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¿Cuántos Miguelitos hay en Cuba?

¿Cuántos Miguelitos hay en Cuba?

 

Texto y Fotos Graciela Guerrero Garay

No hizo nada que lo clasifique para los récords Guinnes. Puede que tampoco tenga super- empatías que lo hagan exclusivo. Es, sencillamente, un niño cubano y por demás muy precoz para su edad. Pero Miguelito, cada mañana como en cualquier otro horario del día, deviene símbolo de esa infancia saludable y protegida que disfrutan en la Isla de Cuba los pequeños infantes.

Todavía no va a la escuela y, sin embargo, no le es ajeno el mundo de las letras, los números y los colores. Las conocidas Vías No Formales, el priorizado Programa Educa a tu Hijo, lo lleva por este camino de familiarización antes de que la obligatoriedad de escolarización sea un deber inviolable, tanto para la familia como la sociedad.

Su innata simpatía y personalidad lo convierten en un personaje de la barriada. Es comunicativo por excelencia y sus padres, conscientes de esa virtud, pulen los trillos buenos del carácter y es capaz de interactuar, espontáneamente, con cualquiera, no importa la edad. Todo un hombrecito, como decimos acá ante esos tesoros que nos cautivan más allá de las emociones habituales.

Miguel Alejandro Gálvez Pupo es un infante amado, como sus coterráneos en Las Tunas y el país entero. En el “Educa a tu Hijo”, diseñado para atender a niños y niñas de 0 a 6 años que no estén insertados en los Círculos Infantiles, más de 450 mil pequeños disfrutan de una atención especializada y no institucional que les permite, en primer orden, prepararse para la vida escolar.

El decursar cotidiano de la infancia en Cuba es lindo. Por las mañanas, reciben los saludos, los besos y las “cargaditas” de muchas personas, quienes no son justamente mamá, papá o alguien de la familia. Miguelito se lleva las palmas hasta de los desconocidos. Desde el portal de su casa, se “mete” con quienes pasan por la acera, da los buenos días o las buenas tardes. Pregunta y atrapa. Es muy difícil “escapar” de su afabilidad e inteligencia.

Por la cuna empieza la educación, pero tal perogrullada no anula la positiva y trascendental importancia que tiene este Programa en la formación de las generaciones futuras. En el mismo barrio de Miguelito están las huellas. Para encontrarlas por el archipiélago, basta recorrerlo. Y no solo en las ciudades esa herramienta valiosa está al alcance de las madres y padres cubanos, pues en zonas apartadas de difícil acceso y montañosas igual funciona.

¿Cuántos Miguelitos hay en Cuba? Como él, con sus ojos miel y esa picardía que le brota piel afuera, uno igual a sí mismo; pero con la alegría que desborda la ingenua majestuosidad de los primeros años, inteligente, conversador y protegido en la casa, la calle, la escuela y la sociedad, miles. No lo dude jamás: en Cuba nada es más importante que la vida de un niño.  

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