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Donde la muerte no llega, apreciado Nelson

Donde la muerte no llega, apreciado Nelson

 

 

Por Graciela Guerrero Garay      Fotos: ECO Tunero

La muerte no es real  como parece, aunque tenga el poder de desgarrarnos el alma y dejarnos un hipo de soledad insostenible. O nos sorprenda con su letal aguijonazo en cualquier parte y nos traiga noticias que despierten las lágrimas, como esta de ahora, que nos sacudió a todos en la habitual reunión de los lunes del periódico: murió Nelson Emilio Marrero Pupo.

Los recuerdos empiezan a golpearte y ves al compañero de siempre, al amigo, al director que fundó este Semanario en el lejano 1978 y amanecía en los talleres y con la tropa que  desafió la tecnología obsoleta y el deber de llenar, a golpe de plomo y linotipos, aquellas emisiones diarias. O al combatiente recto y perseverante, quien nunca apartó una tarea por compleja que fuera ni borró una sonrisa optimista, aun cuando la jubilación, los años y las enfermedades le cambiaron los trillos cotidianos.

Nelson Marrero Pupo fue un gran revolucionario y excelente persona, de origen bien humilde y hacedor de su fértil destino a pecho puro. La barriada campesina de San Miguel, de Manatí, le recibió un 18 de julio de 1935 y desde allí creció para siempre el militante fundador del Partido desde las ORI, el dirigente sindical de los azucareros, el corresponsal voluntario del periódico Sierra Maestra, de Santiago de Cuba, y el hombre que defendió sus sueños apasionados de estudiar, de luchar y entregarse a todo cada día. Se hizo Contador y después Periodista, entre estudio y trabajo, apartando la miseria y las dificultades y haciendo posible lo que parecía un imposible en los tiempos difíciles de su niñez y juventud.

En pocas cuartillas no se aprieta la historia de un ser que nunca descansó y se mantuvo activo con sus investigaciones sobre la historia local, escribiendo las efemérides para su “26”, cumpliendo sus deberes como Presidente de la Comisión de Historia de Las Tunas y miembro de la  dirección provincial de la Asociación de Combatientes. Tampoco se puede resumir su vasta obra, donde destacan  medallas, condecoraciones, reconocimientos,  su libro “Mártires de la provincia de Las Tunas” y el Premio a la Obra de la Vida Rosano Zamora Paadín, que otorga la Unión de Periodistas de Cuba.

Imposible olvidar sus anécdotas, su carácter afable, sincero, las manos amigas, los consejos. El padre ejemplo, el eje de una familia grande, humilde. Al soldado de la lucha clandestina, al miliciano, al Coordinador Municipal de los CDR en Manatí, al militante revolucionario de toda su vida, como lo calificara el colega Ulises Espinosa, momentos antes de partir su sepelio al cementerio Vicente García, de esta ciudad.

Volvimos a ser heridos por la muerte en nuestro gremio. Se llevó al hermano de batallas, pero no podrá borrar nunca las huellas de Nelson Emilio, son demasiado nítidas y fuertes, llenas luz y caminos de honores. Es la memoria del periodismo tunero, de los azucareros, de la existencia en “La Guinea”, donde hizo de la hierba seca flores bellas, de la Revolución misma. Nada, Nelson, que la muerte no es tan real como parece y sabes porqué… porque seres como tú sobreviven a ese adiós que ella trata de mostrarnos como el fin de los días, sin percatarse, quizás, que los hombres que hacen virtuosa la vida siempre se quedan.    

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