
Por Graciela Guerrero Garay Fotos: De la Autora
Confieso que me desdoblo ante su inteligencia y esa menuda fragilidad que simula por ser delgada y pequeña. Nada que ver con la agilidad de su mente. Sueña largo, no al estilo de la bella durmiente a la espera de un príncipe azul, sino como la niña que quiere ser maestra y dibuja para “hacer feliz a sus alumnos”.
A priori parece imposible definirla con un fuerte carácter, decidido y audaz. Hay un haz de ternura en sus ojos que transporta a un imaginario de caramelo. Sin embargo, conversar con ella es someterte a un cuestionario interminable. No de esos porqués curiosos que dejan sin respuesta, sino como si quisiera comprobar con su interlocutor las que tiene en sí misma y reafirmar que no está equivocada.
¿Por qué me quieres hacer una entrevista, Graciela?, me suelta de pronto. Bueno, pues porque no encuentro por ahí muchos pioneros de tercer grado que me digan tan seguros que las clases que más les gustan son las de Inglés y Matemática, le digo con temor a envolverme en otra de sus grandes reflexiones “de adulto” con las que enamora apenas la conoces.
Chica, pues a mí sí porque me hacen pensar y mi maestra, lo que más me gusta, es cómo desarrolla las actividades, dice y busca en mi mirada las próximas palabras. ¿Cómo es eso, a ver…? Ella, mi maestra, tiene una cosa que yo la entiendo, y si no soy maestra, soy doctora. La escuela es bonita, aunque a muchos de mi aula no les gustan las clases a mí sí, yo sí quiero ir a la escuela y escribir en la pizarra…
Se va para acariciar a una perrita que merodea por los alrededores de la casa del abuelo. Ama los animales y no teme a ninguno. Quizás por eso ir de vacaciones al campo, donde vive su familia, es uno de sus viajes preferidos. Acá no me dejan tener animales – confiesa con un dejo de cierta melancolía. Dicen que no tienen tiempo, pero en el campo sí corro y cojo a los pollitos y los gatos, también a los perros y veo a todos… tú sabes. No me pelean.
Érika Báez López a los ocho años no se desvela por las películas de Barby. Delante de una computadora busca los juegos de encontrar el objeto escondido y ella es el detective Holmes. O donde tenga que apretar las manitas y dar muchos clics de prisa “para que no se le acabe el tiempo y ganar”.
Nunca se aburre y tampoco necesita estar rodeada de amiguitos para sentirse bien. Yo dibujo y me entretengo –dice – y pide una hoja de papel. En menos de nada, ya tengo en las manos su obra mágica. O se pone a leer con una dicción perfecta, para después narrarte con lujos y detalles lo mismo una noticia que un cuento de La Edad de O
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