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El mal humor infantil es signo de inteligencia

El mal humor infantil es signo de inteligencia

 

Por Graciela Guerrero Garay             Fotos: De la Autora

Ya no le pones pañales a tu bebé y seguramente esperas que, con la edad, sea más comprensivo, disciplinado, alegre y tolerante a la educación que le das y el respeto que impones para que sea un hombre o una mujer de bien. Sin embargo, sucede todo lo contrario: tu niño o niña siempre parecen estar de mal humor. No te asustes si te enfrentas a este fenómeno. Sus razones tienen.

Estudios realizados por la universidad australiana de Nueva Gales del Sur revelan que el mal humor es señal de alto cociente intelectual y, si bien lidiar con ellos puede ser un quebradero de cabeza para la familia y los maestros, ese genio constante puede esconder un gran ingenio en esa personita que amamos y se empina sobre sus talones.

La investigación abarcó a una serie de personas, a quienes manipularon su estado de ánimo a través de la visualización de determinadas películas y la orientación de pensar en hechos negativos y positivos de sus vidas, concluyendo que la tristeza y el mal humor mejoran la facultad de juzgar a otros, así como que “el berrinche” estimula la capacidad de argumentar, incrementa la memoria y permite a los infantes procesar mejor la información y tener respuestas sobresalientes en situaciones complicadas.

Los resultados sacan de esquema a la vieja polémica que asocia el mal carácter infantil con la indisciplina y la mala educación, para vincularlo a índices de mayor inteligencia sin restarle importancia, indican los expertos, a la necesidad de enseñarles a dominar su temperamento y reaccionar con positividad.

Por otro lado, estas conductas de enfado que simulan estar tatuadas en sus formas de ser son propias del desarrollo y encuentran causas en cualquier actividad cotidiana, desde el tener que levantarse temprano hasta no poder ver la televisión a la medida de sus deseos. Es la actitud ante las cosas que no pueden cambiar, reformar o hacer en la medida de sus intereses y voluntad.

Resulta que están experimentando las transformaciones propias de su crecimiento y pueden despertar menos expresivos y dispuestos que antes, sentirse aburridos con frecuencia, mostrar inconformidad o un mal humor de esos que te acaban la paciencia. Pero calma, todas las situaciones son controlables y hay que aplicar la sicología y derrochar el amor que les tenemos para estimular su alegría, fomentarles el auto control y contribuir a su bienestar mientras dejan, sin darnos cuenta muchas veces, la primera infancia.

Empero, psicólogos y pedagogos a fines con las conductas de la infancia llaman la atención sobre la observancia de los padres a los comportamientos exacerbados en las dichas edades, porque pueden estar asociadas a conflictos emocionales como el miedo, discrepancias con sus amiguit@s, dificultades con el aprendizaje o no estar bien de salud (como incubando un virus, ingestas, mudas dentarias, amigdalitis).

Igual tienen fundamento dificultades con las relaciones afectivas con los padres, alguna frustración, cambios de ambiente como una mudanza – que los desestabiliza mucho- y la ausencia de una mascota o familiar al que estén muy apegados.

La personalidad y la conquista de espacios de independencia son elementos y factores que provocan enfados, aburrimiento y conductas negativas en los chic@s. Esta evolución les pide que se superen y, la mayoría, no sabe cómo hacerlo. Los especialistas dicen que es muy fuerte y difícil crecer. Las bautizadas rabietas, a los dos años de edad, son comunes y propias y si tú les dices NO a cualquiera de sus expectativas o deseos se frustran y lo expresan con gritos, pataletas o inconsolable llanto.

Entre los 5 y los 7 años se agudizan estos hipos de mal humor y comportamiento. Convergen varias alteraciones físicas, psíquicas y sociales y el niñ@ tiene la sensación de estar ante escalones o barreras, frente a ese mundo adulto que les aproxima o quiere limitar sus acciones. El humor suele ser más inestable y necesita de mucha comprensión y apoyo.

Después de esa edad dice con claridad lo que necesita, piensa y desea. Rechazan lo que no les gusta y lo cuestionan todo. Igualmente depende del tutelaje que no sea un proceso traumático para ellos y el hogar, la escuela. Hay que evitar las disputas que afectan la armonía y la paz. El diálogo, argumentado y tierno, conciliador, es imprescindible y eficaz. No imponer, convencer.  El estrés puede hacer presa en todos y afectarles su salud y bienestar.

Calma, inteligencia y amor, claves del éxito para que la rebeldía natural del proceso de ganar la adultez sea, de cualquier manera, un salto seguro al mañana, sobre todo ahora que fundamentados estudios confirman que el mal humor en los niñ@s  es una señal de inteligencia.

 

 

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