La Lupe del Comandante Almeida
								
				
				
Por Graciela Guerrero Garay
Es un jueves de recuerdo en la Isla. El Comandante de La Lupe estaba en el corazón de los cubanos. En los matutinos se habló de su espíritu de lucha, desde allá, en los altos de la Sierra Maestra, en Santiago de Cuba.
El hipo de su ausencia, un dolor silencioso que ya tiene cinco años, merodea y gravita sobre la sonrisa sincera de sus fotos, que jamás se pondrán amarillas en el sitial de los grandes. Ahora mismo, cuando la noche busca las agujas del amanecer, por la Televisión Cubana una Gala trae de vuelta sus canciones, igual de inmortales como sus huellas de soldado y revolucionario.
Juan Almeida Bosque es canto de batalla, cubanía, son, palma, tocororo… por eso reina la alegría en el homenaje de la Patria. La alegría no se desborda por gusto de las cuerdas de la guitarra, la tecla del piano o el golpe del tambor.
El hermano de ideas, el amigo, el ser humano noble que marcó sus pasos va en esas notas, que tararean todos los que ahora, mientras escribo, están pendientes de ese recuerdo de fe y amor que le regala la cultura cubana al compositor y al combatiente.
La Lupe… la armónica y salida del alma…La Lupe…
Ya me voy de tu tierra,
 mexicana bonita,
 bondadosa y gentil,
 y lo hago emocionado
 como si en ella dejara
 un pedazo de mí.
 
 Ya me voy, linda Lupe,
 y me llevo conmigo
 un rayito de luz
 que me dieron tus ojos,
 virgen guadalupana,
 la tarde en que te vi.
 
 Golondrina sin nido
 era yo en el camino
 cuando te conocí.
 Tú me abriste tu pecho
 con amor bien sentido;
 yo me anidé en ti
 
 Y ahora que me alejo
 para el deber cumplir,
 que mi tierra me llama
 a vencer o a morir,
 no me olvides, Lupita;
 ay, acuérdate de mí.
(1956)
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