Del ensueño al desastre
Por Leonardo Mastrapa
Puerto Padre, como gran parte del territorio tunero, tiene para su historia un antes y un después de Ike. La furia de los vientos del huracán arrancó consigo el encanto de una Villa de ensueños dejando un panorama desolador e impresionante.
Como nunca antes la naturaleza había sido tan cruel. Nadie había vivido algo así, ni los que hoy peinan canas sentados en sus antiguos taburetes. Por doquier escuchas palabras aterradoras como estas: “Perdimos la casa, las pertenencias, las cosechas, todo…” Tal es la consternación, que a cuatro días del suceso la gran mayoría no sale aún del asombro y asegura que esta espeluznante realidad, vivirá por siempre en la mente de todos.
Dondequiera están las huellas del desastre: en la ciudad de los Molinos, en Delicias, en Vázquez, en San Manuel, en Puerto Carúpano, en Maniabón y en todos los asentamientos de este norteño municipio. Son cuantiosas las pérdidas tanto en los bienes de uso social, como en la economía doméstica. La casi totalidad de plantaciones de todo tipo resultaron afectadas…
Mucho es lo que hay por hacer. Pero la mano del hombre se levanta ante las adversidades y los puertopadrenses no son menos que nadie.
Con la voluntad y entrega, que siempre los ha caracterizado, se enfrentan hoy a la triste huella dejada por Ike.
En las calles recogen escombros, reconstruyen los hogares, instituciones, industrias, lugares públicos dañados, y contribuyen en todas las tareas de saneamiento, dan albergue y apoyan a los damnificados…
La solidaridad es general. Todos confían en salir adelante y en el menor tiempo posible aunque están convencidos de la magnitud de la catástrofe. Los pobladores de la Villa, junto a los de todo el territorio siempre han sentido el orgullo de vivir en este emblemático municipio. Y aunque Puerto Padre no es hoy el lugar “prodigioso” por la furia de Ike, la cubanía corre rauda por los portales y sus hombres, que no prescinden de sueños, están seguros de volver a reconstruirla y de sentir una vez más en un futuro la satisfacción de habitar en un sitio admirado por los ojos del mundo.
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