Vivir cien años, ¡una bendición en Cuba!
Por Graciela Guerrero Garay Foto: De 26 Digital
Cuando las estadísticas denuncian que un país tiene una población envejecida y, por demás, marcada en círculo rojo la existencia de cerca de mil 500 centenarios puede concebirse, a priori, determinado caos en asuntos sociales. O, de lo contrario, asociar la vida de esas personas con una maldición genética o karmática, fundamentalmente si se trata de Cuba, atacada por campañas mediáticas encargadas de “pintar” que todo está mal y se sobrevive del invento.
Sin embargo, llegar a los 100 años en la Mayor de las Antillas es una tendencia cada vez más fuerte y real, la cual, si bien requiere de un replanteo estructural en importantes aspectos domésticos y de la sociedad, deviene orgullo dentro y fuera de casa, apuntalado con políticas coherentes que tienen su pilar en el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) y se complementan, hasta de manera natural, con la conducta civil y proteccionista inherente al cubano respecto a los niños y los ancianos.
En este engranaje, un centenario disfruta, primero que todo, de atención médica especializada y gratuita en todas las provincias y municipios de la Isla. Luego, del amor de la familia, la comunidad y el entorno, lo cual se traduce en prioridad en los más sencillos detalles cotidianos: una cola, un servicio, el transporte, las dietas alimentarias, la Seguridad Social, el reconocimiento comunitario y cuanto facilite su habitad y calidad de vida saludable.
Por otro lado, la mayoría reside en sus lugares de origen, al cuidado de los hijos y esa descendencia que forjó y crió. Los otros, necesitados de manejos especiales o con dificultad para su amparo, van a las Casas de los Abuelos y los Hogares de Ancianos, en los cuales hay médicos, enfermeras, alimentación, recreación y un ambiente propicio para llevar la vejez con altruismo, respeto y alegría.
Cuba tiene más de dos millones de habitantes de la tercera edad y hay estimados censales que señalan, para el 2030, un incremento en un 30 por ciento de la cifra de cubanas y cubanos mayores de 60 años, favoreciendo al género femenino, actualmente superior dentro del grupo de centenarios y con una esperanza de vida al nacer de 80, 02, mientras para los hombres sobregira los 76 años.
El desafío, ciertamente, está desprovisto de toda maldición, sin minimizar las urgencias de la problemática, la cual ubica al país, desde el 2010, en el segundo lugar de naciones con alto índice de envejecimiento y superado solo por Canadá. Más, decir con todas las letras, que el origen del fenómeno parte de la perspectiva de existencia es un lujo, cuando no es secreto que la isla tiene barreras de todo tipo para garantizar este parámetro por pertenecer al Tercer Mundo, estar en vías de desarrollo y ser víctima injusta e inhumana de un Bloqueo Económico, Financiero y Comercial de casi medio siglo, impuesto por los Estados Unidos y el cual entorpece y encarece la adquisición de medios y medicamentos necesarios para mantener los niveles de salud estables.
El Programa Nacional de Atención Integral al Adulto Mayor, los servicios especializados en Geriatría y los más de mil Círculos de Abuelos que permiten, en cada barrio y anexados a los Consultorios del Médico y Enfermera de la Familia, a un especialista en Cultura Física orientarlos en los ejercicios físicos acorde a sus patologías, a la vez que se socializan, comparten con sus congéneres y planifican disímiles actividades, son hechos a la mano de esos hombres o mujeres con canas aquí, vivos y útiles, amados e importantes.
Y este es el secreto de la Isla socialista del Caribe, donde vivir mucho es un camino largo, lleno de flores con muy pocas espinas, aunque por ahí levanten voces para tergiversar esta bella realidad. Encontrarlos, por doquier, limpios, contentos, habladores y chistosos como somos y conquistar la centuria, lúcidos y llenos de anécdotas y experiencias, es otra de las maravillas que eclipsan a quienes miran estas tierras con sus soles y sus manchas. Y donde, sin remilgos, brilla el sol para todos y con todos.
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