Desde el alumbramiento: El duende de Guatiní
Por Graciela Guerrero Garay Fotos: Cortesía Ernesto
Todavía, casi dos años después, saboreo haberlo entrevistado, a pesar de no hacerlo frente a frente, sino a través de las benevolencias de la tecnología. Es un lujo hablar con el “duende de Guatiní”, el maestro y poeta camagüeyano Ernesto Rodríguez del Valle, radicado en Miami pero prendido de un tinajón cual una hiedra.
Igual trae en el aliento y sus iluminadas la caña, las palmas y cada recoveco que recorrió en bicicleta sin imaginar que de ahí saldrían, a su tiempo, muchas historias para sus relatos y poesía interminable, enaltecida con el Decineto, una estructura poética neoclásica, fusión de la décima y el soneto, del cual es el creador.
La Revista Literaria Guatiní es un puente de acero y amor mantenido desde que, en la distancia, algo vital le impulsó a tender manos a sus colegas en la Isla e Iberoamérica. Y lo hermoso de esta historia es que Ernesto, por encima de cualquier tempestad personal, es su editor y mantiene la esperada publicación sin fines de lucros.
A la vez, abre sus páginas a la colaboración, con lo cual enriquece este conocimiento imprescindible sobre la literatura, en su concepto más amplio, a miles de lectores por el mundo.
El Maestro es así, grande en la décima y los andares humanos, criollo de cepa, solidario, aglutinador de obras de bien público y agradecido. Por eso, mientras estoy convencida de que no hay exceso en la virtud de mi amigo y hermano, y mucho menos adjetivos puestos sobre el papel en blanco para llenar espacio, siento un olor a café fuerte y un nido de sinsontes canta aquí, sobre el teclado del computador.
VERSOS SOBRE EL 8 DE MARZO (De su autoría y con pie forzado –en rojo-)
La quiero en toda su esencia,
le doy amor, es semilla
que germina en la sencilla
calidez de mi presencia.
Esta es mi febril querencia
a sus mieles compartidas.
Es bastión de mis heridas,
el colibrí de mi flor,
es crisálida de amor
LA MUJER QUE FORJA VIDAS
Nunca he creído mucho en la casualidad, sino en la causalidad. Y justo cuando escribía estas líneas para mi blog, encontré que el Maestro tuvo la gentileza de dedicarme uno de sus alumbramientos mágicos y subirlo a Facebook.
Ahí está eso, la cubanía que desborda la paleta de amores de su pluma embrujada. De ahí vienen estas maripositas que revoletean sobre el monitor… De ahí, querido Ernesto, Maestro y referencia de quienes gustan o desean beber de la buena factura poética, que yo, como muchos, se quiten ante usted el sombrero y no es cumplido, es dar a Dios, lo que es de Dios, y al César, lo que es del César.
Entonces, agradecida desde el despeine de las palmas nuestras, les dejo acá con “estos peldaños octosílabos que unen nuestra esencia de ser cubanos y sentir esa fragancia que, como siempre, en cualquier lado del planeta, nos late sobre la piel”, tal escribió en esa red social al dejarme en el éxtasis de lo real maravilloso de esta Isla que se llama CUBA.
LINDO Y CRIOLLO MI HERMANA
A la poetisa tunera Graciela Guerrero Garay
Lindo y criollo, mi hermana,
-como la flor nacional,
como la palma real,
como el viento en la sabana-
es el café en la mañana
es esa sed del porrón,
el hambre del chicharrón,
la Ceiba en medio del monte
o, cuando canta el sinsonte
sobre un gordo tinajón.
El marañón se arrodilla
en el aroma que vuela
sobre el árbol de ciruela
que da la fruta amarilla.
El mango cae y se ovilla
entre la yerba mojada.
¡Que linda la flor callada
del marabú! Pero veo,
como en campestre trofeo,
el beso de la alborada.
Al fondo del curujey
siento el misterio del agua
y se hace alfombra la yagua
tirada bajo el maguey
¡Qué lindo es ver el mamey
madurar junto al caimito!
Lindo y criollo es el grito
de la cotorra volando
¡Qué lindo es mi cielo cuando
se refleja en el Cornito!
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