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En la memoria del tiempo: Totonicapan

En la memoria del tiempo: Totonicapan

Esta mujer ya está en esta tierra que lleva con orgullo sus huellas por doquier. La foto de la entrevista se perdió una mañana gris en que el disco duro de mi PC le dio el ataque “de la croqueta”, pero como su ejemplo es tan bonito, tan cubano, tan femenino, ahora que arranca la primavera por acá, La Mayor de las Antillas, mi Cuba querida, me acordé de Charo y quise compartir con  ustedes esos privilegios que tenemos nosotros los periodistas..conocer a gente sencilla, fenomenal, humana, irrepetibles…que pasan así a nuestro lado y casi nunca sabemos ni su nombre. Y como tuve el placer de ponerle nombre ante el mundo entero, pues aquí les dejó esta vieja entrevista que galopa entre las letras apretadas de mi blog de notas.

Hay cosas que nunca envejecen, sobre todo cuando el tiempo las cubre de amor. El montaje es el símbolo de sus sueños, de esos niños que llenó de luz allá en Totonicapan y que ahora retozan en el iris del recuerdo, multiplicados en los chiquillos de su barrio, en los niños de su Patria.

 

La diva de las nubes

 

Por Graciela Guerrero Garay   FotoMONTAJE: CHELA

 

Todavía guardo en la retina la humedad de sus ojos, en aquella conversación inicial para concertar un diálogo más amplío. Supe, a primera instancia, que es de esas mujeres que lo entregan todo sin pedir nada a cambio, solo la paz consigo misma, aunque a las cosas lindas que hace le llame deber y compromiso, ideal, amor, voluntad.

Cuando empezó a llevarme de su mano por Guatemala, con la locuacidad de sus palabras, descubrí a fuerza de qué se había adaptado a la abrupta geografía de estar 200 metros sobre el nivel del mar o tocar las nubes de San Rafael, en el departamento de Huehuetenango, para sentir cada día más suyo el centro médico que compartía con un buen amigo enfermero Lucas, que es más cubano que guatemalteco y una residente cubana de Ciego de Avila.

Apenas hablamos una hora de la noche del sábado anterior a su imprevisto retorno. Atravesaba un estado gripal por tantos cambios climáticos. Imagínate que salimos de Guatemala para Venezuela con un tiempo horrible, para asistir al Forum de Caracas y allí eso fue tremendo. Ver tantas personas unidas, defender la paz con ese sentimiento, gente de todas las religiones y razas, contar sus historias... Y de nuevo recuerdo la humedad de sus claras pupilas, como tratando de disimular aquella lágrima tras el brillo del cristal de sus espejuelos de aumento.

El domingo acudí a la cita prevista y la doctora Carmen Guerra Peña ya no estaba. Le llamaron de pronto y tuvo que salir urgente hacia La Habana. Pero no hizo falta, aunque me hubiese gustado hablar toda la tarde con ella a riesgo de que me sucediera lo de la noche anterior. Solo escuchaba. Me parecía irreverente abrir la agenda y hacer los apuntes ordinarios. Podía romper el hilo de su apasionado pensamiento, mientras narraba la riqueza humana de la misión en ese país latinoamericano, de lo que habían logrado en cuanto a la asistencia primaria y la prevención de pandemias como el SIDA, pues allí no hay pesquizajes y para hacer una prueba de ese tipo la persona tiene que pedirlo y se exige una documentación rigurosa. Con mucho trabajo le demostramos la necesidad y la importancia de controlar este factor de riesgo y ganamos. No es una victoria nuestra, es de la Revolución.

Jamás me habló en primera persona. En sus vivencias nunca estuvieron ausente sus colegas y los jóvenes talentos que se crecen a la adversidad climática, a las costumbres, a la ignorancia sanitaria. Un manantial de modestia le resbala entre suspiro y suspiro. Corre entre la nostalgia de no poder ser maga para que los niños tengan la misma atención médica que en Cuba, y escapa en su impaciencia porque se acaben las desigualdades... Y otro hipo de amor la sume en el silencio.

Mi pregunta sobre el Forum de Caracas la hace volver en sí. Único. No podría resumirte bien porque son tantas cosas. El encuentro con Chavez, como nos recibió, el recorrido por el estado de Miranda, ver lo que hacen nuestros compañeros, ese nexo que se va fortaleciendo y los sentimientos que envuelven a tantas personas diferentes, pero iguales en sus deseos de paz, libertad y derechos, y como cuentan, con el corazón en la mano, los que les sucede, a lo que están dispuestos... ese agradecimiento a Cuba, a Fidel, a la misión Barrio Adentro...

Luego la estancia en La Habana. Se para del balance donde está sentada y entra al cuarto para volver con dos nuevas reliquias. Esta es una invitación del Consejo de Estado para el acto de entrega del Premio Internacional José Martí a Hugo Chávez Frías y este es un libro muy especial, Los niños del Infortunio, del venezolano Tarek William, y son las memorias de la misión médica en Pakistán. Léelo.

Y me lo extiende con la misma dulzura que presiento tienen sus manos cuando acaricia la cabecita de un bebé guatemalteco, mientras hace cuanto es posible por curarle la dolencia. Las mismas manos que tomaron la primera pala que le sembró a los habitantes de Totomecapan el amor por el trabajo voluntario, hasta entonces desconocido. Y las que se levantan para votar por esa unión americana, desde el peñasco del ejemplo personal.

Eso también lo saben de memoria en Zimbagüe, donde cumplió un año de misión y trajo en el pecho todos los dolores y las alegrías de sus pacientes Y es que Charo, como le dicen cariñosamente a Carmen, tiene el halo poético de las mariposas. Es difícil evadir su presencia, no seguirla en el torbellino de sus ideas e iniciativas y negarle la promesa, arrancada siempre en momentos de grandes decisiones.

Y no es fantasía de su hijo Angel, que estudia en el IPUEC Protesta de Baraguá, o de su mamá Gladys inventársela como la mejor madre e hija del mundo. O que una amiga la recuerde como lo máximo. Es que Carmen, Charo o Charito, como le gusten llamarle, sabe de esa humana virtud que marca la diferencia y es la única que une a los hombres, más allá de sus dimensiones existencialistas. Y es eso, en el amor, en lo que piensa allá lejos, tan cerca de las nubes.

NOTA AL MARGEN

Mi estimada Graciela, el tiempo nos jugó una mala pasada, pero te pido que hagas uso de tu imaginación y haz una pequeña nota, en homenaje al evento que se desarrolló en Caracas. Hazlo en nombre de esta revolucionaria que humildemente representó a la Brigada Médica Cubana que labora en Guatemala y en nombre de los siete tuneros que estuvieron allí, seis representando a Venezuela y uno a Timor Oriental. Mi mamá te dará algunos boletines que traje y te aportaran más elementos. Sobre la foto puedes tomar la que te dio mi mamá. Mi nombre completo es Carmen Guerra Peña. Graduada el 28 de Agosto de 1981 en el Hospital Ernesto Guevara. Primera graduación de la provincia y que coincidió con el primer 26 de julio en Las Tunas. Escríbeme y tú verás que te voy a recibir en la tierra más fría en Guatemala (Totonicapan), la tierra que vio nacer a Atanasio Tzul, el guerrero que al igual que el indio Hatuey murió por la libertad de sus indígenas.

Cariños

Charito    

 

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