Agitadas primaveras en Cuba
Por Graciela Guerrero Garay
Desde aquel primer día del quinto mes de 1886 las demandas no han cambiado mucho, pero nacieron, para suerte de este mundo, muchísimos hombres de la talla de Augusto Spies, un ardiente orador alemán, quien dejó para la historia el férreo mensaje que hoy es bandera en los pueblos y los trabajadores que luchan por un mundo mejor.
“Podéis sentenciarme, pero al menos que se sepa que en Illinois ocho hombres fueron sentenciados a muerte por creer en un bienestar futuro, por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia», sentenció, y concluyó: “¡Mi defensa es vuestra acusación! Las causas de mis supuestos crímenes, ¡Vuestra historia! (...) Ya he expuesto mis ideas. Constituyen parte de mi mismo y si pensáis que habréis de aniquilar estas ideas, que día a día ganan más y más terreno, (...) si una vez más ustedes imponen la pena de muerte por atreverse a decir la verdad y los reto a mostrarnos cuándo hemos mentido digo, si la muerte es la pena por declarar la verdad, pues pagaré con orgullo y desafío el alto precio! ¡Llamen al verdugo!”.
En la Plaza Haymarket, de Chicago, una gran manifestación obrera contra la empresa McCormick, fabricante de maquinaria agrícola, demanda la jornada de ocho horas de trabajo. Es la semilla primogénita de la celebración del Primero de Mayo. Los manifestantes son atacados por la policía. Hay muertos y heridos.
El próximo amanecer no se hace esperar la protesta. Vuelve a intervenir la policía y alguien, que nunca se ha podido descubrir, tira una bomba y mata a siete de los agentes. Ocho obreros, entre ellos Augusto Spies, son detenidos y juzgados bajo el cargo de asesinato.
Alberto Parsons, americano, y los alemanes Jorge Engel y Adolfo Fischer fueron colgados junto a Spies. Otro de los condenados se suicida y los tres restantes se liberan en 1893 por falta de pruebas. Sus ardientes alegatos tienen la proclama de estos tiempos. “Sobre vuestro veredicto quedar&aacu
... (... continúa)