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Medio siglo de la Revolución Cubana

Medio siglo de la Revolución Cubana

Memorias de la grandeza

Por Graciela Guerrero Garay 

Foto:Lloansy Díaz Guerrero

En Cuba – como en todos los lugares humanos- no hay perfección robótica. Los superhéroes – al estilo de los intocables – no existen. Hay héroes legendarios, que inspiran y nutren desde las esquinas de la historia. Hay otros que se acercan más a los tiempos reales y son paradigmas cotidianos. Y hay muchos que jamás salen en las noticias – o casi nunca- y que andan, en cientos de miles, desde los amaneceres hasta los otros amaneceres en escuelas, industrias, camiones, guaguas, salones de cirugía, de parto, de estomatología, de computación…

…En las calles, quitando la hojarasca con los fríos de la luna y el rocío, en las panaderías, las tolvas de los centrales, los teatros, los hoteles, los campos…las costas, los barcos, los puertos, los almacenes… en fin, por doquier y a lo largo y ancho de la Isla.

Es el hombre común, con atuendo común, en género femenino y masculino, con edad adolescente o madura, salido de una casa de madera o de mampostería, con hijos y sin hijos. Transportándose en bicicletas, en coches tirados por caballos, en bicitaxis,  en carros propios o públicos,  a pie, apostando por la vida, seguro de sí, sin ser rico ni tener cuentas bancarias, contento, risueño, con un cuento de “pepito” en la punta de la lengua, canturreando desde un popurrí mexicano hasta La Guantanamera…

…Llenando de sudor y amor cada minuto, por convicción, libre, sin miedos, sencillo, locuaz, laborioso, paternal, cumplidor, exigente, inconforme, criticón hasta por maña, con criterio de todo, de lo bueno, de lo malo, de lo regular, de la excelencia.

Un hombre al fin…con defectos y virtudes, arraigado a la familia, cuidando sus bienes, acompañado de un perro o tirando con bueyes su carreta, en la ciudad, en el campo…empinando papalotes con el nieto, cogiendo aire fresco en los balcones o el portal…durmiendo la siesta bajo una mata de mango, con el sombrero de yarey en la rodilla o tapándole la cara…

…Apurando el  café recién colado, a veces puro como el de la Sierra…otras, mezclado, pero tan saboreado como la primera vez. Creciendo a cada paso, aceptando desafíos, innovando, remendando, tendiendo la mano al amigo y al forastero, compartiendo lo mucho y lo poco, llorando por sí mismo y por los ajenos, solidario con el dolor de los muchos, hospitalario, seductor, ocurrente, hacedor de milagros cotidianos, rindiendo más allá de lo que a veces es humanamente comprensible, sin tiempo para dar cuando hay que darlo todo…

…Amante de la décima, el ron, la cerveza, la conga y la comparsa, fiestero y madrugador, guapo, emprendedor, decidido, piropeador… fanático febril al lechón asado, el congrí, la yuca… cazador de brujos, cristiano, ateo… controvertido, vertical, arriesgado, jodedor, cuentero y cuentista, disciplinado e informal, apegado a la tierra, a la sangre, a la vergüenza, a la moral, al pasado, al presente, al futuro…

… Un hombre al fin, que no claudica a los eclipses de los tiempos más negros, que lleva la Nueva Trova de Silvio Rodríguez, como el Son y el Danzón, como el bolero y la rumba, como el rock y el reguetón…  un hombre, en género masculino o femenino, que resurge de la nada, que se levanta sonriendo y optimista de las adversidades, no importa el rumbo que lleven ni de donde vengan…

… Un hombre que es Cuba y Cuba es ese hombre, por eso está aquí, intacto, indomable, invencible, en paz y en guerra, con todo y sin nada…tierno y fuerte, bandera en mano, desde la manigua hasta el asfalto, sorteando los baches, prendiendo luces en la oscuridad, dentro y fuera, por tierra y por mar…

… Un hombre con huellas…agradecido y victorioso, patriótico y justo, de los más, de los que suma y no resta y que no guarda su grandeza ni en las consignas ni en los slogan, ni en lo que se jacta, ni en lo que es, sino en toda esa amalgama de esperanza intrínseca en lo que hizo, hace y hará…

…Un hombre eternamente vivo, renovado, tangible en ese invisible sentido de la vida que trasgrede las apariencias materiales y se queda ahí, en la memoria del corazón, donde no llegan las piedras de los desertores, los apocalípticos, los malagradecidos, los vándalos y los infames…

…Un hombre con su “songorocosongo de mamey”, andando llanos y montañas, atrapando un sueño, durmiendo el insomnio…Un hombre de 50 años, naciendo ahora mismo con y su Revolución.  Esa es su memoria, la memoria de su grandeza.  

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