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Día de la Infancia: Una foto me habla en Cuba

Día de la Infancia: Una foto me habla en Cuba

 

Escrito por Graciela Guerrero Garay   Foto: De la Autora

Pude seleccionar otras fotos, de niños correteando en la plaza de la escuela momentos antes de tocar el timbre y entrar a clases. O en los Círculos Infantiles, con sus juguetes y medios de enseñanza para aprender temprano secretos y encantos de oficios y profesiones. O de abuelos que los cuidan y se los llevan a las bodegas, las carnicerías, las tiendas y hasta los Consultorios Médicos aunque no estén enfermos, porque son sus caballeritos y damas de compañía habituales.

Es la vida que fluye en la Isla, sobre ese largo y complejo camino de cambios y mejoras sociales, aperturas, análisis, urgencias y calmas que es hoy este hermoso archipiélago de Cuba, donde el Día Internacional de la Infancia no dista mucho de los restantes pues, diariamente, sus caritas regalan sonrisas, se les da afecto, educación, servicios sanitarios, protección social y sobrellevan, incluso, en sus malacrianzas para que no lloren ni sientan los azotes de la existencia de manera precoz.

Por eso seleccioné esta foto, guardada en mi archivo de una tarde de cumpleaños en el barrio. Malena, la homenajeada creció. Todos crecieron. Empero, la imagen está ahí, guardando ese instante que disfrutaron frente a un pequeño cake, con sencillez y humildad, en un hogar distinguido por tales virtudes, arquetipo de los millones que en la Isla les hacen un “pica Cake” a los muchachos y ellos, después, disfrutan de lo lindo con sus algarabías, correderas, juguetes y hasta la más loca y ocurrente de las ideas.

Milagros y esfuerzos facilitadores para crecer sanos psicológica y corporalmente, ajenos a los peligros letales de las bombas o el miedo de ir por los semáforos de las populosas avenidas pregonando alguna cosa, en busca del sustento o llevarlo a casa y poder comerse una tostada o un pedazo de pan.  Los niños y niñas cubanos –dígase tuneros- no mendigan, no visten con harapos, no son víctimas de la violencia así no más, como línea o conducta, doméstica o social.

No digo que anden entre lentejuelas, montados en carros o en un transporte escolar de sus centros docentes. No. Caminan a pie; la mayoría cogen con su familia guaguas en las paradas, montan en coche o bicitaxis; llevan alimentos ligeros – casi siempre elaborados con la magia de la cocina de mamá -; y no todos tienen juguetes de última generación, pero retozan hasta con las piedras y pasean sus mascotas a cualquier hora con sus andares  picarescos, inocentes e ingeniosos tal como debe ser la infancia natural de un niño.

Tampoco se acuestan sin comer, aunque los “extrovertidos de este mundo” digan a los cuatros vientos que la pobreza se los come, sencillamente porque la carne de res no anda de adorno en las esquinas o la leche la suspenden a los siete años, como distribución normada y subsidiada, mientras silencian que la sustituyen por yogurt y si necesitan dieta, se la venden sin importar por cual corriente transiten los padres y los arrastren consigo.

En fin, el Día Internacional de la Infancia en Cuba, este primero de junio, amaneció con el sol que sale para todos. En sus escuelas, las casas o un centro asistencial si están enfermitos reciben el cariño y la protección que necesitan. Son amados y ocupan, aunque tengan bigotes y anden con tacones altos, la mente de los padres y la familia entera, en tanto el Estado los ampara de las hecatombes y estos derechos elementales hacen justicia al sector más vulnerable de la humanidad.

El 17, 2 por ciento de los 11 millones 167 mil 325 residentes en Cuba tienen de cero a 14 años, según Censo de Población del 2012. Cuando la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) destacó en su informe de ese año que mi país es el único de América Latina y el Caribe que eliminó la desnutrición infantil siento algo más que orgullo de ser madre y abuela, porque estas sonrisas guardadas en mi foto del cumple de Malena no son fingidas, menos, posadas.

Es el regalo de vivir y ser feliz como las flores cuando despiertan y las calienta el sol, para que el rocío se encargue de acunarlas por las noches, existan los angelitos negros y un beso sea auténticamente un beso.

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