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Monólogo para Papá

Monólogo para Papá

 

Por Graciela Guerrero Garay       Fotos: Lloansy Diaz/G.G.G

Quiero que vuele por los puntos cardinales del planeta mi “Te quiero”. Quizás, ahora, estés tan lejos que mi voz no te alcance. O tan cerca que, entre el ruido del silencio y los gritos de la vida, apenas puedas leer en mis labios las palabras. No importa, te quiero.

Y no para contar los gestos de esos fantasmas que pretenden convertirte en un hombre de hierro y van por ahí, como dueños absolutos de una verdad absurda, diciendo que eres cualquiera. Ni en pesadillas creas tantas mentiras juntas. Ninguna caricia es como la tuya. Ni, incluso, tus regaños son amargos, aunque me duelan y te devuelvan una mueca mascada.

Papá… papá… ¡Tus abrazos hacen falta! Tal vez deba agradecer la idea de que un día como hoy sea el Día de los Padres y exista el pretexto exacto para soltar el galope de los besos y las montadas al hombro. O darte una broma pesada sin que parezca que invado tus terrenos. O apretarte un poquito más fuerte que todos los días. O apretarte como hace tiempo no lo hago.

Tal vez llene la almohada de papelitos y no te parezcan “un picotillo” encima de la cama. O puede que esta fecha haga entender a muchos que tú existes y estás lleno de estrellas y nadie puede robarte los méritos, al menos los que siempre tendrás y tienes en mi alma. Quizás pocos aprendan que no todos los caminos torcidos tienen envenenadas las piedras.

Te quiero, papá… y esta vuelta al mundo con tu amor en la piel la llenará de luz, a pesar de que algun@s te maldigan o te culpen por esto o por aquello. Eres mi papá y nunca quise que fueras perfecto o el mejor de la tierra. Mi papá, simplemente. Ese que hoy, esté donde esté, es el único posible. Llena mis recuerdos, me encoge y  pone el chupete. Trae un juguete escondido. Me pega… y besa y le pide a todas las fuerzas del cielo que no me suceda nada, nunca.

O devuelve mis malacrianzas de antaño y ríe, como si estuviéramos ahora mismo de manos por cualquier lugar. Te quiero, papá… y no me cansaré de decirlo aunque el espejo se llene de grises con mi imagen y el corazón se apriete con la tuya. Aunque te toque y no. Papá, no te confundas… Tú, eres tú… y nadie más, Papá.  

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