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La nueva casa subsidiada

La nueva casa subsidiada

 

Por Graciela Guerrero Garay    Foto: Archivos de la Autora

María Cardona es una de esas tantas mujeres divorciadas que la vida golpeó con la muerte de una hija y, a cambio, le entregó dos nietos para verlos crecer y le acompañen cuando los sesenta le pesan las rodillas. Su existencia jamás nadó en la abundancia, pero tiene un techo y los “vejigos” están en la escuela. Ahora sí viviremos mejor, dice.

El brillo de sus ojos no es casual. Es una de ese más de medio millar de familias que en Las Tunas son beneficiados con el otorgamiento de subsidios para construir sus viviendas o repararla – como es su caso-, dado el mal estado en que se encuentra por la poca disponibilidad económica que tiene para mejorarla de otra manera.

La  decisión del gobierno de ayudar con la venta de materiales de construcción a las personas de bajos ingresos financieros ha tenido un fuerte impacto humano y social entre la población, fundamentalmente porque el deterioro de los inmuebles se acumuló por años y alcanzó puntos críticos en estos tiempos de crisis económica.

Este oriental territorio de Cuba es una muestra de los esfuerzos locales y nacionales por transformar la imagen y las condiciones de vida de los núcleos más urgidos de apoyo, como es la situación de Cardona que convive con dos adolescentes y no hay un patrón paterno en la casa. A la razón, en más de dos mil 400 viviendas se ejecutaron acciones constructivas por el Sistema provincial de la Vivienda.

A pesar de este empeño y que Las Tunas cerró el 2014 con el cumplimiento del plan de ventas planificado, la demanda de recursos es superior a dicha comercialización y por ello se realizan análisis para favorecer a los más necesitados con producciones locales y a módicos precios, una arista del asunto que todavía golpea a un segmento importante de los involucrados.

Por el momento esta medida, para la cual los directivos del Ministerio de Finanzas y Precios anuncian cambios en el presente año, es hecho concreto en las manos de María y su familia y la de tantas otras que hasta hoy no encontraban caminos ni veredas para remodelar sus hogares o construirlos porque, como ella afirma, “por mí misma hubiese sido imposible. Los subsidios, aunque demoren un poco en la entrega, son el futuro de mis nietos y la tranquilidad de mi vejez”.

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