La mujer del cuenta millas roto
Por Graciela Guerrero Garay Foto: De la Autora
No tiene idea de cuántos escalones guardan sus huellas y olores. El gris del uniforme se me antoja un color demasiado triste para su elegancia, aunque jamás deja de traer una sonrisa y compartirla con los cientos de personas a quienes visita a diario, en jornadas muchas veces agobiantes, incómodas y nada agradables para una mujer.
El 6 de octubre del 2010 es una fecha connotable en su vida sin ser su cumpleaños ni marcar alguna festividad familiar. Sencillamente, se sintió plena, realizada, reencontrada y ante un camino que, si bien, le asustaba un poco por la novedosa expectativa, no la detuvo.
- Me motivó la convocatoria de la Campaña contra vectores. Quería trabajar. Saber que sería útil a mi gente cuidando su salud, hizo que me decidiera. Algunos decían que eso no era trabajo para una mujer, pero fue una decisión que volvería a tomar sin pensarlo dos veces.
Daryennis Aldana Rivero anda siempre de uniforme. O casi siempre. Desde el amanecer hasta altas horas de la noche, depende de las casas cerradas, las emergencias epidemiológicas, el Consejo Popular donde esté ubicada o los enfermos que existan. Después la ves en el trayecto a su casa, con las niñas o el esposo y una sombra de agotamiento en los ojos.
- Ya no estoy por esta zona. Ando por Alturas de Buena Vista y allí la población es complicada. Ahora soy Inspectora de Vectores, pero comencé hace casi 6 años atrás como operaria y por mis resultados, a los dos meses, me hicieron Jefa de Brigada. Ciertamente es una labor que exige mucha paciencia, tacto y capacidad de comunicación pues no siempre la gente entiende que debe hacer sus autofocales o pagar las multas si violan lo establecido.
- En estos momentos hemos resuelto los problemas críticos de la epidemia de meses atrás. Los recursos de la campaña nunca faltaron, pero los moradores no ayudan, hay quienes se resisten a aplicar las medidas sanitarias orientadas o te prohíben entrar a las habitaciones. Una como mujer, ante un hombre por ejemplo que te falta el respeto, tiene que tener ética y calma para evitar otras consecuencias.
- Mi trabajo es lindo para mí, pero tengo que sacrificar el tiempo de estar con mis hijas, mi esposo, el hogar. Gracias al apoyo de mi familia puedo tener los resultados que tengo y cumplir con mi empleo. Hay ocasiones de estar sentada en la jardinera de un edificio hasta las nueve de la noche, pues si no se revisan todas las viviendas el riesgo de que el mosquito esté en el área es mayor.
Altiva, tunera, con paso firme como buena cubana, anduvo escalones arriba y abajo, edificio por edificio, linterna en mano y abate en la mochila, durante largos años. Después, al ser Jefa de Brigada, supervisando el trabajo de los operarios. Incansable, como las flores silvestres nacientes bajo los rayos del sol, Daryennis despierta el amor temprano y lo riega por doquier.
Me gusta verla alegre de puerta en puerta para ayudar a combatir el mosquito trasmisor del dengue, una enfermedad viral que puso recientemente en alerta roja el sistema de Salud en Cuba y en esta oriental provincia y la cual gracias a ella, y a tantas congéneres más, hoy está controlada. Al inspeccionar los tanques es seria, minuciosa, responsable.
- ¿Mi sueño…? Que desaparezcan estos males, pero seguir trabajando donde me necesiten. El trabajo no mata a nadie. A mí me devolvió la vida y me ha hecho más mujer, madre y compañera. Ahhh…, sí...la gente cuando nos ve dice “ahí vienen los mosquitos…” Los cubanos somos ocurrentes y le buscamos la vuelta a todo. Yo seré en todo caso una mosquita…. “
Y esa sonrisa juguetona en su rostro es una cascada, infinitamente femenina y propia de esta estirpe de Marianas del Siglo XXI, quienes tampoco le temen al fuego de la vida y van por los caminos de tierra o asfalto con esa gracia de mujer feliz, cubana, oriental y guapa… con su songoro cosongo de mamey como dijera Nicolás Guillén o lo real maravilloso de Alejo Carpentier. No importa si tiene el cuenta millas roto.
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