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Confecciones en el paraíso de Eva

Confecciones en el paraíso de Eva

 

Texto y Fotos Graciela Guerrero Garay

¿Hasta cuándo estarás dando clases? La respuesta es una sonrisa y una frase contundente: “¡Hasta que tenga ánimo!” No cabe otra pregunta. Es difícil aceptar que algún día Eva Millán Acosta pierda el ánimo. Es de quienes se levantan aunque caigan de espalda una y otra vez sobre la vida.

Tal vez nadie imagine tantas historias de amor detrás de ese carácter serio y fuerte que regala a primera vista. O, quizás, sea la modestia la que le eclipse el cariño y lo desborde después en gestos, consejos, sabiduría, apoyo… Con 52 años de trabajo en el sector de la Educación y 72 hecho cruces en los almanaques, hay mucha mujer y ¡mucha maestra!

No es de esos seres conversadores, pero tampoco hay que sacarle las palabras. La magia de los recuerdos se le incrusta en los ojos.

“Comencé como maestra popular Conrado Benítez. Me hice alfabetizando y seguí en la campaña de nivelación, con 18 años. En 1964 ya tenía mi aula en Vertientes, un pueblito de la provincia de Camagüey”.

Se detiene. Respira.

“Bueno, a los 15 tuve también una etapa que amo igual que las clases y el aula. Mi padre era del Partido Socialista Popular. Sabino Pupo era primo hermano de papá y mi hermano estaba en la tropa del negro Carmenate. También mis otros hermanos eran rebeldes y colaboraban. Vivíamos en la zona del entronque de Manatí y allí cerca estaban los campamentos.

“Esto me unió a ellos y empecé a ayudarlos. Les lavaba la ropa, hice brazaletes y banderas y también llevaba mensajes. José Mure y Abel Acosta me pedían que colaborara en eso y yo lo hacía. Llevo la militancia en mi corazón y ahí tengo mi carné del Partido.”

No aparenta los años y otra vez está ahí, con sus alumnos en la escuela primaria Tony Alomá Serrano, a la que se reincorpora en el año 2010 y lleva los tres últimos cursos con el quinto grado.

“En tantos años de trabajo he dado clase en casi todas las enseñanzas. Estuve varios cursos en la Primaria por el día y, en la noche, lo hacia en la Facultad Obrera. Dirigí la escuela Mercedes Varona. Estaba en la secundaria básica Tony Santiago y cuando construyen la Carlos Baliño formé parte de los docentes fundadores. Ahí me jubilé en el 2007.”

Sus manos se mueven como quien esconde una perla. Parece revivir el momento en que decide reincorporarse.

“No podía estar en casa. Me enfermé y al recuperarme volví al aula. Los muchachos son mi vida. Empecé en la primaria Pelayo Cusidó en el 2009, y de ahí vine para acá. Este curso escolar sigo aquí,  no me siento una jubilada- reincorporada. Siento que esta es mi razón de vivir”.

En su hogar, casi todas las medallas y condecoraciones de la FMC, los CDR,  las FAR, la Organización de Pioneros y el MINED atesoran la entrega de esta tunera, quien confiesa que jamás olvida – en 1972- cuando estuvo en la Tribuna de un Primero de Mayo, en La Habana, junto a Fidel, “pues me seleccionaron como la mejor maestra del territorio y me dieron ese estímulo”.

Su andar pausado y firme deja huellas en el camino que lleva a la escuela primaria Tony Alomá. La felicidad, como en los cuentos de hadas, la trae cualquier escolar entre sus manos. Eva tiene un paraíso con millones de manzanas sonrientes. No son duendes de la culpa. A su decir, es una planta que riega y espera ver sus flores cada día más lindas. Por eso, quién sabe, la vejez no le alcanza el alma y sus más de siete décadas le premian con el elixir de la eterna juventud.

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