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Jubilación en Cuba

Jubilación en Cuba

Sudores para mañana

Por Graciela Guerrero Garay

La confirmación de que la jubilación en Cuba se extenderá hasta los 65 años, para los hombres, y 60, para las mujeres, es un hecho concreto y aprobado por el consenso mayoritario de los trabajadores cubanos.

En inicio, no todos lo asimilaron bien. El rumor andaba y, tal vez por esos efectos negativos que trae aparejado, la falta de información y los imprescindibles argumentos,  su aceptación resultó más compleja y susceptible de diversos análisis y lecturas.

Empero, la Primera Sesión de la VII Legislatura del Parlamento fue objetiva al explicar las razones que sustentan los cambios de la legislación vigente y la presentación del anteproyecto de la nueva Ley de Seguridad Social. El Presidente de Cuba, Raúl Castro, pormenorizó, con frescas y precisas estadísticas, la necesidad de su aplicación.

Luego, la CTC convocó a sus afiliados a un franco debate, el cual a partir de septiembre pasado, involucró a más de tres mil trabajadores, el 93 por ciento del total. Lo discutieron en 85 mil 301 asambleas obreras y se recogieron unos 900 mil planteamientos, en los cuales había dudas, inconformidad, respaldo, sugerencias, aportes, inquietudes y, sobre todo, argumentos para continuar el camino revolucionario y el desarrollo del país: trabajando.

Ahora la Segunda Sesión del Parlamento Cubano acaba de analizar minuciosamente este proceso y aprobar la nueva Ley de Seguridad Social, que no “cae del cielo” ni es un cambio decidido “porque sí”. Tampoco es para beneficiar a unos ni perjudicar a otros, como reflejaron algunos criterios durante la realización de la democrática convocatoria lanzada por la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).

Lo que sí encierra es un sacrificio mayor de los padres y los abuelos de hoy por los hijos y los nietos de mañana. En una palabra, es la garantía, previsora, justa y racional, de la familia cubana, nuestra, en lo que queda de siglo y los que vendrán.

No es golpe de efecto. Es una urgencia de nuestras propias vidas, de la tranquilidad futura, y no muy lejana. Y omito, ex profeso, lo que significa para la nación, el deber social, moral, ético y humano que tenemos con ella, y lo que debemos agradecerle por ser lo que somos, aunque no alcance la cuota, los precios estén por encima de las capacidades económicas, casi toda la red de servicios tenga un descocido, haya insuficiencias, carencias y cuanta dificultades vivimos a diario.

Lo omito, justamente, porque no hay una familia en Cuba que no tenga algo que agradecer a esta Revolución. Busque su raíz. Muy pocos de nuestros abuelos y padres fueron ricos y poblanos, aunque hoy, lamentable y superficialmente, algunos digan que con 20 pesos, antes comían carne todos los días. Puede ser, pero habría que preguntarse entonces, ¿cuántos profesionales existían en la casa? ¿Cuántos iban a un hospital por un simple dolor de cabeza, llevaban la receta al administrador de su centro de trabajo y cobraban el salario del día?

Por eso es muy saludable confirmar que este nuevo paso de la mayoría de los cubanos tiene una sola lectura: trabajaremos un poco más para que los hijos de nuestros hijos, los nietos de hoy y los tataranietos de después lleven, como todos estos 50 años de proyecto socialista, una libreta y un lápiz, sean vacunados gratuitamente al nacer y de por vida, y reciban asistencia médica – la más costosa incluida- desde el barrio hasta los más modernos y súper equipados hospitales.

La Ley de Seguridad Social no desampara a nadie. Se aplicará de manera gradual. Ya en su acostumbrado magistral y directo discurso, Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, lo destacaba: hay que trabajar, hay que eliminar esas gratuidades que alejan la motivación hacia el trabajo honrado y social. Y no andamos lejos de esas sendas. Solamente en esta oriental provincia de Las Tunas, al cerrar noviembre había unos 27 mil nuevos empleos, con un gran porcentaje de mujeres en los mismos.

Lo cierto es que Cuba logra, con todas nuestras imperfecciones a cuestas, una esperanza de vida que solo algunos de los países desarrollados ostentan. Lo real es que la tasa de natalidad está muy por debajo de lo que necesitamos para un reemplazo laboral consecuente en los próximos años.  La verdad contundente es que si no se trabaja no hay economía y, sin esta, cero todo. Raúl lo dejo muy clarito en su intervención final de esta Sesión del Parlamento.

Saber que para el 2025 existirán unos 770 mil cubanos menos en edad laboral y que se jubilarán más de los que se incorporan al trabajo, es un número para adoptar medidas rápidas si se piensa en el bienestar social y, sobre todo, en los derechos de estudio de esa niñez que necesitará un pupitre para entonces.  Igualmente está ahí la garantía y la chequera de los ancianos, su calidad de vida, la atención. 

La aprobación de esta nueva Ley es justa, racional, previsora e inteligente. En la Primera Legislatura, Raúl desnudó las cifras: podemos vivir 77, 97 años como promedio;  76 los hombres y 80,02 las mujeres; y eso significa que Cuba está entre el 25 por ciento de la población del planeta cuyos niños tienen potenciales aspiraciones de llegar a los 77 o más años de vida. ¿Había o no inmediatez en cambiar la actual legislación? También habrá que cambiar muchas otras. Cada una en su momento, con su grado de prioridad, rango de alcance y prominencia colectiva.

De esto se habló con valentía revolucionaria en esta Asamblea del Poder Popular. Nuestros Diputados miraron todas las aristas, discutieron todos los planteamientos y se miró de frente el fenómeno actual, como que la mayoría de los que se jubilan ahora buscan contratos, trabajan por cuenta propia e, incluso, entran al mundo de la ilegalidad. La razón es económica, el fruto es individual. Muy poco recibe de vuelta el país por este “extra geriátrico”.

Si hacemos cada meta bien y maximizamos el nexo de pertenencia con el trabajo y la sociedad, recuperaremos el estatus económico que nos permitiría bajar los precios e incrementar los salarios. Hay mucho paternalismo, estamos mal acostumbrados y el mundo, desgraciadamente, está girando contra la humanidad.

Cuba sigue proa a la esperanza. No la ajena, la nuestra. En grandes momentos, grandes decisiones. Las palabras de nuestro Presidente lo confirman. Quitaremos malezas y trabajaremos. Y como somos los más, a la Isla le llegará ese fresco sudor para el mañana. La garantía de tener un empleo seguro, decente y bien remunerado es un excelente regalo de la Revolución a su pueblo. Desde mi escaño de cubana aplaudo esta lección de humana verticalidad que nos ha dado el Parlamento.

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