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Hombres viudos: Otra ficha por mover en Cuba

Hombres viudos: Otra ficha por mover en Cuba

 

Texto y Fotos: Graciela Guerrero Garay

El bienestar de los cubanos desde el 2002 a estos días aumentó gradualmente, aunque todavía esté lejos de las potencialidades sociales y personales existentes en Cuba, una nación a la cual muchos agreden de manera cruel a pesar de que es hoy uno de los pocos lugares del planeta donde la gente, a su manera, disfruta la vida en paz, tiene educación y salud gratis y las familias se salvan de patrones enajenantes marcados por el desamor, el desapego y la frialdad afectiva.

Sin ser nada perfecto y con varias espadas de Damocles encima por las dificultades internas y un bloqueo económico recrudecido a diario, el país protege sus sectores vulnerables como la población de la tercera edad, en tanto apuntala conciencia sobre el real envejecimiento de cubanas y cubanos,  quienes suman 11 millones 167 mil 325 y de los cuales el 18,3 por ciento tiene 60 años o más.

Esta realidad rebasa la simplicidad de los análisis que puedan minimizar la situación y complicar presente y futuro si, a tiempo, no se ajustan los programas especiales existentes, se evalúan con luz larga las alternativas más inteligentes y  perfeccionan de conjunto las políticas que involucran no solo el estado físico-material de los adultos mayores, sino las que inciden directamente en su salud emocional- espiritual y psicológica, como el triste y traumático hecho de la viudez.

En el Censo de Población y Viviendas del 2012 se informó que había en el país unas 462 953 personas viudas, así como dos millones 41 mil 392 con 60 y más años, y tres mil 865 centenarios, de ahí que perder la pareja es una tendencia objetiva y frecuente en la Isla.

Sin embargo, enfrentar la viudez no tiene la misma connotación emocional y social en los hombres que en las mujeres, pues ellas reciben una mayor protección de la sociedad y la familia, mientras no todos los viudos ocupan el interés de sus hijos ni son atendidos como merece un proceso de este tipo, duro y triste para ambas partes e insuperable en la mayoría de los casos.

UNA MIRADA PRIVADA DESDE EL BALCÓN

Con la mayor expectativa de vida al nacer (79 y más años) y un predominio del sexo masculino en siete de sus ocho municipios –con excepción de esta capital, donde viven 102 mil 56 féminas- Las Tunas es una de las provincias llamadas a detener sus pasos sobre este tipo de población, con la cual 26 Digital indagó, conversó y observó que ellos, los viudos, necesitan y reclaman un lugar más allá de los beneficios generales que reciben los cubanos.

Nelson Grave de Peralta, de 71 años, se siente amado por su nieta Zhenia, su hija Nancy y el resto de la familia. Aunque vive en La Jíquima, provincia de Holguín, cerca del hijo y otros nietos, visita con frecuencia esta ciudad y pasa días con ellas. Sin embargo, no ha podido borrar los hipos de ausencia de su compañera a pesar de ser un hombre alegre y mantenerse fuerte para la edad:

“Una persona sola, que no tenga apoyo, figúrese qué se va a hacer. No tiene a quien acudir y no acuden a él tampoco. No es mi caso, pero sí creo que por los hombres viudos deben preocuparse más. No hay ningún organismo estatal que los ampare y muchos viven una soledad muy grande y nadie los ayuda”, y su voz denota ese sentimiento que no pueden disimular los ojos ni callar el corazón.

Es difícil encontrar una comunidad en este territorio oriental donde no predominen los adultos mayores y los ancianos marcan mayoría. Muchos, por afinidad,  forman sus grupos y juegan dominó básicamente, para atenuar esas horas de interminable espera que les resulta el día a día. Todos los entrevistados coincidieron en que ese inevitable suceso existencialista se percibe de otro modo, por el simple hecho de ser hombre.

José Raúl Rodríguez, de 79 años, lo explica así: “Es lo más triste y duro para uno. Lo único que la mujer tiene más facilidades para atender las cosas de la casa, y uno se descuida porque tiene que trabajar y no es fácil tener que lavarse, limpiar y cocinar para uno solo”.

Heradis Torres Feria, con sus 75 años y un bastón que le ayuda a contrarrestar los efectos de su ancianidad,  piensa que “no todos tenemos la gratitud de ser atendidos por la familia, ni corremos la misma suerte.  Creo que hace falta crear una institución, un círculo o algún lugar donde uno pueda ir como lo que somos, viudos, y también para las personas de la tercera edad, porque uno se pone a jugar dómino con los muchachos y es una candela, muchos son malcriados y tampoco nos entienden.

“Es importante pensar que necesitamos motivaciones, relacionarnos. A esta edad la soledad es mala y aunque uno busca la manera de vivir lo mejor que puede, se siente desorientado, olvidado”.

El hogar, aún compartido con los hijos, está lleno de recuerdos y vacíos. Vicente Feria enviudó hace más de una década y confiesa que todavía le choca abrir la puerta y saber que nadie lo espera. Al conversar con él dice:

“Para el hombre es algo traumático perder su compañera de toda la vida. Uno se acostumbra con los años a ver en ella la persona que te complementa, el pilar del hogar y los hijos, de nuestra forma de ser. Entonces, quedarse sin eso es un golpe fuerte. Uno trata de rehacer el camino, quizás con el tiempo hasta buscar otra pareja y encuentra resistencia hasta en los hijos; no entienden que uno como hombre necesita esa compañía, quizás porque uno mismo disimula o aparenta estar fuerte espiritualmente, pero no es así.

“Un sitio saludable, con opciones que mitiguen estas ausencias y uno pueda interactuar con personas de nuestra misma condición, recibir orientaciones psicológicas que muchos viudos requieren es muy importante, igual para la mujer pues muchos de nosotros afrontamos esta realidad con los hijos lejos o sus familias hechas, independientes. Incluso hay gente que ni hijos tiene y la vejez es complicada, más si estás enfermo. Quedar viudo es mucho peor”.

PRESAGIOS REALISTAS

 Más que criterios y sentimientos propios de una vivencia inevitable, las expectativas de vida en Cuba – 78 o más años- y el hecho de ubicarse entre las naciones más envejecidas de América Latina con la tendencia de que para el 2025 esté entre los 25 primeros del mundo con esa condición, exigen una solución más rápida de las necesidades y problemas que involucran a los habitantes de la tercera edad, en irreversible crecimiento cada día.

Los Programas Priorizados para el Adulto Mayor, rectorados por el Ministerio de Salud Pública, si bien son únicos en la región,  están al nivel de los más desarrollados del planeta y garantizan un bienestar y atención clínica gratuita y altamente calificada, en la que se incluyen Salas de Geriatría en los hospitales de todas provincias, no suplen las demandas espirituales y psicológicas que requiere una situación emocional como la viudez.

Aunque el apoyo mayor debe venir del entorno familiar, es sabido que tampoco allí encuentran las debidas atenciones que necesita el ocaso de la vida y la desnudes afectiva que significa perder esa mitad que los acompañó siempre, sin descartar los efectos negativos que trae, a cualquier edad, la pérdida de un ser querido. Reparar estas fichas del alma necesita conocimiento y especialización, tratamiento diferenciado, constancia e inteligencia, sobre todo para mantener activas las motivaciones lógicas que se roba la vejez.

No todas las personas que asumen el cuidado de los ancianos cuentan con esas herramientas esenciales ni, objetivamente, pueden proporcionarles, por cuestiones de responsabilidad y modos de ser, la sostenibilidad cotidiana que les garantice una existencia feliz y de calidad.

Vale que los gobiernos locales y provinciales, el MINSAP y todos los organismos interrelacionados con esa realidad apuren pasos. No siempre lo que está legislado y es Ley significa problema resuelto. Este Balcón de Oriente quizás sea el punto de partida. Los hombres viudos están aquí y esperan esas manos amigas y puntuales.

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