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Asuntos de Economía

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¿Quién paga el kilo que no suena?

Por Graciela Guerrero Garay

Naomi Cortés Pérez llega a la casa irritada y sin encontrar una razón convincente del maltrato que ha recibido en el establecimiento del mercado La Unión que vende productos liberados. Hizo una enorme cola para comprar arroz el viernes 27 de mayo y, al interesarse luego por unas salchichas, la dependiente le dice que no puede despacharlas porque ella está sola en la venta del cereal y es la que atiende ese mostrador, instándola a que vuelva a “marcar” y, cuando le toque, entonces le despacha el embutido.

Mientras, otros dependientes, al no tener clientes en sus respectivos departamentos, están desocupados. ¿La administración no puede adoptar estrategias internas que eviten dichos disgustos en la población, sabiendo ya que cuando hay arroz o azúcar se le dispararán las ventas y su deber, sin que haya que orientarlo desde “arriba”, es comercializar todo lo que tiene en el listado de ofertas? Lo sabe, pero no lo hace. Entonces el vicio de dar un mal servicio, dejar de ingresar a la economía y  no realizar un buen mercadeo da la cara.  

Este hecho no es aislado  ni nuevo y se pega como la gripe. En las cadenas de divisas que, en sus inicios, eran un excelente reflejo de una cultura comercial sucede y casi ninguna tienda se escapa de justos comentarios negativos sobre la gestión de venta. No hace mucho otra cliente me narraba que recorrió varias shopping buscando blúmeres y no supieron decirles cuáles tallas existían. Con desgano, la incitaban a buscar en las cestas a ver si ella misma la encontraba, cuando pudieron atenderla con cortesía pues era la única que compraba en ese momento.

Un kilo suena, y suma. Cuando me pongo a estudiar los recientes aprobados Lineamientos para la política económica y social y repaso cada palabra de Raúl Castro en el VI Congreso del Partido, acabo en la misma pregunta: ¿romperemos la inercia y tiraremos parejo de la cuerda para cambiar el panorama? Si quienes tienen que aumentar las arcas estatales, ya sea con producciones como con servicios, den estas señales de indiferencia ante el reclamo del consumidor… ¿a dónde vamos?

Y es que ahora, el maltrato se llama dinero y futuro. El precio de las importaciones crece más que la espuma. El imperialismo no duerme, al contrario. Decenas atrás empezó a boicotear el petróleo de Venezuela, que es el ALBA de América Latina y ahí estamos los cubanos. El bloqueo sigue en pie y nadie sabe qué podrá suceder mañana mismo. La pelea por salvarnos de debacles mayores es nuestra. Un cliente que deje de comprar, existiendo el producto o la solución alternativa, es plata que se va al aire o a un bolsillo que no lo revertirá en piezas de repuesto, material escolar, medicinas, inversiones, alimentos…

Hay necesidades como el arcoíris, pero hay que cambiar ese lenguaje apático y fatalista de que “esto no lo arregla nadie”. Nosotros tenemos que arreglarlo y podemos. Puede que una administración no piense, esté acomodada, pero ¿y los demás? ¿Tampoco piensan? Raúl Castro ha dado el poder a la acción, a la crítica. Lo reitera. Quien no asuma en su pedacito el roll que le pertenece es porque no quiere. Eso de que “me marco y me botan” no es el discurso de estos tiempos, si es que alguna vez lo fue en determinados lugares. Y el ejemplo viene vertical.

Creo que sectores tan vulnerables como el Comercio y la Gastronomía tienen que acelerar sus ajustes de cuenta, asumir verdaderas gestiones de venta y respetar a sus clientes – consumidores. Así no se gana batalla alguna y menos la económica. Vender – vender y ganar- ganar son reglas elementales del mercado. El kilo que no suena no puede pagarlo ni el pueblo ni el Estado. Ojo con estos faltantes de ética y marketing. Al final, es otro dañino delito económico, pero más sutil y hasta ahora no condenado.

1 comentario

Jge -

Pienso que la mayor parte del tiempo las disculpas de las orientaciones de "arriba" nosotros mismos somos los que ponemos las trabas. Nuestra cultura cubana nos lleva a dictar “medidas y controles” que en lugar de facilitar las cosas, las complicamos. Veamos algunos ejemplos:
1.-En una visita a Las Tunas hace algo más de un año, estuve en un centro comercial, Tienda de Víveres frente al 12 Plantas. Fui al lugar para comprar los alimentos normados de una persona. En dicha tienda había alguien que hacía la nota y cobraba, para adquirir las libras de arroz había que dirigirse a otro mostrador, el aceite, era despachado por un joven en otro mostrador, los frijoles por otro lado, una frazada de piso era expendida por otra persona….En un lugar, donde yo solo era el cliente que compraba, varias personas despachando y cada una “especialista” en uno de los productos despachados. Son inadmisible las brillantes ideas con las que nos deparamos, objetivo de ellas…..?
2.-Con el tarjetón para comprar el salbutamol de mi madre, asmática, me presenté en el consultorio del 12 plantas, allí hacían la receta, había que ir hasta el Policlínico Piti a registrar, firmar y acuñar dicha receta y después ir nuevamente a la farmacia del 12 Plantas para hacer la compra del medicamento, claro sabemos que el caminar es un buen ejercicio físico para mantener la salud, seguramente el de la idea o mecanismo de control, se propuso ese objetivo.
En esa visita estuve en el restaurante 1800, una camarera, señora muy amable, me recibió en la puerta, me hizo pasar junto a mi familia, le solicité una mesa próxima de un bar y aunque el restaurante estaba vacio, me informó que en ese espacio ella no podía atendernos, pues pertenecía a otra camarera. Mecanismo brillante, no es?
Vivo en un país, lleno de restaurantes y cafeterías particulares, en los que su objetivo es prestar un servicio de excelencia sin demarcar espacios dentro de las instalaciones, todos los empleados atienden a la vez, no hay personas encargadas solo de implantar ideas que a lo lejos, solo hace que si no prestan un servicio de calidad, pierden los clientes sin hablar de los lucros de ventas.
Bienvenidos los trabajadores por cuenta propia, seguramente no tendrán que emplear a nadie para que “piense” en el control y normas dentro de su propio establecimiento y que su objetivo principal sea prestar un buen servicio.