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La casa de las sonrisas

La casa de las sonrisas

  • No es su verdadero nombre. Se llama Simón Bolívar, y es el lugar creado por la Unión de Jóvenes Comunistas en Las Tunas para la recreación sana de miles de estudiantes de todas las enseñanzas en esta provincia oriental de Cuba.
  • No tiene nada del “otro mundo”. Es tan terrenal como los incontables esfuerzos que se hicieron para convertir una vieja carpintería en este bonito espacio donde ríen, corren, saltan, cantan, bailan, conversan y toman refrigerios los chicos y chicas de este pueblo.
  • En estas vacaciones también gozan de lo lindo, como todo el tiempo del curso escolar, en el que se programan visitas dirigidas por escuelas para que la visite el mayor número posible.

 

Por Graciela Guerrero Garay       Foto: Lloansy Díaz Guerrero

 

La juventud es ambiciosa, quizás más bien inconforme o ávida en encontrar cada vez más, fuertes y diversas emociones. Los que ya andamos en los caminos de “adultos”, solemos argumentar que son muy difíciles de complacer y, muchas veces, olvidamos que en alguna etapa de nuestras vidas fuimos así y sentimos esas mismas sensaciones.

 

En lo que sí parece coincidir un número amplio de jóvenes y adultos es en lo engorroso que resulta “armar” un lugar del que todos opinen a favor, fundamentalmente si ese sitio está destinado a satisfacer gustos y demandas recreativas. La que yo bautizo como la casa de las sonrisas tiene esta virtud.

 

Las chicas y chicos la vieron, desde los casi tres años en que abrió sus puertas por primera vez, como un lugar bonito, espacioso, céntrico y esperado por años para divertirse y encontrarse con amigos o cultivar la amistad.

 

En este cálido verano, como en los anteriores, abre sus puertas y al igual que la llamada Pista Joven, en el Parque de la Revolución 26 de Julio, devienen opciones para bailar al aire libre, sin venta de bebidas alcohólicas que los lleven a otros modos de ser y los enajenen y les dan la oportunidad de contar con áreas sociales privativas de su edad y sus preferencias.

 

No hay un solo día en que no se llenen por las noches. Y si bien falta mucho por lograr un gusto estético que los acerque más al modelo de hombre nuevo que necesitan hoy – y lo afirmo casi categóricamente – todas las naciones de este alocado, guerrerista y hambriento mundo, tengo la satisfacción de decir que la inmensa mayoría es sana, disfruta sin maldad ni dobles intenciones de la música, suda su baile y la cintura y regresa a casa tranquila y feliz.

 

Nunca comparar es bueno, porque nada es igual que a sí mismo. Sin embargo en Cuba, incluso en una provincia como esta donde el desarrollo urbano y la infraestructura social apenas comenzaron a pararse en puntillas de pie después de la década de los 70, con la división político- administrativa, y fuertemente azotada por ciclones el pasado año, poder hablar en términos de paz ciudadana, de garantía de vida, cuerpo y mente para su sector más vulnerable, niños y jóvenes, es un lujo en el contexto latinoamericano.

Ahora mismo, mi mente reproduce las muchas imágenes que llegan desde Honduras. Ese pueblo resistiendo el golpe de estado de Roberto Micheletti, pero, más que eso, luchando por un mañana que no esté cuajado de desaparecidos, secuestros, niños de la calle, violencia juvenil, asesinados, incultura eterna e insalubridad infinita.

 

La casa de las sonrisas...sí, una casona verde pastel con columnas amarillas, puede carecer del más sofisticado de los entretenimientos…está amueblada de manera sencilla, sin acolchonados muebles forrados de Damasco, no tiene galerías en tercera dimensión…en fin, es modesta y sencilla, abierta y multifuncional, pero su verdadero sello de calidad no está en los exteriores ni el equipamiento tecnológico, ni en los variados sabores de helados que expende al costo de un peso (moneda nacional) a los estudiantes, ni en los dulces ni los bocaditos..Tampoco en la música...

 

Está en esto que retengo en mis ojos y llevo conmigo…la alegría cascabelera de niñas y niños, muchachas y muchachos, que sin diferencia alguna se toman de la mano y hacen una rueda...y entonces ves ahí, apretadas hacia el infinito, manos negras, mulatas, indias, blancas, albinas, rosadas, bronceadas, acarameladas…pieles de todos los colores y todos las edades..

 

…Ese songoronsongo de mamey de Nicolás Guillén…ese don real maravilloso de Alejo Carpentier…ese río grande americano…esa Cuba de palmas y azúcar… esa libertad de ser por encima de convencionalismos y brújulas certificadas con el modo genial de la adultez, quizás porque trae consigo esa virgen osadía que se vive una sola vez…la infancia y la adolescencia.

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