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Una historia que contar: ¡Ya soy maestro!

Una historia que contar: ¡Ya soy maestro!

 

Texto y Foto Graciela Guerrero Garay

Parece un día más en los que, al filo de las 7 y 30 de la mañana, los uniformes rojos y blancos comienzan a pintar de colores, pasos de prisa y saludos a las calles que conforman las barriadas de los  Consejos Populares número 5 y 18, en esta ciudad de Las Tunas, donde están enclavadas dos escuelas primarias: la “Tony Alomá Serrano” y la Rafael Martínez Martínez.

Sin embargo, aunque la rutina cotidiana marca los mismos caminos de siempre, todo cambiará para el grupo de estudiantes que realiza su práctica docente en esos planteles tuneros. Varios de estos jóvenes recibieron, con el ejercicio de una clase evaluativa-demostrativa, el título que los convierte en maestros.

¡Ya soy maestro!, dice a 26 Digital Juan Miguel, con un suspiro que apenas se nota entre los aplausos de sus alumnos de tercer grado y los abrazos del Tribunal que termina de examinarlo. Este joven es uno de los 381 egresados en el presente año escolar de las escuelas pedagógicas Rita Longa, de este municipio capital, y la Rigoberto Batista, de Puerto Padre.

Con ellos la provincia dará cobertura docente a la educación primaria en el período lectivo 2014-2015, que centrará su objetivo en flexibilizar el horario de clases en los distintos tipos de Educación y elevar la calidad del proceso educativo a partir de formar ciudadanos que ante todo conozcan, amen y cuiden a la Patria, como trascendió en los temas discutidos durante el Seminario Nacional de Preparación del mismo, efectuado en La Habana el martes último.

A partir de ahora, las escuelas tuneras contarán con nuevos rostros de muchachos y muchachas que sienten un “algo” especial cuando los pequeños pioneros les besan y le dicen maestro…maestra, gracias al papel esencial que tienen los centros pedagógicos en su formación y a la continuidad de estudios superiores que les brinda la Universidad de Ciencias Pedagógicas Pepito Tey, en la cual más de mil están matriculados actualmente en las distintas disciplinas del magisterio.

Juan Miguel vuelve a suspirar y se alisa el cabello, gesto que en fracciones de segundos se deshace y le vemos sonreír y doblar su esbelta figura. Está rodeado de sus alumnos. Los mismos a quienes les dio clases en sus períodos de práctica y ahora los enseñará en la recta final como Maestro, una palabra que en la Isla de las palmas y el tocororo tiene el milagro de llevarse siempre en el corazón, aún cuando se peinen canas y el tiempo, con sus juegos de distancias y almanaques, lo haya borrado aparentemente de la vida.

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