Por Graciela Guerrero Garay
Puede que pertenezca a una de esas extensas familias que integran unos 100 miembros o especies. O a esa inmensa variedad que los científicos clasifican en cuatro grupos o tribus Mas, Pancho, vive al margen de los que digan letrados o curiosos... él, simplemente, prefiere el amarillo y hasta de manera acuosa y con espuma...
Su historia comienza cada mañana y termina, como todo mortal, a la hora de dormir. Se deja bañar con aires de monarca. No hay dudas que le gusta el amarillo mostaza y parece asociarlo con los mejores tiempos de su vida. Su movimiento suave lo delata, mientras espera que le pinten su cabellera blanca.
La fama no le viene de galgo ni de parlanchín. Quizás sea el único que haya recorrido cientos de kilómetros por el centro y el oriente de Cuba complacido de trasnochar y burlar a “los más inteligentes”. De malas noches y parrandas adorna sus escasos 11 meses de nacido y hay que ver para creer cuando, al filo de la madrugada, su mejor vaso de agua es la cerveza.
Pancho es terrible, más que popular. Aunque, buscando el hilo invisible de lo justo, le conocen en Ciego de Avila, Niquero, Holguín, Florida, Guaimaro, Nuevitas y todo el terruño de Las Tunas, incluidas sus playas y sus mejores plazas.
No hay quien le enganche la cabeza. Para eso él tiene programado su persistente NO, que deviene un ritual evasivo de círculos giratorios a la medida exacta de su cuello y un parpar que puede tener tantos significados como concurrentes existan a su alrededor. Acaba siempre agotado pero triunfador.
Yosvany Rojas Ortíz, su propietario, le tiene un cariño especial y, aún cuando es un modo de solventar su economía, no deja de considerarlo la mascota especial que es “porque Pancho lo tengo desde que era pichón, me ha costado mucho domesticarlo y adiestrarlo y, todavía, tengo que darle sus palizas para que obedezca”, me asegura con una leve sonrisa.
Lo cierto es que este pato no come grano alguno como el resto de las aves de corral y muy pocos le han podido colocar una argolla, en las decenas de carnavales donde sirve de entretenimiento y juego de azar. El potaje es su plato favorito y no acepta alimento crudo. Ha decidido seguir, hasta en eso, a su amo.
Le ves caminar tras Yosvany cual si fuera un perrito y no deja que un extraño entre a la casa. La algarabía y los picotazos están ahí. Pero lo más lindo de su historia es que, en el amanezco de las fiestas, ante el evidente agotamiento, una lata de cerveza Cristal lo “pone nuevo” y entonces es cuando Pancho demuestra quién es Pancho.
Cosas de pato, quizás... mas, si lo duda, búsquelo en las áreas del carnaval tunero dentro de unos meses y pruebe... quién sabe si usted es el elegido y él, con sus dones de soberbio pequinés, le deje llevarse el gato al agua con tal que le pague una perga bien fría de esa embrujada espuma que le encanta.
Se muestran los artículos pertenecientes a Septiembre de 2006.
Un pato en Las Tunas toma cerveza
Mi ciudad es una leyenda viva

Por Graciela Guerrero Garay
Las Tunas es una ciudad de leyendas, misterios y una historia consumada, hecha a golpe de décima y machete, y viceversa. En 1617 le nació la primera huella del misticismo que la envuelve. Desde entonces, los más viejos, generación tras generación y contra los aires modernos, cuentan de un corcel blanco que salía a galoparla bajo la furia de un indio sin cabeza. Era un síntoma de rebeldía al intruso español. En aquellos tiempos su nombre era Cueybá, cacicazgo con muy pocos moradores.
A Diego Clemente Rivero se le atribuye el honor de levantar la primera casa, allí donde hoy nos espera el Museo Provincial Mayor Vicente García. La región aborigen empieza a desdibujarse ante las ambiciones de la conquista y la llegada de ilustres personajes. Crece. Tipifica su entorno. Defiende su lugar. Engendra. Y nadie pudo quitarle el realce que le dio el privilegio de ser paso obligado hacia el Oriente y Occidente de la Isla. Por eso, en poco tiempo, Las Tunas ganó el derecho a que se le concediera la Tenencia de Gobierno que administró Morales y confirmó que, por sí misma, podía labrar sus andares futuros.
Todo este conjuro de vitalidad, y ya con el título de Ciudad en su Ayuntamiento, la valentía de sus más célebres patriotas, los fértiles últimos meses del 68 con su arraigo independentista, el acervo cultural y el aldabonazo que significó el resurgimiento de sus cenizas, crea nuevos caminos hacia el desarrollo. Entre los sucesos que la distingue está la construcción de su primer cine, en 1905. "Victoria" tenía 200 sillas de madera y una pantalla de dos metros aproximadamente. Estaba ubicado frente al parque Vicente García, por la calle Colón, hoy arterias principales del corazón capitalino.
La luz eléctrica llegó en 1913 gracias a Francisco Gutiérrez Calderón, quien instaló una planta y, acto seguido, también, se estrenó el servicio telefónico. Paralelamente a estos acontecimientos, sus rebeldes sentimientos se proyectan aún más para marcar su identidad. Los tuneros participan activamente en huelgas, movimientos y organizaciones sucedidas en la Isla contra la dominación americana y los gobiernos de turno, como el alzamiento en 1933 para enfrentar a Machado, realizado por la Unión Revolucionaria en Victoria de Las Tunas, nombre que le da el español y capitán general Blas de Villate, Conde de Valmaseda, luego que el 16 de agosto de 1869 las tropas mambisas al mando de Manuel de Quesada, logran ocuparla pero no alcanzan el éxito total en el ataque.
La enraizada rebeldía sigue en pie y, en 1937, se crea el Comité Municipal del Partido Comunista. Dos años más tarde, se aprueba por el Ayuntamiento el escudo de la ciudad, la cual en 1943 abarca, como municipio, 16 barrios con más de 91 mil habitantes. A partir de este momento la década del 50 se convierte en expresión de auténtica cubanía y hay un rotundo apoyo al movimiento 26 de Julio. Esta intensa labor revolucionaria se extendió por las distintas zonas del territorio que hoy conforman los ocho municipios hasta la alborada de enero de 1959.
Con el triunfo revolucionario en 1959, Las Tunas queda integrada a la región oriental y comienza un constante y ascendente desafío para equilibrar su desarrollo con el resto de las regiones del país, fundamentalmente por la carencia de industrias y poseer un carácter eminentemente agrícola, renglón económico bastante maltratado con las guerras y desatendido totalmente por el régimen imperante en la Isla.
Esta nueva década le cierra cicatrices y
... (... continúa)Las Tunas es una ciudad de leyendas, misterios y una historia consumada, hecha a golpe de décima y machete, y viceversa. En 1617 le nació la primera huella del misticismo que la envuelve. Desde entonces, los más viejos, generación tras generación y contra los aires modernos, cuentan de un corcel blanco que salía a galoparla bajo la furia de un indio sin cabeza. Era un síntoma de rebeldía al intruso español. En aquellos tiempos su nombre era Cueybá, cacicazgo con muy pocos moradores.
A Diego Clemente Rivero se le atribuye el honor de levantar la primera casa, allí donde hoy nos espera el Museo Provincial Mayor Vicente García. La región aborigen empieza a desdibujarse ante las ambiciones de la conquista y la llegada de ilustres personajes. Crece. Tipifica su entorno. Defiende su lugar. Engendra. Y nadie pudo quitarle el realce que le dio el privilegio de ser paso obligado hacia el Oriente y Occidente de la Isla. Por eso, en poco tiempo, Las Tunas ganó el derecho a que se le concediera la Tenencia de Gobierno que administró Morales y confirmó que, por sí misma, podía labrar sus andares futuros.
Todo este conjuro de vitalidad, y ya con el título de Ciudad en su Ayuntamiento, la valentía de sus más célebres patriotas, los fértiles últimos meses del 68 con su arraigo independentista, el acervo cultural y el aldabonazo que significó el resurgimiento de sus cenizas, crea nuevos caminos hacia el desarrollo. Entre los sucesos que la distingue está la construcción de su primer cine, en 1905. "Victoria" tenía 200 sillas de madera y una pantalla de dos metros aproximadamente. Estaba ubicado frente al parque Vicente García, por la calle Colón, hoy arterias principales del corazón capitalino.
La luz eléctrica llegó en 1913 gracias a Francisco Gutiérrez Calderón, quien instaló una planta y, acto seguido, también, se estrenó el servicio telefónico. Paralelamente a estos acontecimientos, sus rebeldes sentimientos se proyectan aún más para marcar su identidad. Los tuneros participan activamente en huelgas, movimientos y organizaciones sucedidas en la Isla contra la dominación americana y los gobiernos de turno, como el alzamiento en 1933 para enfrentar a Machado, realizado por la Unión Revolucionaria en Victoria de Las Tunas, nombre que le da el español y capitán general Blas de Villate, Conde de Valmaseda, luego que el 16 de agosto de 1869 las tropas mambisas al mando de Manuel de Quesada, logran ocuparla pero no alcanzan el éxito total en el ataque.
La enraizada rebeldía sigue en pie y, en 1937, se crea el Comité Municipal del Partido Comunista. Dos años más tarde, se aprueba por el Ayuntamiento el escudo de la ciudad, la cual en 1943 abarca, como municipio, 16 barrios con más de 91 mil habitantes. A partir de este momento la década del 50 se convierte en expresión de auténtica cubanía y hay un rotundo apoyo al movimiento 26 de Julio. Esta intensa labor revolucionaria se extendió por las distintas zonas del territorio que hoy conforman los ocho municipios hasta la alborada de enero de 1959.
Con el triunfo revolucionario en 1959, Las Tunas queda integrada a la región oriental y comienza un constante y ascendente desafío para equilibrar su desarrollo con el resto de las regiones del país, fundamentalmente por la carencia de industrias y poseer un carácter eminentemente agrícola, renglón económico bastante maltratado con las guerras y desatendido totalmente por el régimen imperante en la Isla.
Esta nueva década le cierra cicatrices y