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Amores más allá del barro y la tentación del caminante

Amores más allá del barro y la tentación del caminante

 

Por Graciela Guerrero Garay    Fotos: De la Autora

Trascienden por encima del tiempo en que ganaron titulares de primera plana. Los imagino ahora, juntos como van en la vida y el arte, sacando de una nube el próximo sueño para enriquecer ese llamativo teatro de calle que, en cualquier plaza o escenario, arranca emociones y obliga a detener al peatón de paso.

Aymara Jiménez Pérez y Maikel Ávalo Santana convierten el barro en una expresión vívida del lenguaje corporal, con un donaire propio que arranca parpadeos de admiración y pone brillo en los ojos curiosos. Magistrales, como esos retratos de damas y caballeros antiguos, caminan, se detienen o interpretan a Masica y Loppy, protagonistas de El Camarón Encantado, uno de los cuentos de La Edad de Oro, de José Martí.

Loppy llora… su personaje sufre; y para más de un espectador las lágrimas conmueven, ahí, bien cerca, naturales, tal como las saca Maikel, quien ya no es… Masica le hiere hondo. Ella es tal cual… ambiciosa, y el camarón encantado debe pagarle a su humilde esposo el precio de salvarlo de la muerte.

“Estudiamos dos años en la Compañía Teatro Callejero de Morón. Amamos el encanto de pintarnos de barro, y la gente demuestra gustarle mucho esta sensación de estatuas vivientes que escenificamos, según la obra y el ambiente. Nos sentimos bien y vamos a superarnos mucho”, dice Aymara.

Maikel la secunda con sus gestos.  Ahora – agrega- trabajamos con el Proyecto Colibrí y trajimos a Las Tunas lo que aprendimos. También fue valioso recibir las enseñanzas de Juan Manuel Maestre cuando éramos aficionados de la Casa de la Cultura, y estar por primera vez en la Feria Internacional del Libro, mostrando a los niños nuestro arte.

Se toman de la mano y cogen calle arriba, teñidos de un amarillo ocre. Van despacio, como suspendidos en un mundo mágico. Magia hay en este joven matrimonio de artistas de las tablas. La diferencia es que su escenario puede ser tan infinito como la ciudad, y la escenografía el mundo real, alucinado por la sensualidad de las huellas de Aymara y Maikel.

El teatro callejero ya no es un sueño. Masica y Loppy salieron de La Edad de Oro y caminan sobre un mar de asfalto donde hay “camaroncitos” encantados por doquier… tú, yo, aquel… nosotros, los tuneros admirados de su obra y el magnetismo de esa arcilla ocre parda hecha a la medida del hombre y la mujer.  

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