Día de los Niños en Cuba: Siempre igual, nunca lo mismo
Por Graciela Guerrero Garay Fotos: Naomi Cortés Pérez
Por doquier en todo el país los llamados príncipes enanos tuvieron su fiesta. Es una fecha, el tercer domingo de Julio, priorizada por campos y ciudades, en los barrios y las comunidades agrícolas. Nada de opulencia, pero lo esencial ahí, como un talismán imprescindible: juegos, cake, refrescos y amor.
Muchos de estos encantos, sobre todo en zonas periféricas o lejanas de los atractivos de las cabeceras municipales, llegan de mano de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), el delegado del Poder Popular en las circunscripciones, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y las organizaciones juveniles, la UJC y la OPJM. Lo importante es que el Día de los Niños no quede en blanco. La Televisión refuerza, también, su programación infantil.
Con el estreno de este domingo 21 de Julio, fueron cientos quienes salieron de manos de padres y familiares a buscar las áreas habilitadas para regalarles a los pequeños una jornada diferente, aún cuando el calendario veraniego tiene el vigor de las iniciativas locales y ocupa tareas de atención en las agendas de instituciones culturales, deportivas y gubernamentales.
Un trinomio de virtudes conquistó las calles: esfuerzo, modestia y felicidad. No hubo fuegos artificiales ni sorteos patrocinados por alcaldes para ganarse una beca. Menos, venta de juguetes al estilo de los “tamagoshis” japoneses o los carros de control remoto del hombre araña. Ni de esas bonitas muñecas que hablan, bailan y hasta tienen celulares interactivos.
No hizo falta, sin negar que todas esas cosas despierten curiosidad, gustan a los chicos y hasta los esclavizan y enajenan. Ahí está la trampa de la banalidad y la estrategia de los manipuladores. Cuba es diferente, aunque sea muy difícil entenderlo en un planeta donde el dinero es quien dice la última palabra y las esencias humanas se han mezclado tanto, por doquier, que hasta el blanco ha perdido su pureza.
¡Había que ver con ojos propios tantos chiquillos juntos, chillando, montando en los “cachivaches” (como llaman acá a los aparatos rústicos de diversión infantil), disfrutando de los títeres, el teatro, los magos…! Una mañana tranquila, sin el temor al rapto o a una bala perdida. Con la modestia de un país subdesarrollado y bloqueado, y la gracia de la sonrisa plena en los rostros. Un domingo sin pompas de jabón ni coloretes. Natural, fluido, ardiente y veraniego. Apto y concebido para quienes saben querer y encuentran sueños dentro de una calabaza encantada, que reparte caramelos y dice adivinanzas.
La ronda por Las Tunas lo confirma. Hay millones en Cuba, ahora mismo, aupando esta maravilla.
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