acompañó hasta su muerte.
Para su público y amigos, muchos de los cuales nos dieron los testimonios que dan vida a estas líneas, ella todavía es la reina, que subía al escenario con el ritmo acompasado de un po, po, po….
LAS CALVAS DE FAURA
Nos recibió en el portal de su casa con una deliciosa taza de café. Hablamos con el desenfado propio de un maestro que les cuenta a sus alumnos la historia de su vida. Una historia que tiene mucho que ver con la de todos. El nombre de Jesús Vega Faura (Chucho) está indisolublemente ligado a la creación y la Enseñanza Artística por estos lares.
“Yo comencé a tomarme la pintura más en serio cuando abrieron la Escuela Elemental de Arte en Las Tunas. Eso lo hizo el pintor –escultor Rogelio Ricardo y ahí entramos, en un curso para trabajadores, la generación de Alexis Roselló, Gustavo Polanco y yo. Los tres nos quedamos como profesores después de graduados. Fui profesor toda mi vida, hasta que me jubilé.”
Sus cuadros expresionistas, dispersos por toda la casa, nos hablan de un estilo definido, al que muchas personas llaman “las calvas de Chucho” porque la presencia femenina con esta característica distingue su pintura.
Así cuenta sus historias utilizando la paleta de colores de forma muy singular, “un poco guaraseao”, nos asegura entre sonrisas, haciendo referencia a la manera tan particular con que mezcla tonalidades y formas.
Faura no puede divorciar la mirada profunda que marca sus huellas por el lienzo con la suerte de la plástica. Por eso, al preguntarle sobre el presente y futuro de esta manifestación en el territorio nos dice:
“Fue Chomón quien abrió el camino de la visualización masiva de la pintura aquí y en el país, al establecer como línea o moda, que al inaugurarse cualquier obra social se ambientara con los cuadros de los artistas locales. O sea, el mayor coleccionista que teníamos los plásticos era el Estado. Ahora ese presupuesto no está planificado. Ya no se compran cuadros con estos fines.
“Tenemos en Las Tunas la herida abierta de haber cerrado la escuela de artes plásticas. Y ese dolor será mayor con el paso de los años. No existe tampoco una galería amplia para exponer. Necesitamos una en el centro de la ciudad, que nos permita hacer visible nuestro trabajo. Eso también atrae turistas y le da vida al entorno. El arte es caro, pero hay que acercarlo al pueblo”.
Desde todas partes “las calvas de Chucho” nos miran. Uno de los tuneros que marca el esplendor de la cultura tunera, con 40 años de trabajo incansable, nos deja la sensación de que allí, desde su casa, la plástica está viva.
MIRTHA, DUENDE ENTRE LIBROS
“La editorial Sanlope se fundó el 31 de marzo de 1991 con el objetivo de publicar y divulgar la obra de los creadores de la provincia. Antes de esa fecha muy pocos autores de Las Tunas habían logrado difundir sus textos. Algunos tenían gavetas y gavetas de escritos guardados, con muy pocas esperanzas de que llegaran a una editorial”.
Así nos cuenta Mirta Beatón, una mujer apacible, como la buena literatura, que accedió al diálogo con nuestro equipo de trabajo entre el fresco grato de su terraza y los ruidos llegados de todas partes, provocadores. Más de 300 textos editados y una vida entera transcurrida en estas andanzas, avalan sus criterios.
“En los primeros años de trabajo no era la tecnología que existe hoy. Los libros se paraban en plomo, completos. Había que trabajar con las galeras, se terminaba manchado de tinta. Teníamos poca experiencia; sin embargo, fueron años de mucho esplendor.
“Sanlope llegó a publicar hasta treinta títulos diferentes en un año. Y conste que eran los tiempos más duros del período especial (1991-1993), las carencias eran muy grandes pero se lograron cosas importantes. Ganamos mucho prestigio porque la labor fue muy seria y muy consagrada.
“Entre las experiencias que marcaron época en esos años está La colección Principito. Nació como una idea del escritor Antonio Gutiérrez. Era un mini libro, económico y donde se pudieron publicar poesías, décimas, cuentos cortos, infantiles y muchas cosas.
“Todo eso fue en el año 1993. Una cuartilla de ocho y media por trece, doblada, se quedaba en 16 páginas pequeñas. Eso, dependiendo del material que tuviéramos. Si eran hojas blancas, pues blancas; si más oscuras, más oscuras; lo importante es que llegara al pueblo y no se perdiera la posibilidad de leer”.
Dedica un rato del diálogo a Guille Vidal y nos dice: “era un cronista. Rescató personas, calles, lugares de la ciudad a través de sus libros que son verdaderos tesoros”. Hablamos de muchas cosas. Algunas pequeñas; otras, no tanto.
“En estos momentos Sanlope no están recibiendo propuestas editoriales. Existen problemas con los insumos, atrasos considerables en los planes, con libros pendientes de publicación desde el año 2015. Hay que mejorar la promoción, hacer encuestas sobre lo que a la gente le gusta leer. Un libro solo no sale adelante, se necesita trabajo integrado para recuperar el brillo, el esplendor”.
0 comentarios