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Controversiales prisioneros… ¿de la piel, el tiempo o los sentidos?

Controversiales prisioneros… ¿de la piel, el tiempo o los sentidos?

 

 

Por Graciela Guerrero Garay           Foto: Reynaldo López Peña

Las Tunas.- Muestra con alegría la mariposa que detuvo su vuelo para siempre, justo encima de la pelvis, a escasos centímetros del ombligo. En minutos, duda. Todavía puede respirar el olor a tinta fresca. Le gusta, pero no sabe cómo lo tomarán sus padres. Todo empezó aquel día en la playa, donde vio a una muchacha con un tatuaje igual. La piropeaban mucho y sintió envidia. Un chico es más ambicioso. Incrusta su nombre y no teme colorear su espalda.

Tatuarse supera hoy la atracción de la moda y los tabúes, en tanto los riesgos parecen no sopesarse, incluso, en quienes pasan la adolescencia y la primera juventud. Mientras ganan en variedad de formas, colores, tamaños, visibilidad y tendencia, la percepción popular los acerca a una manifestación neta del arte y, al decir de algunos tatuadores, “unos pintan sobre el lienzo, nosotros sobre la piel”.

La chica de esta historia está en sus treces y dispuesta a ganarse el peor de los regaños, porque “mamá es bastante conservadora”. Es lo único que le preocupa. Dicen que hace daño, o puede hacer daño, si padeces de alergia – añade-, pero a mí no me hizo nada. Sale disparada a buscar el novio. Él tiene uno en el pecho y está convencida de que no le dirá nada. No puede reprocharle.

MIRANDO DESDE LA CIENCIA

 A pesar de que los tatuajes tienen antecedentes milenarios, el fenómeno no escapa de la atención de los científicos. El solo hecho del cambio permanente del color de la piel, las agujas, los componentes de la tinta y los pigmentos que quedan bajo la epidermis son alertas para la comunidad médica mundial, aunque simula no ser así para los tatuados.

Por ejemplo, en Europa, según datos de Internet, al menos 100 millones de personas apostaron por ellos, y en Estados Unidos, el 36 por ciento de los ciudadanos entre 18 y 25 años también. Sobre Cuba no encontramos estadísticas, pero se sabe que desde los años 90 del pasado siglo salieron con preponderancia a la luz pública y, desde entonces, la percepción real del fenómeno es que crece y se extiende a escenarios populares relacionados con la cultura.

Convocatorias como la Semana de Arte Contemporáneo (Ciego de Ávila 2014). O la segunda edición del proyecto arte corporal Tatuarte, en la Casa del Joven Creador de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de Holguín (noviembre 2017) acuñan que es hoy un suceso integrado al mundo de los valores estéticos y artísticos de las artes plásticas, y el universal “body art”, con adeptos por toda la plataforma insular.

Sin embargo, nada anula la advertencia científica ni las consecuencias que pudiera traer, como ocultar enfermedades dérmicas graves o contraer hepatitis C, según expertos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por su sigla en inglés), quienes descubrieron que los tatuajes que realizan personas no profesionales incrementan el riesgo de padecer la dolencia hepática.

Los especialistas coinciden en que las tintas utilizadas provienen de metales como mercurio, plomo, titanio, cadmio, níquel, cobre, hierro y zinc, potencialmente tóxicos en dosis altas y, al inyectarse, el organismo responde con el envío de glóbulos blancos para limpiar la zona y, aunque se eliminan partículas, otras quedan atrapadas en el tejido conjuntivo.

De ahí la vulnerabilidad a infecciones bacterianas, irritaciones, intoxicaciones dérmicas, reacciones alérgicas, quemaduras inusuales y sarpullidos en esa parte del cuerpo, si recibe luz solar durante un tiempo reducido y prolongado.

DECISIÓN VERSUS RESPONSABILIDAD

Con votos a favor y en contra, los tatuajes en este siglo XXI nada tienen que ver con los realizados por las civilizaciones del Antiguo Egipto, las culturas precolombinas o el Japón imperial, en las cuales una de sus funciones era de la distinguir grupos de personas como prisioneros, delincuentes y esclavos. Incluso en momias de una comunidad pesquera de Chile, cuya antigüedad se registra en el año dos mil antes de Cristo, se encontraron huellas de tatuajes.

Hallazgos y estudios indican que su presencia no es otra manera más de buscar realce entre la modernidad o las modas, sino que es un sector boyante de la industria estética con ganancias netas de miles de millones al año, como sucede en los Estados Unidos.

Tal certeza acompaña a otra con igual fuerza: es una marca, un dibujo, una frase, un nombre, que lo acompañará para siempre y quizás lo que ayer resultaba relevante para decidir asumirlo, mañana puede ser complicado por causas diversas y ocasionar arrepentimiento por una decisión impensada en un momento dado de la vida.

Máxime cuando un grupo de investigadores franceses demostraron con un estudio, publicado en el Journal of Experimental Medicine, cómo las células inmunitarias de la piel absorben los pigmentos de los cristales de tinta y no los liberan hasta que mueren, proceso que repiten las que las reemplazan.

Esta es la razón del porqué los tatuajes no desaparecen y sugieren que, al utilizar láser para eliminarlos, hay que asegurarse de que las nuevas células no vuelvan “a comerse y vomitar” la tinta de sus similares muertas. Es una respuesta inmune, un ciclo continuo, de su función de defender la piel de agentes extraños.

Vale entonces que un acto de tal trascendencia se valore con plena conciencia y responsabilidad. Y sobre todo no alentarlo en edades donde la ingenuidad y la inmadurez no alcanzan para pensar por sí mismos, tal como aseguró una psicóloga cuando hablamos del tema. Ella puso su atención en las calcomanías que muchos padres, por complacer a sus hijos menores de edad, les incrustan en cualquier parte del cuerpo sin meditar que les están inculcando un proceder peligroso. Sucede mucho en los carnavales, puntualizó, o cuando los dejan ponerse las que vienen en determinados caramelos o chicles.

Tatuarse es una determinación muy personal, pero jamás debería estar sujeta a un juego  o al mero hecho de estar a la moda, seguir un impulso emocional o dejarse arrastrar por la subjetividad de otros. Pienso en la joven de la mariposa. Tal vez su novio recibió con agrado el vuelo de fantasías que ella quiso entregarle… y si después no está, ¿será lo mismo?  Hay razones para meditar sobre estos controversiales prisioneros. Y me pregunto… ¿de la piel, del tiempo o los sentidos?

 

 

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