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Formación vocacional (III)

Formación vocacional (III)

La Meca del sabio

 

·       Al margen de criterios, vivencias e intereses personales, este asunto necesita de nuevas miradas. Con este trabajo, que concluye una trilogía investigativa, buscamos las señales bajo el prisma de los nuevos tiempos

 

Por Graciela Guerrero Garay

 

Jorge anda por ahí atrapando un sueño. Puede que lo asalte la duda y no lo identifique. Tiene 20 años. A veces, me recuerda a Silvio Rodríguez, en una esquina, con su boina negra y ojos bohemios. Es tranquilo, quizás marcado por alguna cruz tutelar.

Me cuenta su historia despacio, como si hubiera crecido mucho desde entonces. Decidió coger la carrera pedagógica y no tenía vocación definida. Somos muchachos que estamos en el Pre dice y se nos van agotando las esperanzas de una carrera mejor, no había las posibilidades de hoy, de optar por Medicina. ¿Mi promedio?, regular, académicamente promedié 70,80. Suspira. Como no había tanta competencia para eso lo pedí, confirma.

Entré en el Pedagógico y pensaba quedarme. Estuve dos años. La escuela es buena. La dejé por las nuevas oportunidades, y uno veía que gente de mayores resultados hacia cursos… La gran cantidad de trabajo que tiene el profesor, el salario, el hecho de tratar con alumnos con problemas, así como uno, los pocos recursos para impartir las clases, todo eso me hizo pensar un poco, tenía 16 años. Vuelve a suspirar y calla.

¿SOLO CIFRAS?

Este chico es uno entre los 290 que a inicios de curso no se habían incorporado al instituto superior pedagógico Pepito Tey, pero su nombre, en número, viene contando en las estadísticas hace más. Desde entonces está a la espera de cumplir los dos años que le impiden optar por otra especialidad porque abandonó estos estudios. En tanto, trabajó como custodio en distintos lugares y, ahora, está decidido a matricular Optometría dentro del sistema de la Salud.

No se siente arrepentido aunque de algún modo le duele este vacío de ser, que lo compensa, confiesa, el hecho de saber que no pasará su vida entera en una carrera que no le gusta.

Por suerte, Jorge, no desvió sus pasos a otros destinos más crueles y sigue aferrado a la idea de lograr una profesión. Muchos otros, se olvidan para siempre de los libros, se convierten en cargas familiares y sociales y devienen tránsito laboral hasta muy alcanzada la madurez.

El doctor Jorge Fiallo Rodríguez, investigador del Instituto Central de Ciencias Pedagógicas, en la revista digital del Centro de Información para la Educación, publica una investigación que apuntala la necesidad de mirar otros ángulos en el arduo y abarcador trabajo de la formación y orientación profesional de niños y jóvenes.

 A partir de esta cita de Martí: "Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive, es ponerlo al nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote, es preparar al hombre para la vida", este académico destaca que  hay una tendencia de separar institucionalmente la enseñanza de la producción, aunque el propio desarrollo que se va alcanzando repercute en el hecho de que la formación de la población se convierta en una necesidad y obligación social.

Y más adelante deja claro que la misma trajo consigo una fuerte influencia academicista en la Enseñanza General ocurriendo un alejamiento con la producción, que es decir con la vida. Cuando escucho a los jóvenes, fundamentalmente, afirmar que se matricularon en los círculos de interés por curiosidad por encima de cualquier otra cosa, creo que vale la pena que esta actividad, deteriorada como ya está dicho, vuelva a la mesa de reuniones y se haga despertar con la objetividad de los días que corren, centralizando el criterio de que la sociedad de hoy, incluso la que tendrán los chicos mañana, no es la misma de la década del 60. Y de esta realidad no escapan los principales moldeadores de patrones educativos, los padres.

Puede que en ese tecnicismo desmedido, aliñado con buenas dosis de autoritarismo, premura por cumplir cifras, planes, indicadores emulativos, además de las carencias materiales, la falta de información actualizada y la marginación de conceptos emocionales, sean los que lleven al fracaso la intencionalidad y misión de los proyectos actuales de formación vocacional.

Lo que es evidente que casi ninguno, al menos en mi muestra de 20 alumnos de todos los grados de la Secundaria, y 15 universitarios de cinco especialidades distintas, estudia algo que tenga que ver con lo que quiso ser en la Enseñanza Primaria y, menos, con el desempeño de los círculos a los que se afilió.

El análisis de Fiallo lo destaca: La educación no puede solo proporcionar información o transmisión de conocimientos de la vida, sino también tiene que enseñar el "saber hacer" o el "cómo hacerlo", desarrollar además del intelecto, las manos. Y no es secreto, que salvo honrosas excepciones, estos asuntos no pasan de una extensa, didáctica y teórica charla en lugares impropios y en horarios en que los alumnos no están aptos para asimilar tal tedio parlante. Pienso, pues, que hasta deberían asumirse investigaciones socio-psicológicas que incluyan estados emocionales, perspectivas de idoneidad a partir de arquetipos o biotipos familiares, escala de valores personales y hasta características demográficas de las áreas de captación. A un chico del campo no debe hablársele como a uno de la ciudad.

Y no abogo por diferencias sociales, claro está. Abogo porque se tenga en cuenta la diversidad como integridad humana, sin cercenar las esencias éticas, los intereses institucionales, estatales e individuales de los que captan y los que tienen que ser captados. Ahora, tal vez como nunca, el que cada maestro tenga a su cargo menos cantidad de alumnos facilite los caminos. No hay nada más aleccionador y práctico que el día a día.

Vamos sembrando los árboles de ser el país más culto del planeta, pero para ello tiene que haber amor en todo lo que somos y todo lo que hagamos. Si estamos inconformes con nosotros mismos, marcaremos con esa oscuridad de sentimiento la obra que nos toque ejecutar. Y no distingo profesiones, todas tienen el mismo valor, la misma trascendencia y son tan vitales para la vida que no sé qué nos haríamos sin un albañil. ¿Cierto o falso?

¿SERÁN LAS CONCLUSIONES?

En temas humanos hay una riqueza tan multirracional y variada que es muy raro encontrar el equilibrio, pero existen las señales. Las notables diferencias, no solo salariales, sino de atención profesional (tecnología, útiles de trabajo, avituallamiento técnico, fuentes de información, condiciones de trabajo, etc.) entre empleos de primera necesidad y los llamados emergentes o de punta a razón de los cambios de la sociedad cubana, el desarrollo de nuevas aperturas económicas foráneas o nacionales y las tendencias surgidas en las últimas décadas ya tienen huellas, y no siempre a favor de lo que necesitamos, aspiramos o queremos.

Este trinomio de palabras son parientes, pero cada una tiene su acepción y es canalizada por cada quien según sea y lo interprete. Los niños y jóvenes son las esponjas, a mi decir, de todo lo que se mueve en su entorno. Quizás, por ello, muchos exigen que se les discurse en correspondencia con lo que ven y viven.

Vamos envejeciendo como sociedad. Hoy la problemática de jubilación sucede con los maestros, pero mañana serán los ingenieros, los médicos, los zapateros, los choferes. En fin, que este tema de la formación vocacional debe brincar la cerca de las universidades y detenerse al filo de cada oficio, porque sin arriero no hay calabazas, como dice un dicho de un ocurrente amigo.

Habrá que acortar distancias entre lo que hoy muchos llaman "privilegios" de determinadas profesiones, llevar un poco más a los profesionales a las escuelas, no esperar que las prácticas docentes, no todas de éxito ni utilidad porque dependen de tantos y tantas cosas, se circunscriban a determinadas etapas y, quizás lo más importante, poner en línea recta esta actividad docente con la vida.

Nuestro Comandante en Jefe ha dicho "el trabajo es el gran pedagogo de la juventud". Y si hay un sustantivo por multiplicar en estos tiempos que estamos es justamente ese. Y para no verlo y buscarlo solo por el "melón" que "suelta" hay que realzarlo desde la esquina de la utilidad, el beneficio y el orgullo personal de desempeñarlo.

Mas, si le llenamos de epítetos como malpagado, mucho papeleo, reuniones, guardias y al final nada, entre tantas frases que no son ajenas a nadie y escuchamos cuando de ofertar empleos se trata, entonces es necesario ir más allá del formalismo, del cifrismo y de un proyecto que llene plantillas pero esté también pleno de insatisfacciones personales.

Fiallo lo destaca en su investigación al acotar que los niveles Primario, Medio Básico y Superior tengan que proporcionar la "cultura laboral" necesaria para la incorporación de los jóvenes al trabajo, a la vida social. Estructuralmente, todo está concebido. El MINED lo prioriza dentro de sus políticas generales del aprendizaje. Los docentes e instructores hacen esfuerzos por hacerlos cumplir. Se trabaja, pero los resultados no dan correspondencia y la necesidad de tener maestros y buenos, llama a la Meca del sabio. Espera respuesta.

Hay que encontrar mecanismos más atractivos e inteligentes al momento de montar y desgranar todo lo que tenga que ver o influir con la formación de intereses profesionales, pero, por encima de todo, pulir la imagen social de lo que somos y hacemos.

Creo que en la medida que se dignifique el trabajo, revalidemos todo lo que es importante y se corten las distancias laborales que existen hoy entre las unidades presupuestadas y las económicas y se equilibren los sistemas de estímulo y atención al hombre, los jóvenes no andarán dando puntos a aquello ni a lo otro, sino que se sentirán plenos en cualquier lugar y ganaremos en esa excelencia oficiosa que tanto reclamamos, desde el consultorio médico hasta la más sencilla y recóndita unidad de los servicios. Esta investigación, que concluye en esta edición, son las señales que muestra.

 

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