Cáncer en provincia de Cuba: ¿prevenir o combatirlo?
Las estadísticas y los riegos obligan a pensar a que, institucionalmente, primero, y en casa después, hay que pensar en cómo y de qué manera empezamos los primeros pasos para crear cultura alimentaria y tener una alimentación verdaderamente sana.
Por Graciela Guerrero Garay Foto: Lloansy Díaz Guerrero
Impactó la noticia: “la tasa de mortalidad por cáncer en Las Tunas es la más alta de las cinco provincias orientales”. Desde entonces, el Grupo provincial para el control de esta enfermedad fortalece sus acciones, con la finalidad de contribuir a una mayor calidad de vida en los pacientes y ampliar la cobertura de los servicios, junto a un mejor desempeño de los médicos.
Varios lectores se asombraron y les di la referencia del artículo de la colega Misleydis González, donde se aborda el asunto y cita que los municipios con mayor peligro son Majibacoa, esta capital y Puerto Padre, pero el ¿ por qué? comenzó a martillarme, sobre todo por la alta esperanza de vida existente en el territorio – la más alta del país (79 años), y los avances logrados en la tasa de natalidad infantil-, a lo que podemos agregar que los niños cubanos tienen el honor de integrar las estadísticas del reducido grupo de la población mundial (un 20 por ciento) que puede aspirar a tal longevidad.
La investigación me llevó al científico Otto Heinrich Warburg, quien en 1931 recibió el premio Nobel por descubrir la causa primaria del cáncer. En su tesis, demuestra que el cáncer es la consecuencia de una alimentación antifisiológica e igual estilo de vida. Lo que clara y sencillamente significa comer alimentos acidificantes y estar sedentarios, pues ello crea en el organismo un entorno de acidez.
Para Heinrich la falta de oxígeno y la acidosis son las dos caras de una misma moneda, y afirmaba que cuando “usted tiene uno, tiene el otro”. Por lo que su estudio confirmó que la acidez expulsa el oxígeno de las células y, privarlas de un 35 por ciento de este durante 48 horas, las convierte en cancerosas.
Sus conocimientos los respaldaba en que “todas las células normales tienen un requisito absoluto de oxígeno, pero las células cancerosas pueden vivir sin oxígeno, una regla sin excepción”, recalcaba. Y argumentaba que “los tejidos cancerosos son tejidos ácidos, mientras los sanos son tejidos alcalinos”. Su obra “El metabolismo de los tumores” demostró que todas las formas de cáncer se caracterizan por dos condiciones básicas, la acidosis y la hipoxia.
Igualmente descubrió que sobreviven debido a la glucosa, siempre y cuando el entorno esté libre de oxígeno y son una respuesta del organismo, un mecanismo de defensa de las células, para continuar vivas en un medio ácido y sin oxígeno. De aquí que la alimentación sea el principal escalón preventivo del cáncer, pues ellos, en dependencia de la calidad de proteínas, hidratos de carbono, grasas, minerales y vitaminas que otorgan, crean un medio de acidez o alcalinidad en nuestro cuerpo.
¿QUÉ COMEMOS LOS TUNEROS?
Basados en los estudios de Otto, es la primera pregunta que debemos hacernos, fundamentalmente porque somos los padres quienes, cada día, formamos la cultura alimentaria de los hijos y existe una tendencia, como han dicho varios lectores, a “comer cualquier cosa, lo importante es llenarse la barriga”.
Hay que pensar, dentro de las limitaciones que tenemos, que la ignorancia puede matarnos o afectar poco a poco lo que más queremos en el mundo, la familia. Es vital saber que acidifican el organismo el azúcar refinado y todos sus productos, y según estas investigaciones es el más dañino porque no tiene proteínas ni grasas, ni minerales ni vitaminas. Contiene únicamente hidratos de carbono que estresan al páncreas, con un PH de 2,1, altamente acidificante.
Le siguen todas las carnes, la leche de vaca y sus derivados, la sal, la harina y sus derivados, gaseosas, cafeína, alcohol, tabaco, margarinas, medicinas, todo lo que contenga conservantes, colorantes, aromatizantes y estabilizantes. En pocas palabras, enlatados, pastas, galleticas, agua de azúcar, y lo que ingerimos y cocinamos más del tiempo requerido.
Los sondeos indican que el ron, cerveza, cigarro, medicamentos, café, refrescos, pan y golosinas, así como embutidos y las carnes de cerdo y pollo forman parte de los gustos y hábitos de la población y por las cifras de venta, en algunos establecimientos estatales y privados que visitamos, son muy vendidos y buscados.
¿ES EL PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA?
Desde mi punto de vista, no. Es asunto de todos, incluida la responsabilidad personal y la disciplina para asimilar, aceptar y cumplir las disposiciones médicas. Cuando indagas el tema con los Médicos de la Familia sobre dietas y cultura alimentaria, prevalece la queja de que, generalmente, en los pacientes hipertensos y cardiópatas hay resistencia a renunciar a la sal, las grasas animales, el pan y las carnes.
La clínica indica que la sangre se auto-regula para no caer en acidez metabólica, optimizando el metabolismo y logrando el buen funcionamiento celular. Sin embargo, el cuerpo necesita que los alimentos le garanticen las bases minerales para este proceso y, de no recibirlos, se desmineraliza. Por eso se habla de la llamada comida chatarra, porque son antifisiológicos y se consumen hasta cinco veces por día todo el año.
El desarrollo y la vida moderna tiene sus encantos, pero también se convierten en factores de alto riesgo, más en un mundo donde la prisa, los precios y la publicidad hacen el juego. Vegetales, frutas, agua, cereales integrales, miel, semillas y verduras son los platos fuertes para no servir la mesa al cáncer. Desde Hipócrates esta verdad camina. Él dijo “que el alimento sea tu medicina, que tu medicina sea el alimento”.
0 comentarios